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Los centros de hidrógeno ponen a prueba las nuevas normas federales de justicia ambiental

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Tuesday, November 12, 2024

Esta es la primera parte de una serie de dos entregas. Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEn un día lluvioso de septiembre, Veronica Coptis y sus dos hijos se pararon a orillas del río Monongahela, en un parque cerca a su hogar, observando cómo un par de barcazas cargadas con montones de carbón desaparecían por la ribera.Haz clic aquí para leer este reportaje en inglés. To read and watch a version of this story in English click here.“Me preocupa que no están teniendo en cuenta la cantidad de tráfico industrial que este río ya carga y cuánto más va a agregar el centro de hidrógeno”, le dijo Coptis a EHN.Coptis vive con su esposo y sus hijos en Carmichaels, en Pensilvania, un pueblo otrora dedicado al carbón cercano a la frontera con Virginia Occidental, con unos 434 habitantes. La autoridad hídrica local usa al río Monongahela como fuente de agua. Contaminantes asociados a la actividad industrial y potencialmente cancerígenos, como el bromodiclorometano, cloroformo y dibromoclorometano, se han detectado en el agua potable de la comunidad.Coptis creció rodeada de mineros del carbón, pero se convirtió en una activista contra este mineral y el fracking después de ser testigo de los daños ambientales causados por la industria de combustibles fósiles. Ahora, ve una nueva batalla en el horizonte: el Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches, una extensa red de infraestructura que usará principalmente gas natural para crear hidrógeno, que luego será usado como combustible. Se espera que parte del nuevo centro de hidrógeno sea construido en La Belle, que está a unos 30 minutos en auto hacia el norte del río Monongahela desde su casa.“Me preocupa mucho qué tan grande va a ser este complejo industrial y cómo serán sus emisiones, y si va a aumentar el tráfico en el río y las carreteras”, dijo Coptis, quien trabaja como consejera senior en la oenegé climática Taproot Earth. “También me preocupa que, debido a que esto va a ser hidrógeno azul, aumente la demanda de fracking, y yo ya vivo rodeada de pozos de fracking”.El Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches es una de las siete redes de este tipo de infraestructuras propuestas hace un año y financiadas con fondos federales. Son una iniciativa que nació de la Ley Bipartidista de Infraestructura que la administración de Biden logró pasar en 2021. El hidrógeno creado en los centros, que provendrá tanto de fuentes renovables como de combustibles fósiles, será usado por industrias que son difíciles de electrificar, como la siderurgia, la construcción y la producción de petroquímicos.Los centros apoyan el objetivo de la administración de Biden de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el país para 2050 y lograr una red eléctrica 100% “limpia” para 2035. Los siete centros de hidrógeno, que están en diversas etapas de desarrollo pero en su mayoría están en la planeación y la selección de sitios, fueron considerados como proyectos de energías limpias bajo la administración de Biden, incluyendo aquellos que usarán combustibles fósiles para la producción.En marzo y mayo, Coptis asistió a unas sesiones de escucha organizadas por los socios industriales del proyecto y por el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE, por sus siglas en inglés), que es la entidad encargada del desarrollo de los centros y de repartir los $7 mil millones en fondos federales para ellos. Esperaba que las sesiones le dieran respuestas, como por ejemplo exactamente donde se ubicaran las instalaciones y qué pasaría en ellas. Sin embargo, salió con aún más preguntas. Las aplicaciones iniciales que los socios industriales presentaron ante el DOE, que incluyeron cronogramas, costos estimados, detalles de las posibles ubicaciones y estimaciones de los impactos en el medio ambiente y la salud, fueron mantenidas en secreto por la agencia a pesar de las frecuentes peticiones de los miembros de la comunidad para que se compartieran esos detalles.“El Departamento de Energía y las compañías involucradas no han sido transparentes”, dijo Coptis. “No es posible que las comunidades demos aportes significativos sobre los proyectos cuando literalmente no sabemos nada sobre ellos”. En 2023, la administración de Biden logró aprobar una serie de políticas federales históricas que le ordenaron a 80 agencias nacionales priorizar la justicia medioambiental en todas sus decisiones. El DOE prometió ser un ejemplo a través de los centros de hidrógeno, pero, hasta ahora, esto no ha sucedido, de acuerdo con más de 30 miembros de las comunidades potencialmente afectadas y activistas con los cuales EHN habló. Afirman que los detalles siguen siendo confusos, que las consultas públicas sólo se planifican después de que los socios de la industria ya han recibido millones de dólares en fondos públicos y que las comunidades no intervienen en la toma de decisiones.“Las promesas que el DOE ha hecho no han sido cumplidas, de acuerdo con la definición de justicia ambiental de la misma entidad”, dijo a EHN Batoul Al-Sadi, un asociado senior en Natural Resources Defense Council (NRDC), un grupo ambientalista nacional que ha estado presionando para que haya una mayor transparencia en los centros de hidrógeno. Nuestra investigación también encontró que:En las sesiones iniciales de escucha sobre los centros, 95 de los 113 comentarios públicos que fueron presentados expresaron oposición a los proyectos.49 de los 113 comentarios expresaron preocupación sobre la falta de transparencia y participación significativa de las comunidades.Más de 100 grupos ambientalistas regionales y nacionales le han enviado cartas al DOE pidiéndole mayor transparencia y mejoras en sus procesos de diálogo con las comunidades.Las comunidades no tienen el derecho de rehusarse a la llegada de los centros de hidrógeno si se prueba que los daños serán mayores que los beneficios.El DOE no se está adhiriendo a sus propios planes de participación comunitaria, de acuerdo con expertos y activistas.“Hoy, las regulaciones [federales de justicia ambiental] están mejor que nunca”, dijo a EHN Stephen Schima, un experto en regulaciones ambientales y consejero legislativo senior en Earthjustice. “Las agencias tienen la oportunidad de hacer esto de forma correcta… solo es una cuestión de implementación, que ha probado ser un gran reto hasta ahora”.Ante nuestras preguntas sobre la transparencia y la participación comunitaria en estos procesos, el DOE respondió a EHN que la agencia “está enfocada en conseguir que estos proyectos sean seleccionados para negociar su adjudicación oficialmente ... Una vez adjudicados, el DOE dará a conocer más detalles sobre los mismos”.Los residentes de las siete comunidades de los centros de hidrógeno temen que, una vez se hayan distribuido millones de dólares en financiación federal para estos proyectos, sus aportes serán irrelevantes.En julio, los centros de los Apalaches y de California ya habían recibido cada uno $30 millones de dólares y el centro del Pacífico Noroeste ya había recibido $27,5 millones en fondos federales. La financiación para el resto de centros sigue en trámite. En total, se prevé que los siete centros planeados recibirán unos $7 mil millones de dólares en fondos públicos federales.Jalonne White-Newsome, la jefa de justicia ambiental del Consejo de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, dijo que es consciente de que las comunidades están frustradas por los centros de hidrógeno. “Paso mucho tiempo trabajando con nuestros colegas del Departamento de Energía [y otras agencias federales] asegurándonos de que estamos apoyando la llegada segura de estas tecnologías”, White-Newsome le dijo a EHN. “Sigo escuchando de muchas formas distintas las preocupaciones de las comunidades: que no hay transparencia, que no hay suficiente información, que hay miedo a la tecnología”.“Entiendo todas esas preocupaciones”, dijo White-Newsome, quien añadió que el Consejo Asesor de Justicia Medioambiental de la Casa Blanca creó un grupo de trabajo de líderes de justicia medioambiental de todo el país para abordar las tecnologías de captura de carbono y el hidrógeno, y está trabajando con un equipo interno, incluidos los socios de la agencia federal en el DOE, “sobre cómo abordar todas las cuestiones que ha planteado este organismo”.Los activistas temen que estas medidas sean insuficientes.“Incluso si éste fuera el mejor proyecto de energía verde, no contaminante y más renovable que llegara a los Apalaches, este proceso no se está ajustando a los principios de justicia ambiental”, señaló Coptis.Justicia ambiental y preocupaciones por la contaminación Los centros de hidrógeno fueron presentados como una bendición para las comunidades afectadas por la injusticia medioambiental que les traería empleos y desarrollo económico, una reducción en la contaminación aérea producto de un menor uso de combustibles fósiles y la promesa de convertirse en protagonistas de la transición energética en Estados Unidos.Pero más de 140 organizaciones por la justicia ambiental han firmado cartas públicas resaltando las formas en las que la energía del hidrógeno podría prolongar el uso de combustibles fósiles, crear riesgos y empeorar la contaminación del aire local, de acuerdo con un reporte publicado por la EFI Foundation.Los centros del Atlántico Medio y del Medio Oeste prevén utilizar energías renovables y energía nuclear además de combustibles fósiles, mientras que los centros de California, el Noroeste del Pacífico y Heartland prevén utilizar combinaciones de energías renovables, biomasa y energía nuclear. Los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo prevén utilizar principalmente combustibles fósiles.Los centros de hidrógeno serán una densa red de infraestructuras que se extenderán a lo largo de vastas regiones geográficas. Muchos de sus componentes están siendo planeados para aterrizar en comunidades que han sido desproporcionadamente afectadas por la contaminación (principalmente producto de la extracción de combustibles fósiles), para aprovechar la infraestructura ya existente. Por ejemplo, la región del Canal de Houston, el Inland Empire en California y el noroeste de Indiana incluyen comunidades afectadas por la injusticia ambiental y todas están esperando la llegada tentativa de infraestructuras de los centros de hidrógeno. Las tres regiones figuran entre los peores lugares del país en cuanto a contaminación atmosférica. El DOE ha dicho que los proyectos solo serán premiados si demuestran que tienen planes para minimizar los impactos negativos y para proveer beneficios para estas comunidades, pero hasta ahora las poblaciones que están esperando la llegada de los centros de hidrógeno dicen que no han visto ningún tipo de información sobre cómo los socios de los proyectos planean hacer esto (alguna información ha sido compartido en el plan de beneficios comunitarios en el de California). La gente está preocupada de que los centros añadan nuevas fuentes de contaminación industrial a las comunidades ya contaminadas, mientras que los datos sobre los impactos acumulativos de las redes existentes y ampliadas de infraestructuras energéticas siguen siendo escasos. Las preocupaciones sobre los riesgos de salud son especialmente pronunciados alrededor de los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo debido a su gran dependencia de los combustibles fósiles. EHN escuchó voces preocupadas por las nuevas emisiones procedentes del tráfico de camiones y barcazas, el posible uso del dominio eminente para confiscar propiedades privadas para construir oleoductos, el riesgo de que los oleoductos exploten o tengan fugas y el aumento de las emisiones de óxido de nitrógeno procedentes de la combustión final del combustible de hidrógeno, que contribuiría a aumentar los niveles de contaminación por partículas y ozono. La exposición a este tipo de contaminantes se ha relacionado con múltiples efectos negativos, incluyendo un aumento en el riesgo de cáncer, enfermedades respiratorias y del corazón, nacimientos prematuros y bajos pesos al nacer.También hay preocupaciones por la dependencia de estos centros de las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, las cuales son necesarias para transformar combustibles fósiles en hidrógeno, pero no serán necesarias en aquellos centros que no usen combustibles fósiles para su producción.La tecnología de captura del carbono es controversial, pues muchos expertos y activistas la consideran una forma de prolongar el uso de combustibles fósiles y han expresado que esta tecnología podría empeorar el cambio climático debido al enorme consumo energético que requiere su implementación. Adicionalmente, debido a que el CO2 capturado contiene sustancias tóxicas, como compuestos orgánicos volátiles y mercurio, la técnica puede plantear riesgos para las aguas subterráneas, el suelo y el aire a través de fugas. El mes pasado, las autoridades informaron de que la primera planta comercial de secuestro de carbono del país, en Illinois, había tenido dos fugas este año bajo el lago Decatur, una fuente de agua potable para el poblado de Decatur. La empresa propietaria de la planta, ADM, no informó a las autoridades de las fugas durante meses. “Se trata de comunidades muy arraigadas a procesos extractivos como la minería del carbón y el gas natural, por lo que la llegada de constructores que les proponen algo no es nada nuevo para ellos. Pero cuando se enteran de que los constructores no están interesados en extraer, sino en depositar, en inyectar, se les abren los ojos”, dijo a EHN Ethan Story, director de defensa y abogado del Center for Coalfield Justice, un grupo de defensa de la salud comunitaria del oeste de Pensilvania.Asociados con el sector de los combustibles fósilesCada centro de hidrógeno cuenta con una empresa, una organización sin ánimo de lucro o una asociación público-privada que supervisa el proyecto. Esta organización está a cargo de crear la propuesta, seleccionar los proyectos, facilitar la participación, recibir y distribuir los fondos federales y actuar como un puente entre el DOE y los socios industriales. Además de la inversión de $7 mil millones de dólares, la financiación para los centros de hidrógeno incluirá inversiones privadas significativas, incentivadas por la Ley de Reducción de la Inflación. Algunos de los principales contratistas existían antes de que se lanzaran los centros, como Battelle, que está a cargo del centro en los Apalaches, o como el Energy & Environmental Research Center, encargado del centro Heartland. Otros se formaron específicamente para supervisar los proyectos de hidrógeno, como la Alliance for Renewable Clean Hydrogen Energy Systems (ARCHES), que está a cargo del centro en California y HyVelocity, Inc, del centro de la Costa del Golfo.Además de estos contratistas, los centros tienen socios individuales para los proyectos que incluyen a compañías de combustibles fósiles. En el centro de la Costa del Golfo, Chevron, ExxonMobil y Shell son solo algunas de las compañías de combustibles fósiles incluidas en la lista de socios proyectados. Los socios del proyecto en los Apalaches incluyen a CNX Resources, Enbridge, Empire Diversified Energy y EQT Corporation; y el centro de California lista a Chevron como uno de sus socios. Esto está sembrando la desconfianza en algunas comunidades.Por ejemplo, en un documento del DOE publicado en agosto, la agencia informó que EQT Corporation, el segundo mayor productor de gas natural del país, organizaría sesiones de escucha comunitaria y trabajaría para establecer un comité asesor comunitario para sus proyectos en el centro de hidrógeno de los Apalaches. EQT ha acumulado infracciones medioambientales en sus pozos de fracking que culminaron en el desalojo de varias familias de Virginia Occidental. La empresa también ha promovido la desinformación sobre el papel de la industria del gas natural en el empeoramiento del cambio climático. “Elegir a EQT para hacerse cargo de esta parte del proceso muestra la falta de involucramiento real con la comunidad, la falta de confianza, la falta de transparencia que ha rodeado el proceso de beneficios colectivos [del centro de hidrógeno de los Apalaches]”, dijo a EHN Matt Mehalik, director ejecutivo del Breathe Project, una coalición de oenegés en el occidente de Pensilvania. “La elección de este administrador ilustra la falta de interés por establecer algún tipo de confianza con las comunidades afectadas”, añadió.Karen Feridun, co-fundadora del grupo activista por el clima de Pensilvania Better Path Coalition, dijo que “si EQT crea un CAC [comité asesor comunitario] será para averiguar qué color de las gorras del ARCH2 [centro de hidrógeno de los Apalaches] prefiere la gente”.EQT Corporation y Battelle no respondieron a múltiples solicitudes de entrevista, ni a las preguntas específicas que les enviamos sobre el proceso de participación y la supuesta falta de transparencia.El DOE también tercerizó la gestión de la participación ciudadana en la Costa del Golfo a una organización local – el Houston Advanced Research Center, o HARC, por sus siglas en inglés. La organización fue fundada en 1982 por George Mitchell, también conocido como “el padre del fracking”, a quien se le atribuyó el auge del petróleo proveniente de esquisto en Texas. En 2001, HARC actualizó su misión en su página web, e incluyó una referencia a la mitigación del riesgo climático y el fomento de las energías limpias. En 2023, la organización incluyó la energía del hidrógeno en su planificación estratégica y en su visión empresarial. Margaret Cook, quien dirige la oficina de equidad climática de HARC y es una representante de sus esfuerzos de participación comunitaria, le dijo a EHN que la organización había contactado a algunos grupos activistas locales para discutir su rol en el proceso de involucramiento ciudadano del centro. Cook dijo que planean incluir una junta asesora conformada por la comunidad que interactuará con las compañías involucradas, y que esta junta aconsejará en cómo deben gastarse los dólares del DOE a nivel regional y comunitario. Adicionalmente, el grupo estará a cargo de organizar los beneficios comunitarios. “Necesitamos entender sus preocupaciones para poder atenderlas”, dijo Cook. “Y necesitamos entender qué perciben ellos como beneficios que realmente les vaya a ayudar, para que así el proyecto pueda dárselo”. Shiv Srivastava, investigadora de política pública para Fenceline Watch, una organización de justicia ambiental de Houston, le dijo a EHN: “Pienso que estamos ante un problema de raíz…tienes organizaciones que son elegidas para ser básicamente el conector con la comunidad, el representante del centro ante la gente. Esto es algo que el Departamento de Energía debería hacer directamente”.Una falta de transparencia y de participación significativaAlgunos describen al East End de Houston como un tablero de ajedrez, donde los límites de sus casas, escuelas y zonas verdes están flanqueados por plantas industriales, aparcamientos, muelles de entrada, chimeneas y refinerías. La comunidad del East End está en el percentil 99 de exposición a tóxicos en el aire (es decir, que están más expuestos que el 99% de la población en Estados Unidos) y es el hogar de una de las fuentes más grandes de contaminación química del estado de Texas. Los residentes de estos barrios, como Srivastava e Yvette Arellano, directorx ejecutivx de Fenceline Watch, temen que esta enorme presencia industrial sólo aumentará con la introducción del hidrógeno. “En lo que respecta a la captura de carbono, al secuestro y la captura directa en el aire, son casi principios básicos de [la producción de] hidrógeno”, afirma Srivastava. “Vemos que el hidrógeno se postula rápidamente como la nueva materia prima para la producción petroquímica, y que desplazará a los combustibles fósiles, lo que, para nuestra comunidad, no funciona, porque igual siguen produciendo estos tóxicos contaminantes”. Arellano le dijo a EHN que Fenceline Watch educa al público sobre proyectos industriales, pero que esta labor ha sido complicada respecto al centro de hidrógeno pues “no hay un proceso de participación ciudadana formal en los siete centro de producción”. La oficina de demostraciones de energías limpias (OCED, por sus siglas en inglés) del DOE auspició nueve sesiones de escucha iniciales para los centros y resumió los comentarios recibidos durante esas reuniones en su página web. El DOE no dejó las grabaciones disponibles para el público general, pero un análisis de EHN de las transcripciones muestran que la mayoría de comentarios expresaron preocupación sobre temas como la seguridad de los empleados, la localización de los oleoductos, la eficacia de la captura de carbono, el impacto de las emisiones, quién regulará estos proyectos, los permisos, la ubicación de los complejos, barreras lingüísticas y la injusticia medioambiental.En la sesión sobre el centro de la Costa del Golfo, la comunidad pidió hacer sesiones formales en las que pudieran presentar sus preguntas por escrito y recibir respuestas escritas en el mismo lenguaje sencillo. “Lo que hemos oído es que esa no es la forma en la que se hace este proceso”, dijo Arellano. “Lo que hemos oído es un silencio sepulcral”. De los 113 comentarios que el DOE transcribió de las sesiones de escucha, 95 expresaron algún tipo de oposición a los proyectos y hubo por lo menos 49 reclamos exigiendo una mayo transparencia y mejor participación ciudadana. EHN también escuchó reclamos más allá de las sesiones de escucha, particularmente relacionadas con la justicia ambiental y la participación ciudadana respecto a todos los centros menos sobre Heartland, que se expandirá a lo largo de Dakota del Norte y del Sur, así como Minnesota (el centro perdió a sus socios clave Marathon Petroleum y TC Energy, así que no es del todo claro si se realizará).En respuesta a las quejas, el DOE publicó un resumen de los puntos clave que escuchó durante las reuniones y cómo esos comentarios estaban siendo incorporados en el proceso de planeación de los centros de producción. Un vocero de la agencia dijo que este tipo de trabajo con las comunidades es nuevo para el DOE y que los proyectos aún están en las primeras etapas, por lo que la agencia todavía está aprendiendo y trabajando para asegurarse de que las preocupaciones de la gente sean atendidas de forma adecuada. Añadieron que la oficina de demostraciones de energías limpias (OCED) ha llevado a cabo más de 70 reuniones con la gente de la comunidad y grupos organizados, funcionarios locales, personal de primeros auxilios, sindicatos y otros grupos comunitarios, y que ha ofrecido sesiones informativas a más de 4.000 personas en las regiones de los centros de hidrógeno.“Tengo preguntas y preocupaciones”, dijo el senador demócrata por el estado de Dakota del Norte, Tim Mathern. “Hasta ahora, he apoyado al proyecto, pues se presenta como una alternativa de combustible más limpia que los fósiles y mejor para nuestro planeta. Pero se ha dado muy poca información sobre los impactos ambientales y me gustaría saber más”.EHN buscó a otros políticos en los 16 estados en donde se realizarán estos proyectos y recibió cinco respuestas, cuatro de ellas provenientes de las regiones en donde se construirá el centro del Pacífico Noroeste. La mayoría de estas respuestas señalaron la necesidad de contar con más información, tal y como lo han expresado sus votantes.“Ha habido relacionamiento con funcionarios locales y algunos funcionarios estatales”, le dijo el representante repúblicano de Montana, Denley Loge, a EHN. “La mayoría [de personas] no entienden bien pero tampoco buscan información por su parte. A nivel local, cuando se han hecho reuniones, muy poquita gente va, pero los rumores desinformados se expanden fácilmente”.La representante demócrata texana Penny Morales Shaw expresó su apoyo al centro de la Costa del Golfo.“Como representante estatal, recibo mucha información de mis constituyentes todos los días sobre la mala calidad del aire y la forma cómo las condiciones ambientales impactan su salud y calidad de vida”, Morales Shaw le dijo a EHN. “Los centros de hidrógeno pueden ayudarnos a alcanzar las emisiones netas de carbono cero y todos queremos asegurarnos de que se logre de forma eficaz y colaborativa”.Las sesiones de escucha del DOE son solo una de las formas en las que las comunidades han pedido mejoras en el proceso de participación. EHN también hizo seguimiento a las solicitudes escritas en relación con la transparencia fuera de estos espacios. Encontramos que:Un grupo de líderes de distintas organizaciones activistas a nivel nacional, incluyendo al Clean Air Task Force, el Environmental Defense Fund y el Natural Resources Defense Counsel, también le pidieron formalmente al DOE mayor transparencia y participación. 54 organizaciones de los Apalaches y grupos de base firmaron una carta dirigida al DOE en la que pedían suspender el proyecto, citando una falta de transparencia y participación.32 grupos de la región del Atlántico Medio firmaron una carta para el DOE diciendo que la primera reunión sobre el proyecto fue inaccesible para muchos residentes y, una vez más, pidiendo mayor transparencia y participación.15 organizaciones de base enviaron una carta al DOE expresando sus frustraciones sobre el mismo tema en el centro del Medio Oeste.Nueve grupos activistas por la justicia y el ambiente en California hicieron un llamado similar relacionado con los mismos problemas.Una coalición de grupos de Texas, California, Washington, Pensilvania, Nuevo México e Indiana pidieron mejorar la transparencia y participación en un reporte.A falta de una participación significativa en los proyectos, una coalición de grupos activistas también ha publicado recientemente su propia “Guía de beneficios comunitarios en el suroeste de Pensilvania” con la esperanza de que el proyecto del centro de hidrógeno de los Apalaches, y otros similares, la utilicen como referencia.Un vocero del DOE dijo que la agencia ha respondido de forma directa a más de 50 cartas pero la mayoría de esas respuestas no están disponibles para el público. Los activistas que recibieron estas respuestas le dijeron a este medio que no se encuentran satisfechos. La agencia se negó a responder nuestras preguntas sobre si estaba trabajando para responder a los reclamos específicos contenidos en dichas misivas. En una presentación inicial sobre los centros, el DOE discutió las etapas de “autorizado / no autorizado” de los proyectos, que requieren que haya participación ciudadana antes de continuar. Esto le hizo creer a muchas comunidades que los proyectos podrían no hacerse si decidían que los costos eran mayores que los beneficios. Resultó ser una apreciación equivocada. “Las comunidades no tienen el derecho a negarse”, dijo el DOE en julio, en un correo electrónico respondiendo a preguntas que les enviaron organizaciones sobre el centro del Atlántico Medio. “Este no es un requisito del programa H2Hubs”.Algunas personas, incluyendo a Feridun de la Better Path Coalition en Pensilvania, se sintieron engañadas. “Nos han repetido una y otra vez lo de estas decisiones de ‘autorizado / no autorizado’ y de cómo participaremos en cada una de ellas, pero eso simplemente no es lo que está ocurriendo”.Los activistas cuestionan qué tan ético es que el gobierno federal pueda autorizar nuevas fuentes de contaminación en comunidades impactadas por la injusticia ambiental, sin que necesiten el consentimiento de las mismas. También hay una percepción generalizada de que los socios industriales de los centros están prosiguiendo con la planeación de reuniones a puerta cerrada con funcionarios de la agencia federal, sin contar con la participación de los ciudadanos.“El DOE apareció en la primera sesión de escucha como un co-anfitrión de la llamada [ junto a los socios industriales]”, dijo Chris Chyung, el director ejecutivo del grupo de activismo ambiental Indiana Conservation Voters, sobre la experiencia en las reuniones sobre el centro de hidrógeno del Medio Oeste. “Esto crea un dilema ético, pues se supone que el DOE debe ser un mediador que supervisa el uso de este dinero y defiende los intereses de los contribuyentes que lo pagan”. En la costa este, el principal contratista del centro del Atlántico Medio organizó reuniones de networking mensuales para los socios corporativos con un costo de participación de entre $25 y $50 dólares y que no están abiertas al público. También estableció un programa de membresías que cuesta entre $2,500 y $10,000 dólares y que le da a sus miembros acceso gratuito a webinars educativos, inscripciones gratuitas para la “Conferencia Anual de Hidrógeno MACH2” y acceso a eventos exclusivos para miembros y a un sitio web con información adicionales sobre los proyectos. En un correo electrónico dirigido a activistas locales que preguntaron porqué estas oportunidades no estaban disponibles para el público general, un vocero del DOE dijo que las reuniones de networking eran para “negocios, startups y otras partes interesadas en la economía de la energía limpia” y que “no están diseñadas para reemplazar los eventos con la comunidad”. “Nuestra preocupación más grande es que muchos de estos proyectos que se están configurando como fundamentales [para el desarrollo del centro del Atlántico Medio] están avanzando sin nuestro involucramiento” le dijo a este medio Tracy Carluccio, quien es la directora adjunta del Delaware Riverkeeper Network. En noviembre de 2023, la oenegé que lidera Carluccio presentó una solicitud FOIA para acceder a estas aplicaciones y a otros contenidos relacionados con el centro en esa región. Cuando recibieron las respuestas en agosto de 2024, se dieron cuenta de que varios proyectos iban mucho más adelante de lo que pensaban. Del mismo modo, cerca de los centros de California, las comunidades han oído promesas de que la producción de hidrógeno sólo provendrá de energías renovables, según Kayla Karimi, abogada de la organización sin ánimo de lucro Center on Race, Poverty and the Environment, con sede en California. Su organización no ha visto ningún contrato o documento que respalde esas promesas más allá de los anuncios iniciales realizados antes de la financiación. Karimi dijo que para obtener información sobre el centro de California más allá de la que aparece en su sitio web, le pidieron a su organización firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés). El acuerdo le pareció “muy punitivo” y dijo que quienes lo firmaran podrían enfrentarse a consecuencias legales por hablar negativamente del centro de California. La organización de Karimi no firmó el acuerdo y abogó por que los miembros de la comunidad no lo hicieran. EHN también habló con Steven Lehat, director ejecutivo de la compañía de inversiones bancarias Colton Alexander, la cual firmó NDAs para acceder a tres comités privados de planeación del centro en California. Si bien los NDA permiten acceder a más información, sería ilegal compartirla con los miembros de la comunidad. Barreras como esta plantean dudas sobre qué tan equitativo es el proceso de participación comunitaria, inclusive en aquellos casos en los que se usarán fuentes de energías renovables. “Los comentarios de la comunidad han sido muy limitados hasta ahora porque no sabemos sobre qué estamos comentando”, Karimi le dijo a EHN. “Pero aún así tampoco sabríamos si están siendo incorporados, porque no nos han dicho nada [y] no se han comunicado con nosotros”. Cuando le preguntamos sobre los NDA, una vocera para ARCHES, la organización supervisando el centro de producción de California, le dijo a EHN que los acuerdos no eran obligatorios para poder participar en los grupos de trabajo relacionados con el trabajo comunitario o los beneficios. “ARCHES mantiene su principio de participación de las partes interesadas y de la comunidad y seguirá trabajando para garantizar que todas las partes interesadas puedan formar parte de nuestras reuniones comunitarias”, dijo la portavoz en un correo electrónico. “Sin embargo, los acuerdos de confidencialidad son necesarios para convertirse en miembro de ARCHES, ya que las empresas miembro deben sentirse seguras compartiendo información sensible o de propiedad intelectual”.El centro del Pacífico Noroeste se diferenció del resto al tener información pública disponible. Keith Curl Dove, un organizador de la Washington Conservation Action, le dijo a EHN que su organización pudo acceder a la ubicación proyectada para muchos de los proyectos y al historial de trabajo con comunidades indígenas, y dijo que la Cámara de Comercio de Washington intentó responder a todas las preguntas y preocupaciones que su organización presentó.Los políticos del estado expresaron una perspectiva similar. “Tengo que decir que, desde el principio, creo que ha habido un amplio proceso de participación de las partes interesadas, que es diferente de un proceso de participación de la comunidad, para averiguar qué empresas, qué industrias, etc., iban a estar dispuestas a hacer las inversiones para complementar la inversión federal y del estado de Washington en nuestro centro de hidrógeno del noroeste [del Pacífico]”, dijo a EHN Alex Ramel, representante demócrata del estado de Washington. “Dos de las cinco refinerías del estado están en mi distrito y hay otras dos en el distrito de al lado, al norte”, dijo. “Esto quiere decir que el 90% de la capacidad de refinado del estado está justo al lado, y las refinerías van a ser uno de los principales lugares de implantación del hidrógeno en el Estado de Washington, y creo que son un primer cliente importante... porque ya utilizan hidrógeno sucio, y esta es una oportunidad para sustituirlo por hidrógeno verde”.En documentos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, el Consejo Asesor sobre Justicia Medioambiental de la Casa Blanca compartió sus preocupaciones sobre los centros de hidrógeno y otras tecnologías de manejo del carbono. “Esta inversión en la “experimentación” de una tecnología que carece de suficiente investigación sobre su seguridad y eficacia crea aún más barreras de desconfianza entre las comunidades afectadas, en particular las que han sido histórica y actualmente son privadas de sus derechos, y los respectivos organismos gubernamentales”, dice el documento.El Consejo añadió que “un planteamiento humano de la gestión del carbono consistiría en dar prioridad a una investigación sólida (no influida por los contaminadores) que incluya un análisis robusto de los posibles riesgos para la salud pública y el medio ambiente”.Estas preocupaciones reflejan las de los individuos en los territorios. “¿De verdad podemos confiar en otro contaminador?” cuestionó Arellano, de Fenceline Watch.Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEste artículo fue traducido por María Paula Rubiano A.Producción y edición de video: Jimmy EvansSobre las autoras: Kristina Marusic cubre temas de salud ambiental y justicia en Pittsburgh y el occidente de Pennsylvania para Environmental Health News. Su nuevo libro, "A New War On Cancer: The Unlikely Heroes Revolutionizing Prevention", revela la existencia de un naciente movimiento a nivel nacional que busca prevenir el cáncer reduciendo la exposición a sustancias químicas cancerígenas en nuestra vida cotidiana. Cami Ferrell es una reportera de vídeo bilingüe para Environmental Health News, radicada en Houston (Texas). Ferrell informa principalmente sobre el desarrollo de la industria petroquímica en la costa del Golfo de Texas.

Esta es la primera parte de una serie de dos entregas. Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEn un día lluvioso de septiembre, Veronica Coptis y sus dos hijos se pararon a orillas del río Monongahela, en un parque cerca a su hogar, observando cómo un par de barcazas cargadas con montones de carbón desaparecían por la ribera.Haz clic aquí para leer este reportaje en inglés. To read and watch a version of this story in English click here.“Me preocupa que no están teniendo en cuenta la cantidad de tráfico industrial que este río ya carga y cuánto más va a agregar el centro de hidrógeno”, le dijo Coptis a EHN.Coptis vive con su esposo y sus hijos en Carmichaels, en Pensilvania, un pueblo otrora dedicado al carbón cercano a la frontera con Virginia Occidental, con unos 434 habitantes. La autoridad hídrica local usa al río Monongahela como fuente de agua. Contaminantes asociados a la actividad industrial y potencialmente cancerígenos, como el bromodiclorometano, cloroformo y dibromoclorometano, se han detectado en el agua potable de la comunidad.Coptis creció rodeada de mineros del carbón, pero se convirtió en una activista contra este mineral y el fracking después de ser testigo de los daños ambientales causados por la industria de combustibles fósiles. Ahora, ve una nueva batalla en el horizonte: el Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches, una extensa red de infraestructura que usará principalmente gas natural para crear hidrógeno, que luego será usado como combustible. Se espera que parte del nuevo centro de hidrógeno sea construido en La Belle, que está a unos 30 minutos en auto hacia el norte del río Monongahela desde su casa.“Me preocupa mucho qué tan grande va a ser este complejo industrial y cómo serán sus emisiones, y si va a aumentar el tráfico en el río y las carreteras”, dijo Coptis, quien trabaja como consejera senior en la oenegé climática Taproot Earth. “También me preocupa que, debido a que esto va a ser hidrógeno azul, aumente la demanda de fracking, y yo ya vivo rodeada de pozos de fracking”.El Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches es una de las siete redes de este tipo de infraestructuras propuestas hace un año y financiadas con fondos federales. Son una iniciativa que nació de la Ley Bipartidista de Infraestructura que la administración de Biden logró pasar en 2021. El hidrógeno creado en los centros, que provendrá tanto de fuentes renovables como de combustibles fósiles, será usado por industrias que son difíciles de electrificar, como la siderurgia, la construcción y la producción de petroquímicos.Los centros apoyan el objetivo de la administración de Biden de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el país para 2050 y lograr una red eléctrica 100% “limpia” para 2035. Los siete centros de hidrógeno, que están en diversas etapas de desarrollo pero en su mayoría están en la planeación y la selección de sitios, fueron considerados como proyectos de energías limpias bajo la administración de Biden, incluyendo aquellos que usarán combustibles fósiles para la producción.En marzo y mayo, Coptis asistió a unas sesiones de escucha organizadas por los socios industriales del proyecto y por el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE, por sus siglas en inglés), que es la entidad encargada del desarrollo de los centros y de repartir los $7 mil millones en fondos federales para ellos. Esperaba que las sesiones le dieran respuestas, como por ejemplo exactamente donde se ubicaran las instalaciones y qué pasaría en ellas. Sin embargo, salió con aún más preguntas. Las aplicaciones iniciales que los socios industriales presentaron ante el DOE, que incluyeron cronogramas, costos estimados, detalles de las posibles ubicaciones y estimaciones de los impactos en el medio ambiente y la salud, fueron mantenidas en secreto por la agencia a pesar de las frecuentes peticiones de los miembros de la comunidad para que se compartieran esos detalles.“El Departamento de Energía y las compañías involucradas no han sido transparentes”, dijo Coptis. “No es posible que las comunidades demos aportes significativos sobre los proyectos cuando literalmente no sabemos nada sobre ellos”. En 2023, la administración de Biden logró aprobar una serie de políticas federales históricas que le ordenaron a 80 agencias nacionales priorizar la justicia medioambiental en todas sus decisiones. El DOE prometió ser un ejemplo a través de los centros de hidrógeno, pero, hasta ahora, esto no ha sucedido, de acuerdo con más de 30 miembros de las comunidades potencialmente afectadas y activistas con los cuales EHN habló. Afirman que los detalles siguen siendo confusos, que las consultas públicas sólo se planifican después de que los socios de la industria ya han recibido millones de dólares en fondos públicos y que las comunidades no intervienen en la toma de decisiones.“Las promesas que el DOE ha hecho no han sido cumplidas, de acuerdo con la definición de justicia ambiental de la misma entidad”, dijo a EHN Batoul Al-Sadi, un asociado senior en Natural Resources Defense Council (NRDC), un grupo ambientalista nacional que ha estado presionando para que haya una mayor transparencia en los centros de hidrógeno. Nuestra investigación también encontró que:En las sesiones iniciales de escucha sobre los centros, 95 de los 113 comentarios públicos que fueron presentados expresaron oposición a los proyectos.49 de los 113 comentarios expresaron preocupación sobre la falta de transparencia y participación significativa de las comunidades.Más de 100 grupos ambientalistas regionales y nacionales le han enviado cartas al DOE pidiéndole mayor transparencia y mejoras en sus procesos de diálogo con las comunidades.Las comunidades no tienen el derecho de rehusarse a la llegada de los centros de hidrógeno si se prueba que los daños serán mayores que los beneficios.El DOE no se está adhiriendo a sus propios planes de participación comunitaria, de acuerdo con expertos y activistas.“Hoy, las regulaciones [federales de justicia ambiental] están mejor que nunca”, dijo a EHN Stephen Schima, un experto en regulaciones ambientales y consejero legislativo senior en Earthjustice. “Las agencias tienen la oportunidad de hacer esto de forma correcta… solo es una cuestión de implementación, que ha probado ser un gran reto hasta ahora”.Ante nuestras preguntas sobre la transparencia y la participación comunitaria en estos procesos, el DOE respondió a EHN que la agencia “está enfocada en conseguir que estos proyectos sean seleccionados para negociar su adjudicación oficialmente ... Una vez adjudicados, el DOE dará a conocer más detalles sobre los mismos”.Los residentes de las siete comunidades de los centros de hidrógeno temen que, una vez se hayan distribuido millones de dólares en financiación federal para estos proyectos, sus aportes serán irrelevantes.En julio, los centros de los Apalaches y de California ya habían recibido cada uno $30 millones de dólares y el centro del Pacífico Noroeste ya había recibido $27,5 millones en fondos federales. La financiación para el resto de centros sigue en trámite. En total, se prevé que los siete centros planeados recibirán unos $7 mil millones de dólares en fondos públicos federales.Jalonne White-Newsome, la jefa de justicia ambiental del Consejo de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, dijo que es consciente de que las comunidades están frustradas por los centros de hidrógeno. “Paso mucho tiempo trabajando con nuestros colegas del Departamento de Energía [y otras agencias federales] asegurándonos de que estamos apoyando la llegada segura de estas tecnologías”, White-Newsome le dijo a EHN. “Sigo escuchando de muchas formas distintas las preocupaciones de las comunidades: que no hay transparencia, que no hay suficiente información, que hay miedo a la tecnología”.“Entiendo todas esas preocupaciones”, dijo White-Newsome, quien añadió que el Consejo Asesor de Justicia Medioambiental de la Casa Blanca creó un grupo de trabajo de líderes de justicia medioambiental de todo el país para abordar las tecnologías de captura de carbono y el hidrógeno, y está trabajando con un equipo interno, incluidos los socios de la agencia federal en el DOE, “sobre cómo abordar todas las cuestiones que ha planteado este organismo”.Los activistas temen que estas medidas sean insuficientes.“Incluso si éste fuera el mejor proyecto de energía verde, no contaminante y más renovable que llegara a los Apalaches, este proceso no se está ajustando a los principios de justicia ambiental”, señaló Coptis.Justicia ambiental y preocupaciones por la contaminación Los centros de hidrógeno fueron presentados como una bendición para las comunidades afectadas por la injusticia medioambiental que les traería empleos y desarrollo económico, una reducción en la contaminación aérea producto de un menor uso de combustibles fósiles y la promesa de convertirse en protagonistas de la transición energética en Estados Unidos.Pero más de 140 organizaciones por la justicia ambiental han firmado cartas públicas resaltando las formas en las que la energía del hidrógeno podría prolongar el uso de combustibles fósiles, crear riesgos y empeorar la contaminación del aire local, de acuerdo con un reporte publicado por la EFI Foundation.Los centros del Atlántico Medio y del Medio Oeste prevén utilizar energías renovables y energía nuclear además de combustibles fósiles, mientras que los centros de California, el Noroeste del Pacífico y Heartland prevén utilizar combinaciones de energías renovables, biomasa y energía nuclear. Los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo prevén utilizar principalmente combustibles fósiles.Los centros de hidrógeno serán una densa red de infraestructuras que se extenderán a lo largo de vastas regiones geográficas. Muchos de sus componentes están siendo planeados para aterrizar en comunidades que han sido desproporcionadamente afectadas por la contaminación (principalmente producto de la extracción de combustibles fósiles), para aprovechar la infraestructura ya existente. Por ejemplo, la región del Canal de Houston, el Inland Empire en California y el noroeste de Indiana incluyen comunidades afectadas por la injusticia ambiental y todas están esperando la llegada tentativa de infraestructuras de los centros de hidrógeno. Las tres regiones figuran entre los peores lugares del país en cuanto a contaminación atmosférica. El DOE ha dicho que los proyectos solo serán premiados si demuestran que tienen planes para minimizar los impactos negativos y para proveer beneficios para estas comunidades, pero hasta ahora las poblaciones que están esperando la llegada de los centros de hidrógeno dicen que no han visto ningún tipo de información sobre cómo los socios de los proyectos planean hacer esto (alguna información ha sido compartido en el plan de beneficios comunitarios en el de California). La gente está preocupada de que los centros añadan nuevas fuentes de contaminación industrial a las comunidades ya contaminadas, mientras que los datos sobre los impactos acumulativos de las redes existentes y ampliadas de infraestructuras energéticas siguen siendo escasos. Las preocupaciones sobre los riesgos de salud son especialmente pronunciados alrededor de los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo debido a su gran dependencia de los combustibles fósiles. EHN escuchó voces preocupadas por las nuevas emisiones procedentes del tráfico de camiones y barcazas, el posible uso del dominio eminente para confiscar propiedades privadas para construir oleoductos, el riesgo de que los oleoductos exploten o tengan fugas y el aumento de las emisiones de óxido de nitrógeno procedentes de la combustión final del combustible de hidrógeno, que contribuiría a aumentar los niveles de contaminación por partículas y ozono. La exposición a este tipo de contaminantes se ha relacionado con múltiples efectos negativos, incluyendo un aumento en el riesgo de cáncer, enfermedades respiratorias y del corazón, nacimientos prematuros y bajos pesos al nacer.También hay preocupaciones por la dependencia de estos centros de las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, las cuales son necesarias para transformar combustibles fósiles en hidrógeno, pero no serán necesarias en aquellos centros que no usen combustibles fósiles para su producción.La tecnología de captura del carbono es controversial, pues muchos expertos y activistas la consideran una forma de prolongar el uso de combustibles fósiles y han expresado que esta tecnología podría empeorar el cambio climático debido al enorme consumo energético que requiere su implementación. Adicionalmente, debido a que el CO2 capturado contiene sustancias tóxicas, como compuestos orgánicos volátiles y mercurio, la técnica puede plantear riesgos para las aguas subterráneas, el suelo y el aire a través de fugas. El mes pasado, las autoridades informaron de que la primera planta comercial de secuestro de carbono del país, en Illinois, había tenido dos fugas este año bajo el lago Decatur, una fuente de agua potable para el poblado de Decatur. La empresa propietaria de la planta, ADM, no informó a las autoridades de las fugas durante meses. “Se trata de comunidades muy arraigadas a procesos extractivos como la minería del carbón y el gas natural, por lo que la llegada de constructores que les proponen algo no es nada nuevo para ellos. Pero cuando se enteran de que los constructores no están interesados en extraer, sino en depositar, en inyectar, se les abren los ojos”, dijo a EHN Ethan Story, director de defensa y abogado del Center for Coalfield Justice, un grupo de defensa de la salud comunitaria del oeste de Pensilvania.Asociados con el sector de los combustibles fósilesCada centro de hidrógeno cuenta con una empresa, una organización sin ánimo de lucro o una asociación público-privada que supervisa el proyecto. Esta organización está a cargo de crear la propuesta, seleccionar los proyectos, facilitar la participación, recibir y distribuir los fondos federales y actuar como un puente entre el DOE y los socios industriales. Además de la inversión de $7 mil millones de dólares, la financiación para los centros de hidrógeno incluirá inversiones privadas significativas, incentivadas por la Ley de Reducción de la Inflación. Algunos de los principales contratistas existían antes de que se lanzaran los centros, como Battelle, que está a cargo del centro en los Apalaches, o como el Energy & Environmental Research Center, encargado del centro Heartland. Otros se formaron específicamente para supervisar los proyectos de hidrógeno, como la Alliance for Renewable Clean Hydrogen Energy Systems (ARCHES), que está a cargo del centro en California y HyVelocity, Inc, del centro de la Costa del Golfo.Además de estos contratistas, los centros tienen socios individuales para los proyectos que incluyen a compañías de combustibles fósiles. En el centro de la Costa del Golfo, Chevron, ExxonMobil y Shell son solo algunas de las compañías de combustibles fósiles incluidas en la lista de socios proyectados. Los socios del proyecto en los Apalaches incluyen a CNX Resources, Enbridge, Empire Diversified Energy y EQT Corporation; y el centro de California lista a Chevron como uno de sus socios. Esto está sembrando la desconfianza en algunas comunidades.Por ejemplo, en un documento del DOE publicado en agosto, la agencia informó que EQT Corporation, el segundo mayor productor de gas natural del país, organizaría sesiones de escucha comunitaria y trabajaría para establecer un comité asesor comunitario para sus proyectos en el centro de hidrógeno de los Apalaches. EQT ha acumulado infracciones medioambientales en sus pozos de fracking que culminaron en el desalojo de varias familias de Virginia Occidental. La empresa también ha promovido la desinformación sobre el papel de la industria del gas natural en el empeoramiento del cambio climático. “Elegir a EQT para hacerse cargo de esta parte del proceso muestra la falta de involucramiento real con la comunidad, la falta de confianza, la falta de transparencia que ha rodeado el proceso de beneficios colectivos [del centro de hidrógeno de los Apalaches]”, dijo a EHN Matt Mehalik, director ejecutivo del Breathe Project, una coalición de oenegés en el occidente de Pensilvania. “La elección de este administrador ilustra la falta de interés por establecer algún tipo de confianza con las comunidades afectadas”, añadió.Karen Feridun, co-fundadora del grupo activista por el clima de Pensilvania Better Path Coalition, dijo que “si EQT crea un CAC [comité asesor comunitario] será para averiguar qué color de las gorras del ARCH2 [centro de hidrógeno de los Apalaches] prefiere la gente”.EQT Corporation y Battelle no respondieron a múltiples solicitudes de entrevista, ni a las preguntas específicas que les enviamos sobre el proceso de participación y la supuesta falta de transparencia.El DOE también tercerizó la gestión de la participación ciudadana en la Costa del Golfo a una organización local – el Houston Advanced Research Center, o HARC, por sus siglas en inglés. La organización fue fundada en 1982 por George Mitchell, también conocido como “el padre del fracking”, a quien se le atribuyó el auge del petróleo proveniente de esquisto en Texas. En 2001, HARC actualizó su misión en su página web, e incluyó una referencia a la mitigación del riesgo climático y el fomento de las energías limpias. En 2023, la organización incluyó la energía del hidrógeno en su planificación estratégica y en su visión empresarial. Margaret Cook, quien dirige la oficina de equidad climática de HARC y es una representante de sus esfuerzos de participación comunitaria, le dijo a EHN que la organización había contactado a algunos grupos activistas locales para discutir su rol en el proceso de involucramiento ciudadano del centro. Cook dijo que planean incluir una junta asesora conformada por la comunidad que interactuará con las compañías involucradas, y que esta junta aconsejará en cómo deben gastarse los dólares del DOE a nivel regional y comunitario. Adicionalmente, el grupo estará a cargo de organizar los beneficios comunitarios. “Necesitamos entender sus preocupaciones para poder atenderlas”, dijo Cook. “Y necesitamos entender qué perciben ellos como beneficios que realmente les vaya a ayudar, para que así el proyecto pueda dárselo”. Shiv Srivastava, investigadora de política pública para Fenceline Watch, una organización de justicia ambiental de Houston, le dijo a EHN: “Pienso que estamos ante un problema de raíz…tienes organizaciones que son elegidas para ser básicamente el conector con la comunidad, el representante del centro ante la gente. Esto es algo que el Departamento de Energía debería hacer directamente”.Una falta de transparencia y de participación significativaAlgunos describen al East End de Houston como un tablero de ajedrez, donde los límites de sus casas, escuelas y zonas verdes están flanqueados por plantas industriales, aparcamientos, muelles de entrada, chimeneas y refinerías. La comunidad del East End está en el percentil 99 de exposición a tóxicos en el aire (es decir, que están más expuestos que el 99% de la población en Estados Unidos) y es el hogar de una de las fuentes más grandes de contaminación química del estado de Texas. Los residentes de estos barrios, como Srivastava e Yvette Arellano, directorx ejecutivx de Fenceline Watch, temen que esta enorme presencia industrial sólo aumentará con la introducción del hidrógeno. “En lo que respecta a la captura de carbono, al secuestro y la captura directa en el aire, son casi principios básicos de [la producción de] hidrógeno”, afirma Srivastava. “Vemos que el hidrógeno se postula rápidamente como la nueva materia prima para la producción petroquímica, y que desplazará a los combustibles fósiles, lo que, para nuestra comunidad, no funciona, porque igual siguen produciendo estos tóxicos contaminantes”. Arellano le dijo a EHN que Fenceline Watch educa al público sobre proyectos industriales, pero que esta labor ha sido complicada respecto al centro de hidrógeno pues “no hay un proceso de participación ciudadana formal en los siete centro de producción”. La oficina de demostraciones de energías limpias (OCED, por sus siglas en inglés) del DOE auspició nueve sesiones de escucha iniciales para los centros y resumió los comentarios recibidos durante esas reuniones en su página web. El DOE no dejó las grabaciones disponibles para el público general, pero un análisis de EHN de las transcripciones muestran que la mayoría de comentarios expresaron preocupación sobre temas como la seguridad de los empleados, la localización de los oleoductos, la eficacia de la captura de carbono, el impacto de las emisiones, quién regulará estos proyectos, los permisos, la ubicación de los complejos, barreras lingüísticas y la injusticia medioambiental.En la sesión sobre el centro de la Costa del Golfo, la comunidad pidió hacer sesiones formales en las que pudieran presentar sus preguntas por escrito y recibir respuestas escritas en el mismo lenguaje sencillo. “Lo que hemos oído es que esa no es la forma en la que se hace este proceso”, dijo Arellano. “Lo que hemos oído es un silencio sepulcral”. De los 113 comentarios que el DOE transcribió de las sesiones de escucha, 95 expresaron algún tipo de oposición a los proyectos y hubo por lo menos 49 reclamos exigiendo una mayo transparencia y mejor participación ciudadana. EHN también escuchó reclamos más allá de las sesiones de escucha, particularmente relacionadas con la justicia ambiental y la participación ciudadana respecto a todos los centros menos sobre Heartland, que se expandirá a lo largo de Dakota del Norte y del Sur, así como Minnesota (el centro perdió a sus socios clave Marathon Petroleum y TC Energy, así que no es del todo claro si se realizará).En respuesta a las quejas, el DOE publicó un resumen de los puntos clave que escuchó durante las reuniones y cómo esos comentarios estaban siendo incorporados en el proceso de planeación de los centros de producción. Un vocero de la agencia dijo que este tipo de trabajo con las comunidades es nuevo para el DOE y que los proyectos aún están en las primeras etapas, por lo que la agencia todavía está aprendiendo y trabajando para asegurarse de que las preocupaciones de la gente sean atendidas de forma adecuada. Añadieron que la oficina de demostraciones de energías limpias (OCED) ha llevado a cabo más de 70 reuniones con la gente de la comunidad y grupos organizados, funcionarios locales, personal de primeros auxilios, sindicatos y otros grupos comunitarios, y que ha ofrecido sesiones informativas a más de 4.000 personas en las regiones de los centros de hidrógeno.“Tengo preguntas y preocupaciones”, dijo el senador demócrata por el estado de Dakota del Norte, Tim Mathern. “Hasta ahora, he apoyado al proyecto, pues se presenta como una alternativa de combustible más limpia que los fósiles y mejor para nuestro planeta. Pero se ha dado muy poca información sobre los impactos ambientales y me gustaría saber más”.EHN buscó a otros políticos en los 16 estados en donde se realizarán estos proyectos y recibió cinco respuestas, cuatro de ellas provenientes de las regiones en donde se construirá el centro del Pacífico Noroeste. La mayoría de estas respuestas señalaron la necesidad de contar con más información, tal y como lo han expresado sus votantes.“Ha habido relacionamiento con funcionarios locales y algunos funcionarios estatales”, le dijo el representante repúblicano de Montana, Denley Loge, a EHN. “La mayoría [de personas] no entienden bien pero tampoco buscan información por su parte. A nivel local, cuando se han hecho reuniones, muy poquita gente va, pero los rumores desinformados se expanden fácilmente”.La representante demócrata texana Penny Morales Shaw expresó su apoyo al centro de la Costa del Golfo.“Como representante estatal, recibo mucha información de mis constituyentes todos los días sobre la mala calidad del aire y la forma cómo las condiciones ambientales impactan su salud y calidad de vida”, Morales Shaw le dijo a EHN. “Los centros de hidrógeno pueden ayudarnos a alcanzar las emisiones netas de carbono cero y todos queremos asegurarnos de que se logre de forma eficaz y colaborativa”.Las sesiones de escucha del DOE son solo una de las formas en las que las comunidades han pedido mejoras en el proceso de participación. EHN también hizo seguimiento a las solicitudes escritas en relación con la transparencia fuera de estos espacios. Encontramos que:Un grupo de líderes de distintas organizaciones activistas a nivel nacional, incluyendo al Clean Air Task Force, el Environmental Defense Fund y el Natural Resources Defense Counsel, también le pidieron formalmente al DOE mayor transparencia y participación. 54 organizaciones de los Apalaches y grupos de base firmaron una carta dirigida al DOE en la que pedían suspender el proyecto, citando una falta de transparencia y participación.32 grupos de la región del Atlántico Medio firmaron una carta para el DOE diciendo que la primera reunión sobre el proyecto fue inaccesible para muchos residentes y, una vez más, pidiendo mayor transparencia y participación.15 organizaciones de base enviaron una carta al DOE expresando sus frustraciones sobre el mismo tema en el centro del Medio Oeste.Nueve grupos activistas por la justicia y el ambiente en California hicieron un llamado similar relacionado con los mismos problemas.Una coalición de grupos de Texas, California, Washington, Pensilvania, Nuevo México e Indiana pidieron mejorar la transparencia y participación en un reporte.A falta de una participación significativa en los proyectos, una coalición de grupos activistas también ha publicado recientemente su propia “Guía de beneficios comunitarios en el suroeste de Pensilvania” con la esperanza de que el proyecto del centro de hidrógeno de los Apalaches, y otros similares, la utilicen como referencia.Un vocero del DOE dijo que la agencia ha respondido de forma directa a más de 50 cartas pero la mayoría de esas respuestas no están disponibles para el público. Los activistas que recibieron estas respuestas le dijeron a este medio que no se encuentran satisfechos. La agencia se negó a responder nuestras preguntas sobre si estaba trabajando para responder a los reclamos específicos contenidos en dichas misivas. En una presentación inicial sobre los centros, el DOE discutió las etapas de “autorizado / no autorizado” de los proyectos, que requieren que haya participación ciudadana antes de continuar. Esto le hizo creer a muchas comunidades que los proyectos podrían no hacerse si decidían que los costos eran mayores que los beneficios. Resultó ser una apreciación equivocada. “Las comunidades no tienen el derecho a negarse”, dijo el DOE en julio, en un correo electrónico respondiendo a preguntas que les enviaron organizaciones sobre el centro del Atlántico Medio. “Este no es un requisito del programa H2Hubs”.Algunas personas, incluyendo a Feridun de la Better Path Coalition en Pensilvania, se sintieron engañadas. “Nos han repetido una y otra vez lo de estas decisiones de ‘autorizado / no autorizado’ y de cómo participaremos en cada una de ellas, pero eso simplemente no es lo que está ocurriendo”.Los activistas cuestionan qué tan ético es que el gobierno federal pueda autorizar nuevas fuentes de contaminación en comunidades impactadas por la injusticia ambiental, sin que necesiten el consentimiento de las mismas. También hay una percepción generalizada de que los socios industriales de los centros están prosiguiendo con la planeación de reuniones a puerta cerrada con funcionarios de la agencia federal, sin contar con la participación de los ciudadanos.“El DOE apareció en la primera sesión de escucha como un co-anfitrión de la llamada [ junto a los socios industriales]”, dijo Chris Chyung, el director ejecutivo del grupo de activismo ambiental Indiana Conservation Voters, sobre la experiencia en las reuniones sobre el centro de hidrógeno del Medio Oeste. “Esto crea un dilema ético, pues se supone que el DOE debe ser un mediador que supervisa el uso de este dinero y defiende los intereses de los contribuyentes que lo pagan”. En la costa este, el principal contratista del centro del Atlántico Medio organizó reuniones de networking mensuales para los socios corporativos con un costo de participación de entre $25 y $50 dólares y que no están abiertas al público. También estableció un programa de membresías que cuesta entre $2,500 y $10,000 dólares y que le da a sus miembros acceso gratuito a webinars educativos, inscripciones gratuitas para la “Conferencia Anual de Hidrógeno MACH2” y acceso a eventos exclusivos para miembros y a un sitio web con información adicionales sobre los proyectos. En un correo electrónico dirigido a activistas locales que preguntaron porqué estas oportunidades no estaban disponibles para el público general, un vocero del DOE dijo que las reuniones de networking eran para “negocios, startups y otras partes interesadas en la economía de la energía limpia” y que “no están diseñadas para reemplazar los eventos con la comunidad”. “Nuestra preocupación más grande es que muchos de estos proyectos que se están configurando como fundamentales [para el desarrollo del centro del Atlántico Medio] están avanzando sin nuestro involucramiento” le dijo a este medio Tracy Carluccio, quien es la directora adjunta del Delaware Riverkeeper Network. En noviembre de 2023, la oenegé que lidera Carluccio presentó una solicitud FOIA para acceder a estas aplicaciones y a otros contenidos relacionados con el centro en esa región. Cuando recibieron las respuestas en agosto de 2024, se dieron cuenta de que varios proyectos iban mucho más adelante de lo que pensaban. Del mismo modo, cerca de los centros de California, las comunidades han oído promesas de que la producción de hidrógeno sólo provendrá de energías renovables, según Kayla Karimi, abogada de la organización sin ánimo de lucro Center on Race, Poverty and the Environment, con sede en California. Su organización no ha visto ningún contrato o documento que respalde esas promesas más allá de los anuncios iniciales realizados antes de la financiación. Karimi dijo que para obtener información sobre el centro de California más allá de la que aparece en su sitio web, le pidieron a su organización firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés). El acuerdo le pareció “muy punitivo” y dijo que quienes lo firmaran podrían enfrentarse a consecuencias legales por hablar negativamente del centro de California. La organización de Karimi no firmó el acuerdo y abogó por que los miembros de la comunidad no lo hicieran. EHN también habló con Steven Lehat, director ejecutivo de la compañía de inversiones bancarias Colton Alexander, la cual firmó NDAs para acceder a tres comités privados de planeación del centro en California. Si bien los NDA permiten acceder a más información, sería ilegal compartirla con los miembros de la comunidad. Barreras como esta plantean dudas sobre qué tan equitativo es el proceso de participación comunitaria, inclusive en aquellos casos en los que se usarán fuentes de energías renovables. “Los comentarios de la comunidad han sido muy limitados hasta ahora porque no sabemos sobre qué estamos comentando”, Karimi le dijo a EHN. “Pero aún así tampoco sabríamos si están siendo incorporados, porque no nos han dicho nada [y] no se han comunicado con nosotros”. Cuando le preguntamos sobre los NDA, una vocera para ARCHES, la organización supervisando el centro de producción de California, le dijo a EHN que los acuerdos no eran obligatorios para poder participar en los grupos de trabajo relacionados con el trabajo comunitario o los beneficios. “ARCHES mantiene su principio de participación de las partes interesadas y de la comunidad y seguirá trabajando para garantizar que todas las partes interesadas puedan formar parte de nuestras reuniones comunitarias”, dijo la portavoz en un correo electrónico. “Sin embargo, los acuerdos de confidencialidad son necesarios para convertirse en miembro de ARCHES, ya que las empresas miembro deben sentirse seguras compartiendo información sensible o de propiedad intelectual”.El centro del Pacífico Noroeste se diferenció del resto al tener información pública disponible. Keith Curl Dove, un organizador de la Washington Conservation Action, le dijo a EHN que su organización pudo acceder a la ubicación proyectada para muchos de los proyectos y al historial de trabajo con comunidades indígenas, y dijo que la Cámara de Comercio de Washington intentó responder a todas las preguntas y preocupaciones que su organización presentó.Los políticos del estado expresaron una perspectiva similar. “Tengo que decir que, desde el principio, creo que ha habido un amplio proceso de participación de las partes interesadas, que es diferente de un proceso de participación de la comunidad, para averiguar qué empresas, qué industrias, etc., iban a estar dispuestas a hacer las inversiones para complementar la inversión federal y del estado de Washington en nuestro centro de hidrógeno del noroeste [del Pacífico]”, dijo a EHN Alex Ramel, representante demócrata del estado de Washington. “Dos de las cinco refinerías del estado están en mi distrito y hay otras dos en el distrito de al lado, al norte”, dijo. “Esto quiere decir que el 90% de la capacidad de refinado del estado está justo al lado, y las refinerías van a ser uno de los principales lugares de implantación del hidrógeno en el Estado de Washington, y creo que son un primer cliente importante... porque ya utilizan hidrógeno sucio, y esta es una oportunidad para sustituirlo por hidrógeno verde”.En documentos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, el Consejo Asesor sobre Justicia Medioambiental de la Casa Blanca compartió sus preocupaciones sobre los centros de hidrógeno y otras tecnologías de manejo del carbono. “Esta inversión en la “experimentación” de una tecnología que carece de suficiente investigación sobre su seguridad y eficacia crea aún más barreras de desconfianza entre las comunidades afectadas, en particular las que han sido histórica y actualmente son privadas de sus derechos, y los respectivos organismos gubernamentales”, dice el documento.El Consejo añadió que “un planteamiento humano de la gestión del carbono consistiría en dar prioridad a una investigación sólida (no influida por los contaminadores) que incluya un análisis robusto de los posibles riesgos para la salud pública y el medio ambiente”.Estas preocupaciones reflejan las de los individuos en los territorios. “¿De verdad podemos confiar en otro contaminador?” cuestionó Arellano, de Fenceline Watch.Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEste artículo fue traducido por María Paula Rubiano A.Producción y edición de video: Jimmy EvansSobre las autoras: Kristina Marusic cubre temas de salud ambiental y justicia en Pittsburgh y el occidente de Pennsylvania para Environmental Health News. Su nuevo libro, "A New War On Cancer: The Unlikely Heroes Revolutionizing Prevention", revela la existencia de un naciente movimiento a nivel nacional que busca prevenir el cáncer reduciendo la exposición a sustancias químicas cancerígenas en nuestra vida cotidiana. Cami Ferrell es una reportera de vídeo bilingüe para Environmental Health News, radicada en Houston (Texas). Ferrell informa principalmente sobre el desarrollo de la industria petroquímica en la costa del Golfo de Texas.



Esta es la primera parte de una serie de dos entregas. Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federales



En un día lluvioso de septiembre, Veronica Coptis y sus dos hijos se pararon a orillas del río

Monongahela, en un parque cerca a su hogar, observando cómo un par de barcazas cargadas con montones de carbón desaparecían por la ribera.

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“Me preocupa que no están teniendo en cuenta la cantidad de tráfico industrial que este río ya carga y cuánto más va a agregar el centro de hidrógeno”, le dijo Coptis a EHN.

Coptis vive con su esposo y sus hijos en Carmichaels, en Pensilvania, un pueblo otrora dedicado al carbón cercano a la frontera con Virginia Occidental, con unos 434 habitantes. La autoridad hídrica local usa al río Monongahela como fuente de agua. Contaminantes asociados a la actividad industrial y potencialmente cancerígenos, como el bromodiclorometano, cloroformo y dibromoclorometano, se han detectado en el agua potable de la comunidad.

Coptis creció rodeada de mineros del carbón, pero se convirtió en una activista contra este mineral y el fracking después de ser testigo de los daños ambientales causados por la industria de combustibles fósiles.

Ahora, ve una nueva batalla en el horizonte: el Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches, una extensa red de infraestructura que usará principalmente gas natural para crear hidrógeno, que luego será usado como combustible. Se espera que parte del nuevo centro de hidrógeno sea construido en La Belle, que está a unos 30 minutos en auto hacia el norte del río Monongahela desde su casa.

“Me preocupa mucho qué tan grande va a ser este complejo industrial y cómo serán sus emisiones, y si va a aumentar el tráfico en el río y las carreteras”, dijo Coptis, quien trabaja como consejera senior en la oenegé climática Taproot Earth. “También me preocupa que, debido a que esto va a ser hidrógeno azul, aumente la demanda de fracking, y yo ya vivo rodeada de pozos de fracking”.


Pennsylvania activist Veronica Coptis with her two children near a river


carmichaels, pennsylvania, hydrogen hub

El Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches es una de las siete redes de este tipo de infraestructuras propuestas hace un año y financiadas con fondos federales. Son una iniciativa que nació de la Ley Bipartidista de Infraestructura que la administración de Biden logró pasar en 2021. El hidrógeno creado en los centros, que provendrá tanto de fuentes renovables como de combustibles fósiles, será usado por industrias que son difíciles de electrificar, como la siderurgia, la construcción y la producción de petroquímicos.

Los centros apoyan el objetivo de la administración de Biden de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el país para 2050 y lograr una red eléctrica 100% “limpia” para 2035. Los siete centros de hidrógeno, que están en diversas etapas de desarrollo pero en su mayoría están en la planeación y la selección de sitios, fueron considerados como proyectos de energías limpias bajo la administración de Biden, incluyendo aquellos que usarán combustibles fósiles para la producción.


map of proposed US hydrogen hubs

En marzo y mayo, Coptis asistió a unas sesiones de escucha organizadas por los socios industriales del proyecto y por el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE, por sus siglas en inglés), que es la entidad encargada del desarrollo de los centros y de repartir los $7 mil millones en fondos federales para ellos. Esperaba que las sesiones le dieran respuestas, como por ejemplo exactamente donde se ubicaran las instalaciones y qué pasaría en ellas. Sin embargo, salió con aún más preguntas.

Las aplicaciones iniciales que los socios industriales presentaron ante el DOE, que incluyeron cronogramas, costos estimados, detalles de las posibles ubicaciones y estimaciones de los impactos en el medio ambiente y la salud, fueron mantenidas en secreto por la agencia a pesar de las frecuentes peticiones de los miembros de la comunidad para que se compartieran esos detalles.

“El Departamento de Energía y las compañías involucradas no han sido transparentes”, dijo Coptis. “No es posible que las comunidades demos aportes significativos sobre los proyectos cuando literalmente no sabemos nada sobre ellos”.

En 2023, la administración de Biden logró aprobar una serie de políticas federales históricas que le ordenaron a 80 agencias nacionales priorizar la justicia medioambiental en todas sus decisiones. El DOE prometió ser un ejemplo a través de los centros de hidrógeno, pero, hasta ahora, esto no ha sucedido, de acuerdo con más de 30 miembros de las comunidades potencialmente afectadas y activistas con los cuales EHN habló. Afirman que los detalles siguen siendo confusos, que las consultas públicas sólo se planifican después de que los socios de la industria ya han recibido millones de dólares en fondos públicos y que las comunidades no intervienen en la toma de decisiones.

“Las promesas que el DOE ha hecho no han sido cumplidas, de acuerdo con la definición de justicia ambiental de la misma entidad”, dijo a EHN Batoul Al-Sadi, un asociado senior en Natural Resources Defense Council (NRDC), un grupo ambientalista nacional que ha estado presionando para que haya una mayor transparencia en los centros de hidrógeno.

Nuestra investigación también encontró que:

  • En las sesiones iniciales de escucha sobre los centros, 95 de los 113 comentarios públicos que fueron presentados expresaron oposición a los proyectos.
  • 49 de los 113 comentarios expresaron preocupación sobre la falta de transparencia y participación significativa de las comunidades.
  • Más de 100 grupos ambientalistas regionales y nacionales le han enviado cartas al DOE pidiéndole mayor transparencia y mejoras en sus procesos de diálogo con las comunidades.
  • Las comunidades no tienen el derecho de rehusarse a la llegada de los centros de hidrógeno si se prueba que los daños serán mayores que los beneficios.
  • El DOE no se está adhiriendo a sus propios planes de participación comunitaria, de acuerdo con expertos y activistas.

“Hoy, las regulaciones [federales de justicia ambiental] están mejor que nunca”, dijo a EHN Stephen Schima, un experto en regulaciones ambientales y consejero legislativo senior en Earthjustice. “Las agencias tienen la oportunidad de hacer esto de forma correcta… solo es una cuestión de implementación, que ha probado ser un gran reto hasta ahora”.


Ante nuestras preguntas sobre la transparencia y la participación comunitaria en estos procesos, el DOE respondió a EHN que la agencia “está enfocada en conseguir que estos proyectos sean seleccionados para negociar su adjudicación oficialmente ... Una vez adjudicados, el DOE dará a conocer más detalles sobre los mismos”.

Los residentes de las siete comunidades de los centros de hidrógeno temen que, una vez se hayan distribuido millones de dólares en financiación federal para estos proyectos, sus aportes serán irrelevantes.

En julio, los centros de los Apalaches y de California ya habían recibido cada uno $30 millones de dólares y el centro del Pacífico Noroeste ya había recibido $27,5 millones en fondos federales. La financiación para el resto de centros sigue en trámite. En total, se prevé que los siete centros planeados recibirán unos $7 mil millones de dólares en fondos públicos federales.

Jalonne White-Newsome, la jefa de justicia ambiental del Consejo de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, dijo que es consciente de que las comunidades están frustradas por los centros de hidrógeno.

“Paso mucho tiempo trabajando con nuestros colegas del Departamento de Energía [y otras agencias federales] asegurándonos de que estamos apoyando la llegada segura de estas tecnologías”, White-Newsome le dijo a EHN. “Sigo escuchando de muchas formas distintas las preocupaciones de las comunidades: que no hay transparencia, que no hay suficiente información, que hay miedo a la tecnología”.

“Entiendo todas esas preocupaciones”, dijo White-Newsome, quien añadió que el Consejo Asesor de Justicia Medioambiental de la Casa Blanca creó un grupo de trabajo de líderes de justicia medioambiental de todo el país para abordar las tecnologías de captura de carbono y el hidrógeno, y está trabajando con un equipo interno, incluidos los socios de la agencia federal en el DOE, “sobre cómo abordar todas las cuestiones que ha planteado este organismo”.

Los activistas temen que estas medidas sean insuficientes.

“Incluso si éste fuera el mejor proyecto de energía verde, no contaminante y más renovable que llegara a los Apalaches, este proceso no se está ajustando a los principios de justicia ambiental”, señaló Coptis.

Justicia ambiental y preocupaciones por la contaminación 


Two people holding signs against the Mid Atlantic hydrogen hub

Los centros de hidrógeno fueron presentados como una bendición para las comunidades afectadas por la injusticia medioambiental que les traería empleos y desarrollo económico, una reducción en la contaminación aérea producto de un menor uso de combustibles fósiles y la promesa de convertirse en protagonistas de la transición energética en Estados Unidos.

Pero más de 140 organizaciones por la justicia ambiental han firmado cartas públicas resaltando las formas en las que la energía del hidrógeno podría prolongar el uso de combustibles fósiles, crear riesgos y empeorar la contaminación del aire local, de acuerdo con un reporte publicado por la EFI Foundation.

Los centros del Atlántico Medio y del Medio Oeste prevén utilizar energías renovables y energía nuclear además de combustibles fósiles, mientras que los centros de California, el Noroeste del Pacífico y Heartland prevén utilizar combinaciones de energías renovables, biomasa y energía nuclear. Los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo prevén utilizar principalmente combustibles fósiles.

Los centros de hidrógeno serán una densa red de infraestructuras que se extenderán a lo largo de vastas regiones geográficas. Muchos de sus componentes están siendo planeados para aterrizar en comunidades que han sido desproporcionadamente afectadas por la contaminación (principalmente producto de la extracción de combustibles fósiles), para aprovechar la infraestructura ya existente.

Por ejemplo, la región del Canal de Houston, el Inland Empire en California y el noroeste de Indiana incluyen comunidades afectadas por la injusticia ambiental y todas están esperando la llegada tentativa de infraestructuras de los centros de hidrógeno. Las tres regiones figuran entre los peores lugares del país en cuanto a contaminación atmosférica.

El DOE ha dicho que los proyectos solo serán premiados si demuestran que tienen planes para minimizar los impactos negativos y para proveer beneficios para estas comunidades, pero hasta ahora las poblaciones que están esperando la llegada de los centros de hidrógeno dicen que no han visto ningún tipo de información sobre cómo los socios de los proyectos planean hacer esto (alguna información ha sido compartido en el plan de beneficios comunitarios en el de California).

La gente está preocupada de que los centros añadan nuevas fuentes de contaminación industrial a las comunidades ya contaminadas, mientras que los datos sobre los impactos acumulativos de las redes existentes y ampliadas de infraestructuras energéticas siguen siendo escasos.

Las preocupaciones sobre los riesgos de salud son especialmente pronunciados alrededor de los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo debido a su gran dependencia de los combustibles fósiles. EHN escuchó voces preocupadas por las nuevas emisiones procedentes del tráfico de camiones y barcazas, el posible uso del dominio eminente para confiscar propiedades privadas para construir oleoductos, el riesgo de que los oleoductos exploten o tengan fugas y el aumento de las emisiones de óxido de nitrógeno procedentes de la combustión final del combustible de hidrógeno, que contribuiría a aumentar los niveles de contaminación por partículas y ozono. La exposición a este tipo de contaminantes se ha relacionado con múltiples efectos negativos, incluyendo un aumento en el riesgo de cáncer, enfermedades respiratorias y del corazón, nacimientos prematuros y bajos pesos al nacer.

También hay preocupaciones por la dependencia de estos centros de las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, las cuales son necesarias para transformar combustibles fósiles en hidrógeno, pero no serán necesarias en aquellos centros que no usen combustibles fósiles para su producción.


Two men holding signs protesting the BP CO2 pipeline


signs protesting the BP CO2 pipeline


buttons protesting the BP CO2 pipeline


La tecnología de captura del carbono es controversial, pues muchos expertos y activistas la consideran una forma de prolongar el uso de combustibles fósiles y han expresado que esta tecnología podría empeorar el cambio climático debido al enorme consumo energético que requiere su implementación. Adicionalmente, debido a que el CO2 capturado contiene sustancias tóxicas, como compuestos orgánicos volátiles y mercurio, la técnica puede plantear riesgos para las aguas subterráneas, el suelo y el aire a través de fugas.

El mes pasado, las autoridades informaron de que la primera planta comercial de secuestro de carbono del país, en Illinois, había tenido dos fugas este año bajo el lago Decatur, una fuente de agua potable para el poblado de Decatur. La empresa propietaria de la planta, ADM, no informó a las autoridades de las fugas durante meses.

“Se trata de comunidades muy arraigadas a procesos extractivos como la minería del carbón y el gas natural, por lo que la llegada de constructores que les proponen algo no es nada nuevo para ellos. Pero cuando se enteran de que los constructores no están interesados en extraer, sino en depositar, en inyectar, se les abren los ojos”, dijo a EHN Ethan Story, director de defensa y abogado del Center for Coalfield Justice, un grupo de defensa de la salud comunitaria del oeste de Pensilvania.

Asociados con el sector de los combustibles fósiles


Cada centro de hidrógeno cuenta con una empresa, una organización sin ánimo de lucro o una asociación público-privada que supervisa el proyecto. Esta organización está a cargo de crear la propuesta, seleccionar los proyectos, facilitar la participación, recibir y distribuir los fondos federales y actuar como un puente entre el DOE y los socios industriales. Además de la inversión de $7 mil millones de dólares, la financiación para los centros de hidrógeno incluirá inversiones privadas significativas, incentivadas por la Ley de Reducción de la Inflación.

Algunos de los principales contratistas existían antes de que se lanzaran los centros, como Battelle, que está a cargo del centro en los Apalaches, o como el Energy & Environmental Research Center, encargado del centro Heartland. Otros se formaron específicamente para supervisar los proyectos de hidrógeno, como la Alliance for Renewable Clean Hydrogen Energy Systems (ARCHES), que está a cargo del centro en California y HyVelocity, Inc, del centro de la Costa del Golfo.

Además de estos contratistas, los centros tienen socios individuales para los proyectos que incluyen a compañías de combustibles fósiles. En el centro de la Costa del Golfo, Chevron, ExxonMobil y Shell son solo algunas de las compañías de combustibles fósiles incluidas en la lista de socios proyectados. Los socios del proyecto en los Apalaches incluyen a CNX Resources, Enbridge, Empire Diversified Energy y EQT Corporation; y el centro de California lista a Chevron como uno de sus socios.

Esto está sembrando la desconfianza en algunas comunidades.


Community members who are engaged with the MACH 2 Exchange Coalition protesting outside of SEPTA


u200bCommunity member with a STOP MACH2 button outside of the SEPTA (public transit agency) Headquarters in Philadelphia, PA

Por ejemplo, en un documento del DOE publicado en agosto, la agencia informó que EQT Corporation, el segundo mayor productor de gas natural del país, organizaría sesiones de escucha comunitaria y trabajaría para establecer un comité asesor comunitario para sus proyectos en el centro de hidrógeno de los Apalaches. EQT ha acumulado infracciones medioambientales en sus pozos de fracking que culminaron en el desalojo de varias familias de Virginia Occidental. La empresa también ha promovido la desinformación sobre el papel de la industria del gas natural en el empeoramiento del cambio climático.

“Elegir a EQT para hacerse cargo de esta parte del proceso muestra la falta de involucramiento real con la comunidad, la falta de confianza, la falta de transparencia que ha rodeado el proceso de beneficios colectivos [del centro de hidrógeno de los Apalaches]”, dijo a EHN Matt Mehalik, director ejecutivo del Breathe Project, una coalición de oenegés en el occidente de Pensilvania. “La elección de este administrador ilustra la falta de interés por establecer algún tipo de confianza con las comunidades afectadas”, añadió.

Karen Feridun, co-fundadora del grupo activista por el clima de Pensilvania Better Path Coalition, dijo que “si EQT crea un CAC [comité asesor comunitario] será para averiguar qué color de las gorras del ARCH2 [centro de hidrógeno de los Apalaches] prefiere la gente”.

EQT Corporation y Battelle no respondieron a múltiples solicitudes de entrevista, ni a las preguntas específicas que les enviamos sobre el proceso de participación y la supuesta falta de transparencia.

El DOE también tercerizó la gestión de la participación ciudadana en la Costa del Golfo a una organización local – el Houston Advanced Research Center, o HARC, por sus siglas en inglés. La organización fue fundada en 1982 por George Mitchell, también conocido como “el padre del fracking”, a quien se le atribuyó el auge del petróleo proveniente de esquisto en Texas. En 2001, HARC actualizó su misión en su página web, e incluyó una referencia a la mitigación del riesgo climático y el fomento de las energías limpias. En 2023, la organización incluyó la energía del hidrógeno en su planificación estratégica y en su visión empresarial.

Margaret Cook, quien dirige la oficina de equidad climática de HARC y es una representante de sus esfuerzos de participación comunitaria, le dijo a EHN que la organización había contactado a algunos grupos activistas locales para discutir su rol en el proceso de involucramiento ciudadano del centro. Cook dijo que planean incluir una junta asesora conformada por la comunidad que interactuará con las compañías involucradas, y que esta junta aconsejará en cómo deben gastarse los dólares del DOE a nivel regional y comunitario. Adicionalmente, el grupo estará a cargo de organizar los beneficios comunitarios.

“Necesitamos entender sus preocupaciones para poder atenderlas”, dijo Cook. “Y necesitamos entender qué perciben ellos como beneficios que realmente les vaya a ayudar, para que así el proyecto pueda dárselo”.

Shiv Srivastava, investigadora de política pública para Fenceline Watch, una organización de justicia ambiental de Houston, le dijo a EHN: “Pienso que estamos ante un problema de raíz…tienes organizaciones que son elegidas para ser básicamente el conector con la comunidad, el representante del centro ante la gente. Esto es algo que el Departamento de Energía debería hacer directamente”.

Una falta de transparencia y de participación significativa


Algunos describen al East End de Houston como un tablero de ajedrez, donde los límites de sus casas, escuelas y zonas verdes están flanqueados por plantas industriales, aparcamientos, muelles de entrada, chimeneas y refinerías.

La comunidad del East End está en el percentil 99 de exposición a tóxicos en el aire (es decir, que están más expuestos que el 99% de la población en Estados Unidos) y es el hogar de una de las fuentes más grandes de contaminación química del estado de Texas. Los residentes de estos barrios, como Srivastava e Yvette Arellano, directorx ejecutivx de Fenceline Watch, temen que esta enorme presencia industrial sólo aumentará con la introducción del hidrógeno.

“En lo que respecta a la captura de carbono, al secuestro y la captura directa en el aire, son casi principios básicos de [la producción de] hidrógeno”, afirma Srivastava. “Vemos que el hidrógeno se postula rápidamente como la nueva materia prima para la producción petroquímica, y que desplazará a los combustibles fósiles, lo que, para nuestra comunidad, no funciona, porque igual siguen produciendo estos tóxicos contaminantes”.

Arellano le dijo a EHN que Fenceline Watch educa al público sobre proyectos industriales, pero que esta labor ha sido complicada respecto al centro de hidrógeno pues “no hay un proceso de participación ciudadana formal en los siete centro de producción”.

La oficina de demostraciones de energías limpias (OCED, por sus siglas en inglés) del DOE auspició nueve sesiones de escucha iniciales para los centros y resumió los comentarios recibidos durante esas reuniones en su página web. El DOE no dejó las grabaciones disponibles para el público general, pero un análisis de EHN de las transcripciones muestran que la mayoría de comentarios expresaron preocupación sobre temas como la seguridad de los empleados, la localización de los oleoductos, la eficacia de la captura de carbono, el impacto de las emisiones, quién regulará estos proyectos, los permisos, la ubicación de los complejos, barreras lingüísticas y la injusticia medioambiental.

En la sesión sobre el centro de la Costa del Golfo, la comunidad pidió hacer sesiones formales en las que pudieran presentar sus preguntas por escrito y recibir respuestas escritas en el mismo lenguaje sencillo. “Lo que hemos oído es que esa no es la forma en la que se hace este proceso”, dijo Arellano. “Lo que hemos oído es un silencio sepulcral”.

De los 113 comentarios que el DOE transcribió de las sesiones de escucha, 95 expresaron algún tipo de oposición a los proyectos y hubo por lo menos 49 reclamos exigiendo una mayo transparencia y mejor participación ciudadana.


Resident speaks at an event about the Midwest hydrogen hub organized by Just Transition NWI.


Woman looking at materials at an event about the Midwest hydrogen hub organized by Just Transition NWI in August 2024.


EHN también escuchó reclamos más allá de las sesiones de escucha, particularmente relacionadas con la justicia ambiental y la participación ciudadana respecto a todos los centros menos sobre Heartland, que se expandirá a lo largo de Dakota del Norte y del Sur, así como Minnesota (el centro perdió a sus socios clave Marathon Petroleum y TC Energy, así que no es del todo claro si se realizará).

En respuesta a las quejas, el DOE publicó un resumen de los puntos clave que escuchó durante las reuniones y cómo esos comentarios estaban siendo incorporados en el proceso de planeación de los centros de producción. Un vocero de la agencia dijo que este tipo de trabajo con las comunidades es nuevo para el DOE y que los proyectos aún están en las primeras etapas, por lo que la agencia todavía está aprendiendo y trabajando para asegurarse de que las preocupaciones de la gente sean atendidas de forma adecuada.

Añadieron que la oficina de demostraciones de energías limpias (OCED) ha llevado a cabo más de 70 reuniones con la gente de la comunidad y grupos organizados, funcionarios locales, personal de primeros auxilios, sindicatos y otros grupos comunitarios, y que ha ofrecido sesiones informativas a más de 4.000 personas en las regiones de los centros de hidrógeno.

“Tengo preguntas y preocupaciones”, dijo el senador demócrata por el estado de Dakota del Norte, Tim Mathern. “Hasta ahora, he apoyado al proyecto, pues se presenta como una alternativa de combustible más limpia que los fósiles y mejor para nuestro planeta. Pero se ha dado muy poca información sobre los impactos ambientales y me gustaría saber más”.

EHN buscó a otros políticos en los 16 estados en donde se realizarán estos proyectos y recibió cinco respuestas, cuatro de ellas provenientes de las regiones en donde se construirá el centro del Pacífico Noroeste. La mayoría de estas respuestas señalaron la necesidad de contar con más información, tal y como lo han expresado sus votantes.

“Ha habido relacionamiento con funcionarios locales y algunos funcionarios estatales”, le dijo el representante repúblicano de Montana, Denley Loge, a EHN. “La mayoría [de personas] no entienden bien pero tampoco buscan información por su parte. A nivel local, cuando se han hecho reuniones, muy poquita gente va, pero los rumores desinformados se expanden fácilmente”.

La representante demócrata texana Penny Morales Shaw expresó su apoyo al centro de la Costa del Golfo.

“Como representante estatal, recibo mucha información de mis constituyentes todos los días sobre la mala calidad del aire y la forma cómo las condiciones ambientales impactan su salud y calidad de vida”, Morales Shaw le dijo a EHN. “Los centros de hidrógeno pueden ayudarnos a alcanzar las emisiones netas de carbono cero y todos queremos asegurarnos de que se logre de forma eficaz y colaborativa”.

Las sesiones de escucha del DOE son solo una de las formas en las que las comunidades han pedido mejoras en el proceso de participación. EHN también hizo seguimiento a las solicitudes escritas en relación con la transparencia fuera de estos espacios. Encontramos que:

  • Un grupo de líderes de distintas organizaciones activistas a nivel nacional, incluyendo al Clean Air Task Force, el Environmental Defense Fund y el Natural Resources Defense Counsel, también le pidieron formalmente al DOE mayor transparencia y participación.
  • 54 organizaciones de los Apalaches y grupos de base firmaron una carta dirigida al DOE en la que pedían suspender el proyecto, citando una falta de transparencia y participación.
  • 32 grupos de la región del Atlántico Medio firmaron una carta para el DOE diciendo que la primera reunión sobre el proyecto fue inaccesible para muchos residentes y, una vez más, pidiendo mayor transparencia y participación.
  • 15 organizaciones de base enviaron una carta al DOE expresando sus frustraciones sobre el mismo tema en el centro del Medio Oeste.
  • Nueve grupos activistas por la justicia y el ambiente en California hicieron un llamado similar relacionado con los mismos problemas.
  • Una coalición de grupos de Texas, California, Washington, Pensilvania, Nuevo México e Indiana pidieron mejorar la transparencia y participación en un reporte.
  • A falta de una participación significativa en los proyectos, una coalición de grupos activistas también ha publicado recientemente su propia “Guía de beneficios comunitarios en el suroeste de Pensilvania” con la esperanza de que el proyecto del centro de hidrógeno de los Apalaches, y otros similares, la utilicen como referencia.

Un vocero del DOE dijo que la agencia ha respondido de forma directa a más de 50 cartas pero la mayoría de esas respuestas no están disponibles para el público. Los activistas que recibieron estas respuestas le dijeron a este medio que no se encuentran satisfechos. La agencia se negó a responder nuestras preguntas sobre si estaba trabajando para responder a los reclamos específicos contenidos en dichas misivas.

En una presentación inicial sobre los centros, el DOE discutió las etapas de “autorizado / no autorizado” de los proyectos, que requieren que haya participación ciudadana antes de continuar. Esto le hizo creer a muchas comunidades que los proyectos podrían no hacerse si decidían que los costos eran mayores que los beneficios. Resultó ser una apreciación equivocada.

“Las comunidades no tienen el derecho a negarse”, dijo el DOE en julio, en un correo electrónico respondiendo a preguntas que les enviaron organizaciones sobre el centro del Atlántico Medio. “Este no es un requisito del programa H2Hubs”.

Algunas personas, incluyendo a Feridun de la Better Path Coalition en Pensilvania, se sintieron engañadas. “Nos han repetido una y otra vez lo de estas decisiones de ‘autorizado / no autorizado’ y de cómo participaremos en cada una de ellas, pero eso simplemente no es lo que está ocurriendo”.

Los activistas cuestionan qué tan ético es que el gobierno federal pueda autorizar nuevas fuentes de contaminación en comunidades impactadas por la injusticia ambiental, sin que necesiten el consentimiento de las mismas.

También hay una percepción generalizada de que los socios industriales de los centros están prosiguiendo con la planeación de reuniones a puerta cerrada con funcionarios de la agencia federal, sin contar con la participación de los ciudadanos.

“El DOE apareció en la primera sesión de escucha como un co-anfitrión de la llamada [ junto a los socios industriales]”, dijo Chris Chyung, el director ejecutivo del grupo de activismo ambiental Indiana Conservation Voters, sobre la experiencia en las reuniones sobre el centro de hidrógeno del Medio Oeste. “Esto crea un dilema ético, pues se supone que el DOE debe ser un mediador que supervisa el uso de este dinero y defiende los intereses de los contribuyentes que lo pagan”.

En la costa este, el principal contratista del centro del Atlántico Medio organizó reuniones de networking mensuales para los socios corporativos con un costo de participación de entre $25 y $50 dólares y que no están abiertas al público. También estableció un programa de membresías que cuesta entre $2,500 y $10,000 dólares y que le da a sus miembros acceso gratuito a webinars educativos, inscripciones gratuitas para la “Conferencia Anual de Hidrógeno MACH2” y acceso a eventos exclusivos para miembros y a un sitio web con información adicionales sobre los proyectos.

En un correo electrónico dirigido a activistas locales que preguntaron porqué estas oportunidades no estaban disponibles para el público general, un vocero del DOE dijo que las reuniones de networking eran para “negocios, startups y otras partes interesadas en la economía de la energía limpia” y que “no están diseñadas para reemplazar los eventos con la comunidad”.

“Nuestra preocupación más grande es que muchos de estos proyectos que se están configurando como fundamentales [para el desarrollo del centro del Atlántico Medio] están avanzando sin nuestro involucramiento” le dijo a este medio Tracy Carluccio, quien es la directora adjunta del Delaware Riverkeeper Network. En noviembre de 2023, la oenegé que lidera Carluccio presentó una solicitud FOIA para acceder a estas aplicaciones y a otros contenidos relacionados con el centro en esa región. Cuando recibieron las respuestas en agosto de 2024, se dieron cuenta de que varios proyectos iban mucho más adelante de lo que pensaban.

Del mismo modo, cerca de los centros de California, las comunidades han oído promesas de que la producción de hidrógeno sólo provendrá de energías renovables, según Kayla Karimi, abogada de la organización sin ánimo de lucro Center on Race, Poverty and the Environment, con sede en California. Su organización no ha visto ningún contrato o documento que respalde esas promesas más allá de los anuncios iniciales realizados antes de la financiación.

Karimi dijo que para obtener información sobre el centro de California más allá de la que aparece en su sitio web, le pidieron a su organización firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés). El acuerdo le pareció “muy punitivo” y dijo que quienes lo firmaran podrían enfrentarse a consecuencias legales por hablar negativamente del centro de California. La organización de Karimi no firmó el acuerdo y abogó por que los miembros de la comunidad no lo hicieran.


People holding sign that says NO MACH2

EHN también habló con Steven Lehat, director ejecutivo de la compañía de inversiones bancarias Colton Alexander, la cual firmó NDAs para acceder a tres comités privados de planeación del centro en California. Si bien los NDA permiten acceder a más información, sería ilegal compartirla con los miembros de la comunidad. Barreras como esta plantean dudas sobre qué tan equitativo es el proceso de participación comunitaria, inclusive en aquellos casos en los que se usarán fuentes de energías renovables.

“Los comentarios de la comunidad han sido muy limitados hasta ahora porque no sabemos sobre qué estamos comentando”, Karimi le dijo a EHN. “Pero aún así tampoco sabríamos si están siendo incorporados, porque no nos han dicho nada [y] no se han comunicado con nosotros”.

Cuando le preguntamos sobre los NDA, una vocera para ARCHES, la organización supervisando el centro de producción de California, le dijo a EHN que los acuerdos no eran obligatorios para poder participar en los grupos de trabajo relacionados con el trabajo comunitario o los beneficios.

“ARCHES mantiene su principio de participación de las partes interesadas y de la comunidad y seguirá trabajando para garantizar que todas las partes interesadas puedan formar parte de nuestras reuniones comunitarias”, dijo la portavoz en un correo electrónico. “Sin embargo, los acuerdos de confidencialidad son necesarios para convertirse en miembro de ARCHES, ya que las empresas miembro deben sentirse seguras compartiendo información sensible o de propiedad intelectual”.

El centro del Pacífico Noroeste se diferenció del resto al tener información pública disponible. Keith Curl Dove, un organizador de la Washington Conservation Action, le dijo a EHN que su organización pudo acceder a la ubicación proyectada para muchos de los proyectos y al historial de trabajo con comunidades indígenas, y dijo que la Cámara de Comercio de Washington intentó responder a todas las preguntas y preocupaciones que su organización presentó.

Los políticos del estado expresaron una perspectiva similar.

“Tengo que decir que, desde el principio, creo que ha habido un amplio proceso de participación de las partes interesadas, que es diferente de un proceso de participación de la comunidad, para averiguar qué empresas, qué industrias, etc., iban a estar dispuestas a hacer las inversiones para complementar la inversión federal y del estado de Washington en nuestro centro de hidrógeno del noroeste [del Pacífico]”, dijo a EHN Alex Ramel, representante demócrata del estado de Washington.

“Dos de las cinco refinerías del estado están en mi distrito y hay otras dos en el distrito de al lado, al norte”, dijo. “Esto quiere decir que el 90% de la capacidad de refinado del estado está justo al lado, y las refinerías van a ser uno de los principales lugares de implantación del hidrógeno en el Estado de Washington, y creo que son un primer cliente importante... porque ya utilizan hidrógeno sucio, y esta es una oportunidad para sustituirlo por hidrógeno verde”.

En documentos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, el Consejo Asesor sobre Justicia Medioambiental de la Casa Blanca compartió sus preocupaciones sobre los centros de hidrógeno y otras tecnologías de manejo del carbono. “Esta inversión en la “experimentación” de una tecnología que carece de suficiente investigación sobre su seguridad y eficacia crea aún más barreras de desconfianza entre las comunidades afectadas, en particular las que han sido histórica y actualmente son privadas de sus derechos, y los respectivos organismos gubernamentales”, dice el documento.

El Consejo añadió que “un planteamiento humano de la gestión del carbono consistiría en dar prioridad a una investigación sólida (no influida por los contaminadores) que incluya un análisis robusto de los posibles riesgos para la salud pública y el medio ambiente”.

Estas preocupaciones reflejan las de los individuos en los territorios.

“¿De verdad podemos confiar en otro contaminador?” cuestionó Arellano, de Fenceline Watch.

Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federales

Este artículo fue traducido por María Paula Rubiano A.

Producción y edición de video: Jimmy Evans


Sobre las autoras:

Kristina Marusic cubre temas de salud ambiental y justicia en Pittsburgh y el occidente de Pennsylvania para Environmental Health News. Su nuevo libro, "A New War On Cancer: The Unlikely Heroes Revolutionizing Prevention", revela la existencia de un naciente movimiento a nivel nacional que busca prevenir el cáncer reduciendo la exposición a sustancias químicas cancerígenas en nuestra vida cotidiana.

Cami Ferrell es una reportera de vídeo bilingüe para Environmental Health News, radicada en Houston (Texas). Ferrell informa principalmente sobre el desarrollo de la industria petroquímica en la costa del Golfo de Texas.


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Photos courtesy of

Freedom of Voice: A Newcomer’s Guide to Safe and Effective Protesting

How to participate in causes you believe in — in a manner that will be noticed, respected, and heard. The post Freedom of Voice: A Newcomer’s Guide to Safe and Effective Protesting appeared first on The Revelator.

The “No Kings” protests in June drew an estimated 4-6 million people to more than 2,000 events around the country — making it one of the largest protest turnouts in history. Many attendees interviewed during “No Kings” revealed that they had never attended a protest before. This continues two trends we’ve seen since the Women’s March in 2017: More and more people are protesting, and every event is someone’s first protest. Environmental causes have been a big part of this. The 2019 Global Climate Strike was the largest climate protest to date. And a recent survey found that 1 in 10 people in the United States attended environmental protests between June 2022 and June 2023. But protesting for the planet (or against oppressive government actions) poses risks that newcomers should understand. Protesting itself can be physically demanding. Meanwhile, legislatures around the country (and the world) have taken steps to criminalize protest, and right-wing agitators have increasingly used violence to harm or intimidate protestors. With all of that in mind, The Revelator has launched a multipart series on protest safety, especially geared toward first-timers. After all, it’s going to be a long, hot summer for environmental advocates seeking to make their voices heard in public across America and the globe. Before the Protest Are there meetings, including virtual meetings, from the organizing entity? Attend if you can; they’ll help you to understand the specific protest messaging so everyone is on the same page before the protest. Learn if there’s a check-in process: Will there be signs, T-shirts, hats, or other identifying items to receive while registering or when you show up for this protest? Make sure you sign up for text lists and other communications in case of inclement weather, parking issues, and other last-minute changes for the location and presentation of the protest. Know who to contact and what to do if you run into trouble while protesting. Decide how you’re getting there (in an eco-friendly way, if possible): Find out if public transportation or carpools are available, or organize your own rideshares. What to Bring to a Protest — and What NOT to Bring Plan ahead: Bring the right supplies for a day of protesting. What to Bring: A backpack and belt bag that are durable and not bulky. The belt pack keeps your hands free. Comfortable, quality walking shoes. This is non-negotiable. Wear closed-toe shoes that are broken-in and for walking long distances. Protest signs that clearly display your message in big, bold letters and can be easily read from far away. Make sure your signs are made with sturdy, bright, durable boards, with a comfortable handle. Short messages are better than a block of text. Stay hydrated. Bring a lot of water — which may also prove useful for clearing eyes and face of tear gas and pepper spray. (Milk has been disproven as tear-gas relief.) Lightweight, nutritious, protein-rich snacks: energy bars, nuts, etc. A face mask and safety goggles for smoke and tear gas. These can also hide your identity from cameras and police surveillance. A hat, sunglasses, jacket, umbrella…Clothing should be appropriate for changing weather conditions and can perform double duty as cover for any identifying skin markings. These items can also obscure your face from facial recognition technology. A change of clothes (just in case). Hand sanitizer and wipes. A first-aid kit if the organization does not provide a medical station or personnel that can be easily identified as first aid providers in the crowd. Your ID in case you’re detained. Your phone. (Essential for staying connected, but digital privacy may be a concern. See our resources section below for some guidance.) A power bank to charge devices. Other items might include a cooling towel; flashlight or headlamp; and a lanyard with a list of emergency contacts, medical conditions and medications. Things Not to Bring for a Demonstration: Alcohol or drugs. Spray paint. Firearms, knives, mace, pepper spray, tasers or weapons of any sort, even items that might be construed as weapons (such as a small Swiss army knife, metal eating utensils, etc.). Firecrackers or fireworks or anything explosive. Flammable liquids. Flares and smoke bombs. Torches (flashlights are okay). While You’re at the Protest The late civil rights icon John Lewis said, “Get in good trouble, necessary trouble,” encouraging people to challenge the status quo. Do: engage in group activities, meet and greet people. This is a great opportunity to forge friendships behind a greater cause, and for future protests or community organizing. Help those around you. Study your surroundings and people around you. Stay alert and be aware of the people in your group: Is there someone who has joined the demonstration who seems too aggressive and appears to be carrying firearms, weapons, and other tools of violence? If you get triggered and feel overly emotional with what’s happening, take that as your cue to head home. Empirical research shows that the most effective protests are non-violent. Political scientist Omar Wasow saw this in a study of the 1960s U.S. Civil Rights movement, finding that when protesters were violent, it prompted news stories focused on crime and disorder, and lent more sympathy to the opposition, who then become viewed as promoting law and order. In contrast, peaceful demonstrations that are violently repressed by the state make media coverage sympathetic to the protesters and strengthen peaceful movements. Remember that you’re not protesting in a vacuum. Don’t take actions that feed the opposition news media. Your behavior, attire, and reactions to provocative actions by the opposition and the police, National Guard, or military could be recorded by smart phones or the media, especially social media. Assume you’re being watched and that your words are being listened to. Don’t taunt or antagonize the opposition and de-escalate any confrontations that are becoming heated or aggressive. Stay calm and focused. Don’t rise to the bait of police or military force. Don’t throw things at them. Be passive but firm in your presentation. If you are arrested, don’t struggle or fight. Be polite and compliant — and the only word coming from your mouth should be, “lawyer.” Staying calm and respectful can be challenging when participating in a protest demonstration. Emotions run high, especially in the hot summer months. However, being a “peaceful protester” with resolute calm and dignity makes a greater impression on the public, many of whom sit on the fence about current issues and events. These are people who may be getting inaccurate information and have become dismissive of our endeavors as “unserious” activism. Screaming, yelling, and deriding don’t win them over but reinforce their opinion of us as obnoxious troublemakers. Opposition media outlets will cherry-pick video footage of “bad actors” and edit these bits of footage in loops that will play constantly in the media. As a result, your protest message will be ignored over the more inflammatory messaging about your cause. Coming Up: This series will continue with a look at the history of peaceful protesting and tips on how to organize a protest. And we want to hear from you. What questions do you have about protesting? What advice would you share? Send your comments, suggestions, questions, or even brief essays to comments@therevelator.org. Sources and Resources: Summer of Change: New Books to Inspire Environmental Action The Activist Handbook and other sources below provide practical guides and resources so you can plan your demonstration successfully. Indivisible  and No Kings offer training and education on protesting safely and effectively, as well as new and upcoming protest events. The Human Rights Campaign: Tips for Preparedness, Peaceful Protesting, and Safety ACLU Guide: How to Protest Safely and Responsibly Amnesty International Protest Guide Wired: How to Protest Safely: What to Bring, What to Do, and What to Avoid Infosec 101 for Activists “The New Science of Social Change: A Modern Handbook for Activists”  by Lisa Mueller “Agenda Seeding: How 1960s Black Protests Moved Elites, Public Opinion and Voting”  by Omar Wasow “Non-Violent Resistance (Satyagraha)”  by M. K. Gandhi Republish this article for free! Read our reprint policy. 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Summer of Change: New Books to Inspire Environmental Action

America’s summer celebrations are upon us, and these eight books will inspire environmentalists to act for our country and our planet. The post Summer of Change: New Books to Inspire Environmental Action appeared first on The Revelator.

“A patriot…wants the nation to live up to its ideals, which means asking us to be our best selves. A patriot must be concerned with the real world, which is the only place where their country can be loved and sustained. The patriot has universal values, standards by which they judge their nation, always wishing it well — and wishing that it would do better.” — Timothy Snyder, On Tyranny It’s the summer season: Barbeques are firing up, the stars and stripes are in view, and people are preparing to make a difference in the second half of the year. As we look to the “patriotic threesome” of holidays celebrated across the United States — Memorial Day, the Fourth of July, and Labor Day — it’s a good time to ask how you’ll show your patriotism for the planet. It’s especially important this year, given the current wave of misappropriation and compromises facing our natural lands and resources. Eight new environmental books might offer you some ideas on how to accomplish that. They offer ideas for getting involved in politics, improving your activism, and making important changes in your homes and communities. We’ve excerpted the books’ official descriptions below and provided links to the publishers’ sites, but you should also be able to find these books in a variety of formats through your local bookstore or library. Tools to Save Our Home Planet: A Changemaker’s Guidebook edited by Nick Mucha, Jessica Flint, and Patrick Thomas The need for activism is more urgent than ever before and the risks are greater, too. Safe and effective activism has always required smart strategic planning, clear goals and creative tactics, and careful and detailed preparation. Without these, activists can end up injured, penalized, or jailed. If anything, these risks are greater today as powerful forces in government and industry resist the big changes needed to slow the climate crisis and keep Earth livable for generations to come. Tools to Save Our Home Planet: A Changemaker’s Guidebook reflects the wisdom and best advice from activists working in today’s volatile world. A go-to resource for driving change, it offers timely and relevant insights for purpose-aligned work. It is intended as a primer for those new to activism and a refresher for seasoned activists wanting to learn from their peers, a reassuring and inspirational companion to the environmental and justice movements that we desperately need as a society. When We’re in Charge: The Next Generation’s Guide to Leadership by Amanda Litman Most leadership books treat millennials and Gen Z like nuisances, focusing on older leadership constructs. Not this one. When We’re in Charge is a no-bullshit guide for the next generation of leaders on how to show up differently, break the cycle of the existing workplace. This book is a vital resource for new leaders trying to figure out how to get stuff done without drama. Offering solutions for today’s challenges, Litman offers arguments for the four-day workweek, why transparency is a powerful tool, and why it matters for you to both provide and take family leave. A necessary read for all who occupy or aspire to leadership roles, this book is a vision for a future where leaders at work are compassionate, genuine, and effective. Scientists on Survival: Personal Stories of Climate Action by Scientists for XR In this important and timely book, scientists from a broad range of disciplines detail their personal responses to climate change and the ecological crises that led them to form Scientists for XR [Extinction Rebellion] and work tirelessly within it. Whether their inspiration comes from education or activism, family ties or the work environment, the scientists writing here record what drives them, what non-violent direct action looks like to them, what led them to become interested in the environmental crisis that threatens us all, and what they see as the future of life on Earth. Public Land and Democracy in America: Understanding Conflict over Grand Staircase-Escalante National Monument by Julie Brugger Public Land and Democracy in America brings into focus the perspectives of a variety of groups affected by conflict over the monument, including residents of adjacent communities, ranchers, federal land management agency employees, and environmentalists. In the process of following management disputes at the monument over the years, Brugger considers how conceptions of democracy have shaped and been shaped by the regional landscape and by these disputes. Through this ethnographic evidence, Brugger proposes a concept of democracy that encompasses disparate meanings and experiences, embraces conflict, and suggests a crucial role for public lands in transforming antagonism into agonism. The State of Conservation: Rural America and the Conservation-Industrial Complex since 1920 by Joshua Nygren In the twentieth century, natural resource conservation emerged as a vital force in U.S. politics, laying the groundwork for present-day sustainability. Merging environmental, agricultural, and political history, Nygren examines the political economy and ecology of agricultural conservation through the lens of the “conservation-industrial complex.” This evolving public-private network — which united the U.S. Department of Agriculture, Congress, local and national organizations, and the agricultural industry — guided soil and water conservation in rural America for much of the century. Contrary to the classic tales of U.S. environmental politics and the rise and fall of the New Deal Order, this book emphasizes continuity. Nygren demonstrates how the conservation policies, programs, and partnerships of the 1930s and 1940s persisted through the age of environmentalism, and how their defining traits anticipated those typically associated with late twentieth-century political culture. Too Late to Awaken: What Lies Ahead When There Is No Future by Slavoj Žižek We hear all the time that we’re moments from doomsday. Around us, crises interlock and escalate, threatening our collective survival: Russia’s invasion of Ukraine, with its rising risk of nuclear warfare, is taking place against a backdrop of global warming, ecological breakdown, and widespread social and economic unrest. Protestors and politicians repeatedly call for action, but still we continue to drift towards disaster. We need to do something. But what if the only way for us to prevent catastrophe is to assume that it has already happened — to accept that we’re already five minutes past zero hour? Too Late to Awaken sees Slavoj Žižek forge a vital new space for a radical emancipatory politics that could avert our course to self-destruction. He illuminates why the liberal Left has so far failed to offer this alternative, and exposes the insidious propagandism of the fascist Right, which has appropriated and manipulated once-progressive ideas. Pithy, urgent, gutting and witty Žižek’s diagnosis reveals our current geopolitical nightmare in a startling new light, and shows how, in order to change our future, we must first focus on changing the past. How We Sold Our Future: The Failure to Fight Climate Change by Jens Beckert For decades we have known about the dangers of global warming. Nevertheless, greenhouse gas emissions continue to increase. How can we explain our failure to take the necessary measures to stop climate change? Why are we so reluctant to act? Beckert provides an answer to these questions. Our apparent inability to implement basic measures to combat climate change is due to the nature of power and incentive structures affecting companies, politicians, voters, and consumers. Drawing on social science research, he argues that climate change is an inevitable product of the structures of capitalist modernity which have been developing for the past 500 years. Our institutional and cultural arrangements are operating at the cost of destroying the natural environment and attempts to address global warming are almost inevitably bound to fail. Temperatures will continue to rise, and social and political conflicts will intensify. We are selling our future for the next quarterly figures, the upcoming election results, and today’s pleasure. Any realistic climate policy needs to focus on preparing societies for the consequences of escalating climate change and aim at strengthening social resilience to cope with the increasingly unstable natural world. Parenting in a Climate Crisis: A Handbook for Turning Fear into Action by Bridget Shirvell In this urgent parenting guide, learn how to navigate the uncertainty of the climate crisis and keep your kids informed, accountable, and hopeful — with simple actions you can take as a family to help the earth. Kids today are experiencing the climate crisis firsthand. Camp canceled because of wildfire smoke. Favorite beaches closed due to erosion. Recess held indoors due to extreme heat. How do parents help their children make sense of it all? And how can we keep our kids (and ourselves) from despair? Environmental journalist and parent Bridget Shirvell has created a handbook for parents to help them navigate these questions and more, weaving together expert advice from climate scientists, environmental activists, child psychologists, and parents across the country. She helps parents answer tough questions (how did we get here?) and raise kids who feel connected to and responsible for the natural world, feel motivated to make ecologically sound choices, and feel empowered to meet the challenges of the climate crisis—and to ultimately fight for change. Enjoy these summer reads throughout the holidays and get involved with activities and protests that support our environment and wildlife. Whether it’s changing the way you celebrate to more sustainable fun or joining environmental summer pursuits, we hope you’ll make good trouble this holiday season. For hundreds of additional environmental books — including several on staying calm in challenging times — visit the Revelator Reads archives. Republish this article for free! The post Summer of Change: New Books to Inspire Environmental Action appeared first on The Revelator.

Climate Activist Throws Bright Pink Paint on Glass Covering Picasso Painting in Montreal

The stunt is part of an environmental organization's efforts to draw attention to the dangerous wildfires spreading through Canada

Climate Activist Throws Bright Pink Paint on Glass Covering Picasso Painting in Montreal The stunt is part of an environmental organization’s efforts to draw attention to the dangerous wildfires spreading through Canada The activist threw paint on Pablo Picasso’s L'hétaïre (1901). Last Generation Canada A climate activist threw pink paint at Pablo Picasso’s L’hétaïre (1901) at the Montreal Museum of Fine Arts last week. The 21-year-old man, identified as Marcel, is a member of Last Generation Canada, an environmental organization that works to combat climate change. After splashing Picasso’s portrait with the paint, Marcel made a speech in French to the gallery, which was captured on video and posted on social media by Last Generation Canada. “There are more than 200 wildfires in Canada at this moment, 83 of which are not protected [and] which are out of control,” he said. “There are too many problems here. There are people who are dying. … If Canada doesn’t do much, soon we will all be dying.” Quick fact: Picasso’s blue period Pablo Picasso created L’hétaïre during his famous “blue period,” when the artist painted monochromatic artworks in shades of blue and blue-green. Canada is in the midst of its wildfire season, which occurs between April and October. The blazes have consumed almost nine million acres across four Canadian provinces, report the New York Times’ Nasuna Stuart-Ulin and Vjosa Isai. This season is a particularly bad one. In early June, satellite data revealed that the number of fire hotspots was four times higher than normal, per the Associated Press’ M.K. Wildeman. Marcel’s stunt is part of a three-week “action phase” by Last Generation Canada, according to a statement from the organization. The group is demanding that the Canadian government form a “Climate Disaster Protection Agency” to aid those “whose homes, communities, lives and livelihoods have been destroyed by extreme weather, including wildfires worsened by the burning of fossil fuels.” Picasso’s L’hétaïre, which was on loan from the Pinacoteca Agnelli in Turin, Italy, was covered by a layer of protective glass, and the pink paint caused no visible damage, according to a statement from the museum. Two museum security guards confronted Marcel and turned him over to the Montreal police. Officials tell Hyperallergic’s Maya Pontone that Marcel has been released from custody and will later appear in court. “It is most unfortunate that this act carried out in the name of environmental activism targeted a work belonging to our global cultural heritage and under safekeeping for the benefit of future generations,” Stéphane Aquin, the director of the museum, says in the statement. “Museums and artists alike are allies in the fight for a better world.” In recent years, damaging the glass protecting famous artworks has become a popular method of protest among some climate change groups. However, one of the best-known groups, a British organization called Just Stop Oil, announced in March that it would start winding down such tactics after the United Kingdom decided to stop issuing new oil and gas licenses. “We value paint strokes and color composition over life itself,” Marcel says in the statement from Last Generation Canada. “A lot more resources have been put in place to secure and protect this artwork than to protect living, breathing people.” The Montreal Museum of Fine Arts was displaying L’hétaïre as part of the exhibition “Berthe Weill, Art Dealer of the Parisian Avant-Garde,” focused on the 20th-century French gallery-owner who exhibited Picasso’s early work. After the June 19 incident, the museum was closed for a short period before reopening later that day. L’hétaïre has not yet returned to the gallery. “I am not attacking art, nor am I destroying it. I am protecting it,” says Marcel in a social media post by Last Generation Canada. “Art, at its core, is depictions of life. It is by the living, for the living. There is no art on a dead planet.” Get the latest stories in your inbox every weekday.

Measles Misinformation Is on the Rise – and Americans Are Hearing It, Survey Finds

Republicans are far more skeptical of vaccines and twice as likely as Democrats to believe the measles shot is worse than the disease.

By Arthur Allen | KFF Health NewsWhile the most serious measles epidemic in a decade has led to the deaths of two children and spread to nearly 30 states with no signs of letting up, beliefs about the safety of the measles vaccine and the threat of the disease are sharply polarized, fed by the anti-vaccine views of the country’s seniormost health official.About two-thirds of Republican-leaning parents are unaware of an uptick in measles cases this year while about two-thirds of Democratic ones knew about it, according to a KFF survey released Wednesday.Republicans are far more skeptical of vaccines and twice as likely (1 in 5) as Democrats (1 in 10) to believe the measles shot is worse than the disease, according to the survey of 1,380 U.S. adults.Some 35% of Republicans answering the survey, which was conducted April 8-15 online and by telephone, said the discredited theory linking the measles, mumps and rubella vaccine to autism was definitely or probably true – compared with just 10% of Democrats.Get Midday Must-Reads in Your InboxFive essential stories, expertly curated, to keep you informed on your lunch break.Sign up to receive the latest updates from U.S. News & World Report and our trusted partners and sponsors. By clicking submit, you are agreeing to our Terms and Conditions & Privacy Policy.The trends are roughly the same as KFF reported in a June 2023 survey. But in the new poll, 3 in 10 parents erroneously believed that vitamin A can prevent measles infections, a theory Health and Human Services Secretary Robert F. Kennedy Jr. has brought into play since taking office during the measles outbreak.“The most alarming thing about the survey is that we’re seeing an uptick in the share of people who have heard these claims,” said co-author Ashley Kirzinger, associate director of KFF’s Public Opinion and Survey Research Program. KFF is a health information nonprofit that includes KFF Health News.“It’s not that more people are believing the autism theory, but more and more people are hearing about it,” Kirzinger said. Since doubts about vaccine safety directly reduce parents’ vaccination of their children, “that shows how important it is for actual information to be part of the media landscape,” she said.“This is what one would expect when people are confused by conflicting messages coming from people in positions of authority,” said Kelly Moore, president and CEO of Immunize.org, a vaccination advocacy group.Numerous scientific studies have established no link between any vaccine and autism. But Kennedy has ordered HHS to undertake an investigation of possible environmental contributors to autism, promising to have “some of the answers” behind an increase in the incidence of the condition by September.The deepening Republican skepticism toward vaccines makes it hard for accurate information to break through in many parts of the nation, said Rekha Lakshmanan, chief strategy officer at The Immunization Partnership, in Houston.Lakshmanan on April 23 was to present a paper on countering anti-vaccine activism to the World Vaccine Congress in Washington. It was based on a survey that found that in the Texas, Louisiana, Arkansas and Oklahoma state assemblies, lawmakers with medical professions were among those least likely to support public health measures.“There is a political layer that influences these lawmakers,” she said. When lawmakers invite vaccine opponents to testify at legislative hearings, for example, it feeds a deluge of misinformation that is difficult to counter, she said.Eric Ball, a pediatrician in Ladera Ranch, California, which was hit by a 2014-15 measles outbreak that started in Disneyland, said fear of measles and tighter California state restrictions on vaccine exemptions had staved off new infections in his Orange County community.“The biggest downside of measles vaccines is that they work really well. Everyone gets vaccinated, no one gets measles, everyone forgets about measles,” he said. “But when it comes back, they realize there are kids getting really sick and potentially dying in my community, and everyone says, ‘Holy crap; we better vaccinate!’”Ball treated three very sick children with measles in 2015. Afterward his practice stopped seeing unvaccinated patients. “We had had babies exposed in our waiting room,” he said. “We had disease spreading in our office, which was not cool.”Although two otherwise healthy young girls died of measles during the Texas outbreak, “people still aren’t scared of the disease,” said Paul Offit, director of the Vaccine Education Center at Children’s Hospital of Philadelphia, which has seen a few cases.But the deaths “have created more angst, based on the number of calls I’m getting from parents trying to vaccinate their 4-month-old and 6-month-old babies,” Offit said. Children generally get their first measles shot at age 1, because it tends not to produce full immunity if given at a younger age.KFF Health News’ Jackie Fortiér contributed to this report.This article was produced by KFF Health News, a national newsroom that produces in-depth journalism about health issues and is one of the core operating programs at KFF. It was originally published on April 23, 2025, and has been republished with permission.

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