Cookies help us run our site more efficiently.

By clicking “Accept”, you agree to the storing of cookies on your device to enhance site navigation, analyze site usage, and assist in our marketing efforts. View our Privacy Policy for more information or to customize your cookie preferences.

Los centros de hidrógeno ponen a prueba las nuevas normas federales de justicia ambiental

News Feed
Tuesday, November 12, 2024

Esta es la primera parte de una serie de dos entregas. Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEn un día lluvioso de septiembre, Veronica Coptis y sus dos hijos se pararon a orillas del río Monongahela, en un parque cerca a su hogar, observando cómo un par de barcazas cargadas con montones de carbón desaparecían por la ribera.Haz clic aquí para leer este reportaje en inglés. To read and watch a version of this story in English click here.“Me preocupa que no están teniendo en cuenta la cantidad de tráfico industrial que este río ya carga y cuánto más va a agregar el centro de hidrógeno”, le dijo Coptis a EHN.Coptis vive con su esposo y sus hijos en Carmichaels, en Pensilvania, un pueblo otrora dedicado al carbón cercano a la frontera con Virginia Occidental, con unos 434 habitantes. La autoridad hídrica local usa al río Monongahela como fuente de agua. Contaminantes asociados a la actividad industrial y potencialmente cancerígenos, como el bromodiclorometano, cloroformo y dibromoclorometano, se han detectado en el agua potable de la comunidad.Coptis creció rodeada de mineros del carbón, pero se convirtió en una activista contra este mineral y el fracking después de ser testigo de los daños ambientales causados por la industria de combustibles fósiles. Ahora, ve una nueva batalla en el horizonte: el Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches, una extensa red de infraestructura que usará principalmente gas natural para crear hidrógeno, que luego será usado como combustible. Se espera que parte del nuevo centro de hidrógeno sea construido en La Belle, que está a unos 30 minutos en auto hacia el norte del río Monongahela desde su casa.“Me preocupa mucho qué tan grande va a ser este complejo industrial y cómo serán sus emisiones, y si va a aumentar el tráfico en el río y las carreteras”, dijo Coptis, quien trabaja como consejera senior en la oenegé climática Taproot Earth. “También me preocupa que, debido a que esto va a ser hidrógeno azul, aumente la demanda de fracking, y yo ya vivo rodeada de pozos de fracking”.El Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches es una de las siete redes de este tipo de infraestructuras propuestas hace un año y financiadas con fondos federales. Son una iniciativa que nació de la Ley Bipartidista de Infraestructura que la administración de Biden logró pasar en 2021. El hidrógeno creado en los centros, que provendrá tanto de fuentes renovables como de combustibles fósiles, será usado por industrias que son difíciles de electrificar, como la siderurgia, la construcción y la producción de petroquímicos.Los centros apoyan el objetivo de la administración de Biden de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el país para 2050 y lograr una red eléctrica 100% “limpia” para 2035. Los siete centros de hidrógeno, que están en diversas etapas de desarrollo pero en su mayoría están en la planeación y la selección de sitios, fueron considerados como proyectos de energías limpias bajo la administración de Biden, incluyendo aquellos que usarán combustibles fósiles para la producción.En marzo y mayo, Coptis asistió a unas sesiones de escucha organizadas por los socios industriales del proyecto y por el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE, por sus siglas en inglés), que es la entidad encargada del desarrollo de los centros y de repartir los $7 mil millones en fondos federales para ellos. Esperaba que las sesiones le dieran respuestas, como por ejemplo exactamente donde se ubicaran las instalaciones y qué pasaría en ellas. Sin embargo, salió con aún más preguntas. Las aplicaciones iniciales que los socios industriales presentaron ante el DOE, que incluyeron cronogramas, costos estimados, detalles de las posibles ubicaciones y estimaciones de los impactos en el medio ambiente y la salud, fueron mantenidas en secreto por la agencia a pesar de las frecuentes peticiones de los miembros de la comunidad para que se compartieran esos detalles.“El Departamento de Energía y las compañías involucradas no han sido transparentes”, dijo Coptis. “No es posible que las comunidades demos aportes significativos sobre los proyectos cuando literalmente no sabemos nada sobre ellos”. En 2023, la administración de Biden logró aprobar una serie de políticas federales históricas que le ordenaron a 80 agencias nacionales priorizar la justicia medioambiental en todas sus decisiones. El DOE prometió ser un ejemplo a través de los centros de hidrógeno, pero, hasta ahora, esto no ha sucedido, de acuerdo con más de 30 miembros de las comunidades potencialmente afectadas y activistas con los cuales EHN habló. Afirman que los detalles siguen siendo confusos, que las consultas públicas sólo se planifican después de que los socios de la industria ya han recibido millones de dólares en fondos públicos y que las comunidades no intervienen en la toma de decisiones.“Las promesas que el DOE ha hecho no han sido cumplidas, de acuerdo con la definición de justicia ambiental de la misma entidad”, dijo a EHN Batoul Al-Sadi, un asociado senior en Natural Resources Defense Council (NRDC), un grupo ambientalista nacional que ha estado presionando para que haya una mayor transparencia en los centros de hidrógeno. Nuestra investigación también encontró que:En las sesiones iniciales de escucha sobre los centros, 95 de los 113 comentarios públicos que fueron presentados expresaron oposición a los proyectos.49 de los 113 comentarios expresaron preocupación sobre la falta de transparencia y participación significativa de las comunidades.Más de 100 grupos ambientalistas regionales y nacionales le han enviado cartas al DOE pidiéndole mayor transparencia y mejoras en sus procesos de diálogo con las comunidades.Las comunidades no tienen el derecho de rehusarse a la llegada de los centros de hidrógeno si se prueba que los daños serán mayores que los beneficios.El DOE no se está adhiriendo a sus propios planes de participación comunitaria, de acuerdo con expertos y activistas.“Hoy, las regulaciones [federales de justicia ambiental] están mejor que nunca”, dijo a EHN Stephen Schima, un experto en regulaciones ambientales y consejero legislativo senior en Earthjustice. “Las agencias tienen la oportunidad de hacer esto de forma correcta… solo es una cuestión de implementación, que ha probado ser un gran reto hasta ahora”.Ante nuestras preguntas sobre la transparencia y la participación comunitaria en estos procesos, el DOE respondió a EHN que la agencia “está enfocada en conseguir que estos proyectos sean seleccionados para negociar su adjudicación oficialmente ... Una vez adjudicados, el DOE dará a conocer más detalles sobre los mismos”.Los residentes de las siete comunidades de los centros de hidrógeno temen que, una vez se hayan distribuido millones de dólares en financiación federal para estos proyectos, sus aportes serán irrelevantes.En julio, los centros de los Apalaches y de California ya habían recibido cada uno $30 millones de dólares y el centro del Pacífico Noroeste ya había recibido $27,5 millones en fondos federales. La financiación para el resto de centros sigue en trámite. En total, se prevé que los siete centros planeados recibirán unos $7 mil millones de dólares en fondos públicos federales.Jalonne White-Newsome, la jefa de justicia ambiental del Consejo de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, dijo que es consciente de que las comunidades están frustradas por los centros de hidrógeno. “Paso mucho tiempo trabajando con nuestros colegas del Departamento de Energía [y otras agencias federales] asegurándonos de que estamos apoyando la llegada segura de estas tecnologías”, White-Newsome le dijo a EHN. “Sigo escuchando de muchas formas distintas las preocupaciones de las comunidades: que no hay transparencia, que no hay suficiente información, que hay miedo a la tecnología”.“Entiendo todas esas preocupaciones”, dijo White-Newsome, quien añadió que el Consejo Asesor de Justicia Medioambiental de la Casa Blanca creó un grupo de trabajo de líderes de justicia medioambiental de todo el país para abordar las tecnologías de captura de carbono y el hidrógeno, y está trabajando con un equipo interno, incluidos los socios de la agencia federal en el DOE, “sobre cómo abordar todas las cuestiones que ha planteado este organismo”.Los activistas temen que estas medidas sean insuficientes.“Incluso si éste fuera el mejor proyecto de energía verde, no contaminante y más renovable que llegara a los Apalaches, este proceso no se está ajustando a los principios de justicia ambiental”, señaló Coptis.Justicia ambiental y preocupaciones por la contaminación Los centros de hidrógeno fueron presentados como una bendición para las comunidades afectadas por la injusticia medioambiental que les traería empleos y desarrollo económico, una reducción en la contaminación aérea producto de un menor uso de combustibles fósiles y la promesa de convertirse en protagonistas de la transición energética en Estados Unidos.Pero más de 140 organizaciones por la justicia ambiental han firmado cartas públicas resaltando las formas en las que la energía del hidrógeno podría prolongar el uso de combustibles fósiles, crear riesgos y empeorar la contaminación del aire local, de acuerdo con un reporte publicado por la EFI Foundation.Los centros del Atlántico Medio y del Medio Oeste prevén utilizar energías renovables y energía nuclear además de combustibles fósiles, mientras que los centros de California, el Noroeste del Pacífico y Heartland prevén utilizar combinaciones de energías renovables, biomasa y energía nuclear. Los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo prevén utilizar principalmente combustibles fósiles.Los centros de hidrógeno serán una densa red de infraestructuras que se extenderán a lo largo de vastas regiones geográficas. Muchos de sus componentes están siendo planeados para aterrizar en comunidades que han sido desproporcionadamente afectadas por la contaminación (principalmente producto de la extracción de combustibles fósiles), para aprovechar la infraestructura ya existente. Por ejemplo, la región del Canal de Houston, el Inland Empire en California y el noroeste de Indiana incluyen comunidades afectadas por la injusticia ambiental y todas están esperando la llegada tentativa de infraestructuras de los centros de hidrógeno. Las tres regiones figuran entre los peores lugares del país en cuanto a contaminación atmosférica. El DOE ha dicho que los proyectos solo serán premiados si demuestran que tienen planes para minimizar los impactos negativos y para proveer beneficios para estas comunidades, pero hasta ahora las poblaciones que están esperando la llegada de los centros de hidrógeno dicen que no han visto ningún tipo de información sobre cómo los socios de los proyectos planean hacer esto (alguna información ha sido compartido en el plan de beneficios comunitarios en el de California). La gente está preocupada de que los centros añadan nuevas fuentes de contaminación industrial a las comunidades ya contaminadas, mientras que los datos sobre los impactos acumulativos de las redes existentes y ampliadas de infraestructuras energéticas siguen siendo escasos. Las preocupaciones sobre los riesgos de salud son especialmente pronunciados alrededor de los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo debido a su gran dependencia de los combustibles fósiles. EHN escuchó voces preocupadas por las nuevas emisiones procedentes del tráfico de camiones y barcazas, el posible uso del dominio eminente para confiscar propiedades privadas para construir oleoductos, el riesgo de que los oleoductos exploten o tengan fugas y el aumento de las emisiones de óxido de nitrógeno procedentes de la combustión final del combustible de hidrógeno, que contribuiría a aumentar los niveles de contaminación por partículas y ozono. La exposición a este tipo de contaminantes se ha relacionado con múltiples efectos negativos, incluyendo un aumento en el riesgo de cáncer, enfermedades respiratorias y del corazón, nacimientos prematuros y bajos pesos al nacer.También hay preocupaciones por la dependencia de estos centros de las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, las cuales son necesarias para transformar combustibles fósiles en hidrógeno, pero no serán necesarias en aquellos centros que no usen combustibles fósiles para su producción.La tecnología de captura del carbono es controversial, pues muchos expertos y activistas la consideran una forma de prolongar el uso de combustibles fósiles y han expresado que esta tecnología podría empeorar el cambio climático debido al enorme consumo energético que requiere su implementación. Adicionalmente, debido a que el CO2 capturado contiene sustancias tóxicas, como compuestos orgánicos volátiles y mercurio, la técnica puede plantear riesgos para las aguas subterráneas, el suelo y el aire a través de fugas. El mes pasado, las autoridades informaron de que la primera planta comercial de secuestro de carbono del país, en Illinois, había tenido dos fugas este año bajo el lago Decatur, una fuente de agua potable para el poblado de Decatur. La empresa propietaria de la planta, ADM, no informó a las autoridades de las fugas durante meses. “Se trata de comunidades muy arraigadas a procesos extractivos como la minería del carbón y el gas natural, por lo que la llegada de constructores que les proponen algo no es nada nuevo para ellos. Pero cuando se enteran de que los constructores no están interesados en extraer, sino en depositar, en inyectar, se les abren los ojos”, dijo a EHN Ethan Story, director de defensa y abogado del Center for Coalfield Justice, un grupo de defensa de la salud comunitaria del oeste de Pensilvania.Asociados con el sector de los combustibles fósilesCada centro de hidrógeno cuenta con una empresa, una organización sin ánimo de lucro o una asociación público-privada que supervisa el proyecto. Esta organización está a cargo de crear la propuesta, seleccionar los proyectos, facilitar la participación, recibir y distribuir los fondos federales y actuar como un puente entre el DOE y los socios industriales. Además de la inversión de $7 mil millones de dólares, la financiación para los centros de hidrógeno incluirá inversiones privadas significativas, incentivadas por la Ley de Reducción de la Inflación. Algunos de los principales contratistas existían antes de que se lanzaran los centros, como Battelle, que está a cargo del centro en los Apalaches, o como el Energy & Environmental Research Center, encargado del centro Heartland. Otros se formaron específicamente para supervisar los proyectos de hidrógeno, como la Alliance for Renewable Clean Hydrogen Energy Systems (ARCHES), que está a cargo del centro en California y HyVelocity, Inc, del centro de la Costa del Golfo.Además de estos contratistas, los centros tienen socios individuales para los proyectos que incluyen a compañías de combustibles fósiles. En el centro de la Costa del Golfo, Chevron, ExxonMobil y Shell son solo algunas de las compañías de combustibles fósiles incluidas en la lista de socios proyectados. Los socios del proyecto en los Apalaches incluyen a CNX Resources, Enbridge, Empire Diversified Energy y EQT Corporation; y el centro de California lista a Chevron como uno de sus socios. Esto está sembrando la desconfianza en algunas comunidades.Por ejemplo, en un documento del DOE publicado en agosto, la agencia informó que EQT Corporation, el segundo mayor productor de gas natural del país, organizaría sesiones de escucha comunitaria y trabajaría para establecer un comité asesor comunitario para sus proyectos en el centro de hidrógeno de los Apalaches. EQT ha acumulado infracciones medioambientales en sus pozos de fracking que culminaron en el desalojo de varias familias de Virginia Occidental. La empresa también ha promovido la desinformación sobre el papel de la industria del gas natural en el empeoramiento del cambio climático. “Elegir a EQT para hacerse cargo de esta parte del proceso muestra la falta de involucramiento real con la comunidad, la falta de confianza, la falta de transparencia que ha rodeado el proceso de beneficios colectivos [del centro de hidrógeno de los Apalaches]”, dijo a EHN Matt Mehalik, director ejecutivo del Breathe Project, una coalición de oenegés en el occidente de Pensilvania. “La elección de este administrador ilustra la falta de interés por establecer algún tipo de confianza con las comunidades afectadas”, añadió.Karen Feridun, co-fundadora del grupo activista por el clima de Pensilvania Better Path Coalition, dijo que “si EQT crea un CAC [comité asesor comunitario] será para averiguar qué color de las gorras del ARCH2 [centro de hidrógeno de los Apalaches] prefiere la gente”.EQT Corporation y Battelle no respondieron a múltiples solicitudes de entrevista, ni a las preguntas específicas que les enviamos sobre el proceso de participación y la supuesta falta de transparencia.El DOE también tercerizó la gestión de la participación ciudadana en la Costa del Golfo a una organización local – el Houston Advanced Research Center, o HARC, por sus siglas en inglés. La organización fue fundada en 1982 por George Mitchell, también conocido como “el padre del fracking”, a quien se le atribuyó el auge del petróleo proveniente de esquisto en Texas. En 2001, HARC actualizó su misión en su página web, e incluyó una referencia a la mitigación del riesgo climático y el fomento de las energías limpias. En 2023, la organización incluyó la energía del hidrógeno en su planificación estratégica y en su visión empresarial. Margaret Cook, quien dirige la oficina de equidad climática de HARC y es una representante de sus esfuerzos de participación comunitaria, le dijo a EHN que la organización había contactado a algunos grupos activistas locales para discutir su rol en el proceso de involucramiento ciudadano del centro. Cook dijo que planean incluir una junta asesora conformada por la comunidad que interactuará con las compañías involucradas, y que esta junta aconsejará en cómo deben gastarse los dólares del DOE a nivel regional y comunitario. Adicionalmente, el grupo estará a cargo de organizar los beneficios comunitarios. “Necesitamos entender sus preocupaciones para poder atenderlas”, dijo Cook. “Y necesitamos entender qué perciben ellos como beneficios que realmente les vaya a ayudar, para que así el proyecto pueda dárselo”. Shiv Srivastava, investigadora de política pública para Fenceline Watch, una organización de justicia ambiental de Houston, le dijo a EHN: “Pienso que estamos ante un problema de raíz…tienes organizaciones que son elegidas para ser básicamente el conector con la comunidad, el representante del centro ante la gente. Esto es algo que el Departamento de Energía debería hacer directamente”.Una falta de transparencia y de participación significativaAlgunos describen al East End de Houston como un tablero de ajedrez, donde los límites de sus casas, escuelas y zonas verdes están flanqueados por plantas industriales, aparcamientos, muelles de entrada, chimeneas y refinerías. La comunidad del East End está en el percentil 99 de exposición a tóxicos en el aire (es decir, que están más expuestos que el 99% de la población en Estados Unidos) y es el hogar de una de las fuentes más grandes de contaminación química del estado de Texas. Los residentes de estos barrios, como Srivastava e Yvette Arellano, directorx ejecutivx de Fenceline Watch, temen que esta enorme presencia industrial sólo aumentará con la introducción del hidrógeno. “En lo que respecta a la captura de carbono, al secuestro y la captura directa en el aire, son casi principios básicos de [la producción de] hidrógeno”, afirma Srivastava. “Vemos que el hidrógeno se postula rápidamente como la nueva materia prima para la producción petroquímica, y que desplazará a los combustibles fósiles, lo que, para nuestra comunidad, no funciona, porque igual siguen produciendo estos tóxicos contaminantes”. Arellano le dijo a EHN que Fenceline Watch educa al público sobre proyectos industriales, pero que esta labor ha sido complicada respecto al centro de hidrógeno pues “no hay un proceso de participación ciudadana formal en los siete centro de producción”. La oficina de demostraciones de energías limpias (OCED, por sus siglas en inglés) del DOE auspició nueve sesiones de escucha iniciales para los centros y resumió los comentarios recibidos durante esas reuniones en su página web. El DOE no dejó las grabaciones disponibles para el público general, pero un análisis de EHN de las transcripciones muestran que la mayoría de comentarios expresaron preocupación sobre temas como la seguridad de los empleados, la localización de los oleoductos, la eficacia de la captura de carbono, el impacto de las emisiones, quién regulará estos proyectos, los permisos, la ubicación de los complejos, barreras lingüísticas y la injusticia medioambiental.En la sesión sobre el centro de la Costa del Golfo, la comunidad pidió hacer sesiones formales en las que pudieran presentar sus preguntas por escrito y recibir respuestas escritas en el mismo lenguaje sencillo. “Lo que hemos oído es que esa no es la forma en la que se hace este proceso”, dijo Arellano. “Lo que hemos oído es un silencio sepulcral”. De los 113 comentarios que el DOE transcribió de las sesiones de escucha, 95 expresaron algún tipo de oposición a los proyectos y hubo por lo menos 49 reclamos exigiendo una mayo transparencia y mejor participación ciudadana. EHN también escuchó reclamos más allá de las sesiones de escucha, particularmente relacionadas con la justicia ambiental y la participación ciudadana respecto a todos los centros menos sobre Heartland, que se expandirá a lo largo de Dakota del Norte y del Sur, así como Minnesota (el centro perdió a sus socios clave Marathon Petroleum y TC Energy, así que no es del todo claro si se realizará).En respuesta a las quejas, el DOE publicó un resumen de los puntos clave que escuchó durante las reuniones y cómo esos comentarios estaban siendo incorporados en el proceso de planeación de los centros de producción. Un vocero de la agencia dijo que este tipo de trabajo con las comunidades es nuevo para el DOE y que los proyectos aún están en las primeras etapas, por lo que la agencia todavía está aprendiendo y trabajando para asegurarse de que las preocupaciones de la gente sean atendidas de forma adecuada. Añadieron que la oficina de demostraciones de energías limpias (OCED) ha llevado a cabo más de 70 reuniones con la gente de la comunidad y grupos organizados, funcionarios locales, personal de primeros auxilios, sindicatos y otros grupos comunitarios, y que ha ofrecido sesiones informativas a más de 4.000 personas en las regiones de los centros de hidrógeno.“Tengo preguntas y preocupaciones”, dijo el senador demócrata por el estado de Dakota del Norte, Tim Mathern. “Hasta ahora, he apoyado al proyecto, pues se presenta como una alternativa de combustible más limpia que los fósiles y mejor para nuestro planeta. Pero se ha dado muy poca información sobre los impactos ambientales y me gustaría saber más”.EHN buscó a otros políticos en los 16 estados en donde se realizarán estos proyectos y recibió cinco respuestas, cuatro de ellas provenientes de las regiones en donde se construirá el centro del Pacífico Noroeste. La mayoría de estas respuestas señalaron la necesidad de contar con más información, tal y como lo han expresado sus votantes.“Ha habido relacionamiento con funcionarios locales y algunos funcionarios estatales”, le dijo el representante repúblicano de Montana, Denley Loge, a EHN. “La mayoría [de personas] no entienden bien pero tampoco buscan información por su parte. A nivel local, cuando se han hecho reuniones, muy poquita gente va, pero los rumores desinformados se expanden fácilmente”.La representante demócrata texana Penny Morales Shaw expresó su apoyo al centro de la Costa del Golfo.“Como representante estatal, recibo mucha información de mis constituyentes todos los días sobre la mala calidad del aire y la forma cómo las condiciones ambientales impactan su salud y calidad de vida”, Morales Shaw le dijo a EHN. “Los centros de hidrógeno pueden ayudarnos a alcanzar las emisiones netas de carbono cero y todos queremos asegurarnos de que se logre de forma eficaz y colaborativa”.Las sesiones de escucha del DOE son solo una de las formas en las que las comunidades han pedido mejoras en el proceso de participación. EHN también hizo seguimiento a las solicitudes escritas en relación con la transparencia fuera de estos espacios. Encontramos que:Un grupo de líderes de distintas organizaciones activistas a nivel nacional, incluyendo al Clean Air Task Force, el Environmental Defense Fund y el Natural Resources Defense Counsel, también le pidieron formalmente al DOE mayor transparencia y participación. 54 organizaciones de los Apalaches y grupos de base firmaron una carta dirigida al DOE en la que pedían suspender el proyecto, citando una falta de transparencia y participación.32 grupos de la región del Atlántico Medio firmaron una carta para el DOE diciendo que la primera reunión sobre el proyecto fue inaccesible para muchos residentes y, una vez más, pidiendo mayor transparencia y participación.15 organizaciones de base enviaron una carta al DOE expresando sus frustraciones sobre el mismo tema en el centro del Medio Oeste.Nueve grupos activistas por la justicia y el ambiente en California hicieron un llamado similar relacionado con los mismos problemas.Una coalición de grupos de Texas, California, Washington, Pensilvania, Nuevo México e Indiana pidieron mejorar la transparencia y participación en un reporte.A falta de una participación significativa en los proyectos, una coalición de grupos activistas también ha publicado recientemente su propia “Guía de beneficios comunitarios en el suroeste de Pensilvania” con la esperanza de que el proyecto del centro de hidrógeno de los Apalaches, y otros similares, la utilicen como referencia.Un vocero del DOE dijo que la agencia ha respondido de forma directa a más de 50 cartas pero la mayoría de esas respuestas no están disponibles para el público. Los activistas que recibieron estas respuestas le dijeron a este medio que no se encuentran satisfechos. La agencia se negó a responder nuestras preguntas sobre si estaba trabajando para responder a los reclamos específicos contenidos en dichas misivas. En una presentación inicial sobre los centros, el DOE discutió las etapas de “autorizado / no autorizado” de los proyectos, que requieren que haya participación ciudadana antes de continuar. Esto le hizo creer a muchas comunidades que los proyectos podrían no hacerse si decidían que los costos eran mayores que los beneficios. Resultó ser una apreciación equivocada. “Las comunidades no tienen el derecho a negarse”, dijo el DOE en julio, en un correo electrónico respondiendo a preguntas que les enviaron organizaciones sobre el centro del Atlántico Medio. “Este no es un requisito del programa H2Hubs”.Algunas personas, incluyendo a Feridun de la Better Path Coalition en Pensilvania, se sintieron engañadas. “Nos han repetido una y otra vez lo de estas decisiones de ‘autorizado / no autorizado’ y de cómo participaremos en cada una de ellas, pero eso simplemente no es lo que está ocurriendo”.Los activistas cuestionan qué tan ético es que el gobierno federal pueda autorizar nuevas fuentes de contaminación en comunidades impactadas por la injusticia ambiental, sin que necesiten el consentimiento de las mismas. También hay una percepción generalizada de que los socios industriales de los centros están prosiguiendo con la planeación de reuniones a puerta cerrada con funcionarios de la agencia federal, sin contar con la participación de los ciudadanos.“El DOE apareció en la primera sesión de escucha como un co-anfitrión de la llamada [ junto a los socios industriales]”, dijo Chris Chyung, el director ejecutivo del grupo de activismo ambiental Indiana Conservation Voters, sobre la experiencia en las reuniones sobre el centro de hidrógeno del Medio Oeste. “Esto crea un dilema ético, pues se supone que el DOE debe ser un mediador que supervisa el uso de este dinero y defiende los intereses de los contribuyentes que lo pagan”. En la costa este, el principal contratista del centro del Atlántico Medio organizó reuniones de networking mensuales para los socios corporativos con un costo de participación de entre $25 y $50 dólares y que no están abiertas al público. También estableció un programa de membresías que cuesta entre $2,500 y $10,000 dólares y que le da a sus miembros acceso gratuito a webinars educativos, inscripciones gratuitas para la “Conferencia Anual de Hidrógeno MACH2” y acceso a eventos exclusivos para miembros y a un sitio web con información adicionales sobre los proyectos. En un correo electrónico dirigido a activistas locales que preguntaron porqué estas oportunidades no estaban disponibles para el público general, un vocero del DOE dijo que las reuniones de networking eran para “negocios, startups y otras partes interesadas en la economía de la energía limpia” y que “no están diseñadas para reemplazar los eventos con la comunidad”. “Nuestra preocupación más grande es que muchos de estos proyectos que se están configurando como fundamentales [para el desarrollo del centro del Atlántico Medio] están avanzando sin nuestro involucramiento” le dijo a este medio Tracy Carluccio, quien es la directora adjunta del Delaware Riverkeeper Network. En noviembre de 2023, la oenegé que lidera Carluccio presentó una solicitud FOIA para acceder a estas aplicaciones y a otros contenidos relacionados con el centro en esa región. Cuando recibieron las respuestas en agosto de 2024, se dieron cuenta de que varios proyectos iban mucho más adelante de lo que pensaban. Del mismo modo, cerca de los centros de California, las comunidades han oído promesas de que la producción de hidrógeno sólo provendrá de energías renovables, según Kayla Karimi, abogada de la organización sin ánimo de lucro Center on Race, Poverty and the Environment, con sede en California. Su organización no ha visto ningún contrato o documento que respalde esas promesas más allá de los anuncios iniciales realizados antes de la financiación. Karimi dijo que para obtener información sobre el centro de California más allá de la que aparece en su sitio web, le pidieron a su organización firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés). El acuerdo le pareció “muy punitivo” y dijo que quienes lo firmaran podrían enfrentarse a consecuencias legales por hablar negativamente del centro de California. La organización de Karimi no firmó el acuerdo y abogó por que los miembros de la comunidad no lo hicieran. EHN también habló con Steven Lehat, director ejecutivo de la compañía de inversiones bancarias Colton Alexander, la cual firmó NDAs para acceder a tres comités privados de planeación del centro en California. Si bien los NDA permiten acceder a más información, sería ilegal compartirla con los miembros de la comunidad. Barreras como esta plantean dudas sobre qué tan equitativo es el proceso de participación comunitaria, inclusive en aquellos casos en los que se usarán fuentes de energías renovables. “Los comentarios de la comunidad han sido muy limitados hasta ahora porque no sabemos sobre qué estamos comentando”, Karimi le dijo a EHN. “Pero aún así tampoco sabríamos si están siendo incorporados, porque no nos han dicho nada [y] no se han comunicado con nosotros”. Cuando le preguntamos sobre los NDA, una vocera para ARCHES, la organización supervisando el centro de producción de California, le dijo a EHN que los acuerdos no eran obligatorios para poder participar en los grupos de trabajo relacionados con el trabajo comunitario o los beneficios. “ARCHES mantiene su principio de participación de las partes interesadas y de la comunidad y seguirá trabajando para garantizar que todas las partes interesadas puedan formar parte de nuestras reuniones comunitarias”, dijo la portavoz en un correo electrónico. “Sin embargo, los acuerdos de confidencialidad son necesarios para convertirse en miembro de ARCHES, ya que las empresas miembro deben sentirse seguras compartiendo información sensible o de propiedad intelectual”.El centro del Pacífico Noroeste se diferenció del resto al tener información pública disponible. Keith Curl Dove, un organizador de la Washington Conservation Action, le dijo a EHN que su organización pudo acceder a la ubicación proyectada para muchos de los proyectos y al historial de trabajo con comunidades indígenas, y dijo que la Cámara de Comercio de Washington intentó responder a todas las preguntas y preocupaciones que su organización presentó.Los políticos del estado expresaron una perspectiva similar. “Tengo que decir que, desde el principio, creo que ha habido un amplio proceso de participación de las partes interesadas, que es diferente de un proceso de participación de la comunidad, para averiguar qué empresas, qué industrias, etc., iban a estar dispuestas a hacer las inversiones para complementar la inversión federal y del estado de Washington en nuestro centro de hidrógeno del noroeste [del Pacífico]”, dijo a EHN Alex Ramel, representante demócrata del estado de Washington. “Dos de las cinco refinerías del estado están en mi distrito y hay otras dos en el distrito de al lado, al norte”, dijo. “Esto quiere decir que el 90% de la capacidad de refinado del estado está justo al lado, y las refinerías van a ser uno de los principales lugares de implantación del hidrógeno en el Estado de Washington, y creo que son un primer cliente importante... porque ya utilizan hidrógeno sucio, y esta es una oportunidad para sustituirlo por hidrógeno verde”.En documentos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, el Consejo Asesor sobre Justicia Medioambiental de la Casa Blanca compartió sus preocupaciones sobre los centros de hidrógeno y otras tecnologías de manejo del carbono. “Esta inversión en la “experimentación” de una tecnología que carece de suficiente investigación sobre su seguridad y eficacia crea aún más barreras de desconfianza entre las comunidades afectadas, en particular las que han sido histórica y actualmente son privadas de sus derechos, y los respectivos organismos gubernamentales”, dice el documento.El Consejo añadió que “un planteamiento humano de la gestión del carbono consistiría en dar prioridad a una investigación sólida (no influida por los contaminadores) que incluya un análisis robusto de los posibles riesgos para la salud pública y el medio ambiente”.Estas preocupaciones reflejan las de los individuos en los territorios. “¿De verdad podemos confiar en otro contaminador?” cuestionó Arellano, de Fenceline Watch.Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEste artículo fue traducido por María Paula Rubiano A.Producción y edición de video: Jimmy EvansSobre las autoras: Kristina Marusic cubre temas de salud ambiental y justicia en Pittsburgh y el occidente de Pennsylvania para Environmental Health News. Su nuevo libro, "A New War On Cancer: The Unlikely Heroes Revolutionizing Prevention", revela la existencia de un naciente movimiento a nivel nacional que busca prevenir el cáncer reduciendo la exposición a sustancias químicas cancerígenas en nuestra vida cotidiana. Cami Ferrell es una reportera de vídeo bilingüe para Environmental Health News, radicada en Houston (Texas). Ferrell informa principalmente sobre el desarrollo de la industria petroquímica en la costa del Golfo de Texas.

Esta es la primera parte de una serie de dos entregas. Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEn un día lluvioso de septiembre, Veronica Coptis y sus dos hijos se pararon a orillas del río Monongahela, en un parque cerca a su hogar, observando cómo un par de barcazas cargadas con montones de carbón desaparecían por la ribera.Haz clic aquí para leer este reportaje en inglés. To read and watch a version of this story in English click here.“Me preocupa que no están teniendo en cuenta la cantidad de tráfico industrial que este río ya carga y cuánto más va a agregar el centro de hidrógeno”, le dijo Coptis a EHN.Coptis vive con su esposo y sus hijos en Carmichaels, en Pensilvania, un pueblo otrora dedicado al carbón cercano a la frontera con Virginia Occidental, con unos 434 habitantes. La autoridad hídrica local usa al río Monongahela como fuente de agua. Contaminantes asociados a la actividad industrial y potencialmente cancerígenos, como el bromodiclorometano, cloroformo y dibromoclorometano, se han detectado en el agua potable de la comunidad.Coptis creció rodeada de mineros del carbón, pero se convirtió en una activista contra este mineral y el fracking después de ser testigo de los daños ambientales causados por la industria de combustibles fósiles. Ahora, ve una nueva batalla en el horizonte: el Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches, una extensa red de infraestructura que usará principalmente gas natural para crear hidrógeno, que luego será usado como combustible. Se espera que parte del nuevo centro de hidrógeno sea construido en La Belle, que está a unos 30 minutos en auto hacia el norte del río Monongahela desde su casa.“Me preocupa mucho qué tan grande va a ser este complejo industrial y cómo serán sus emisiones, y si va a aumentar el tráfico en el río y las carreteras”, dijo Coptis, quien trabaja como consejera senior en la oenegé climática Taproot Earth. “También me preocupa que, debido a que esto va a ser hidrógeno azul, aumente la demanda de fracking, y yo ya vivo rodeada de pozos de fracking”.El Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches es una de las siete redes de este tipo de infraestructuras propuestas hace un año y financiadas con fondos federales. Son una iniciativa que nació de la Ley Bipartidista de Infraestructura que la administración de Biden logró pasar en 2021. El hidrógeno creado en los centros, que provendrá tanto de fuentes renovables como de combustibles fósiles, será usado por industrias que son difíciles de electrificar, como la siderurgia, la construcción y la producción de petroquímicos.Los centros apoyan el objetivo de la administración de Biden de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el país para 2050 y lograr una red eléctrica 100% “limpia” para 2035. Los siete centros de hidrógeno, que están en diversas etapas de desarrollo pero en su mayoría están en la planeación y la selección de sitios, fueron considerados como proyectos de energías limpias bajo la administración de Biden, incluyendo aquellos que usarán combustibles fósiles para la producción.En marzo y mayo, Coptis asistió a unas sesiones de escucha organizadas por los socios industriales del proyecto y por el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE, por sus siglas en inglés), que es la entidad encargada del desarrollo de los centros y de repartir los $7 mil millones en fondos federales para ellos. Esperaba que las sesiones le dieran respuestas, como por ejemplo exactamente donde se ubicaran las instalaciones y qué pasaría en ellas. Sin embargo, salió con aún más preguntas. Las aplicaciones iniciales que los socios industriales presentaron ante el DOE, que incluyeron cronogramas, costos estimados, detalles de las posibles ubicaciones y estimaciones de los impactos en el medio ambiente y la salud, fueron mantenidas en secreto por la agencia a pesar de las frecuentes peticiones de los miembros de la comunidad para que se compartieran esos detalles.“El Departamento de Energía y las compañías involucradas no han sido transparentes”, dijo Coptis. “No es posible que las comunidades demos aportes significativos sobre los proyectos cuando literalmente no sabemos nada sobre ellos”. En 2023, la administración de Biden logró aprobar una serie de políticas federales históricas que le ordenaron a 80 agencias nacionales priorizar la justicia medioambiental en todas sus decisiones. El DOE prometió ser un ejemplo a través de los centros de hidrógeno, pero, hasta ahora, esto no ha sucedido, de acuerdo con más de 30 miembros de las comunidades potencialmente afectadas y activistas con los cuales EHN habló. Afirman que los detalles siguen siendo confusos, que las consultas públicas sólo se planifican después de que los socios de la industria ya han recibido millones de dólares en fondos públicos y que las comunidades no intervienen en la toma de decisiones.“Las promesas que el DOE ha hecho no han sido cumplidas, de acuerdo con la definición de justicia ambiental de la misma entidad”, dijo a EHN Batoul Al-Sadi, un asociado senior en Natural Resources Defense Council (NRDC), un grupo ambientalista nacional que ha estado presionando para que haya una mayor transparencia en los centros de hidrógeno. Nuestra investigación también encontró que:En las sesiones iniciales de escucha sobre los centros, 95 de los 113 comentarios públicos que fueron presentados expresaron oposición a los proyectos.49 de los 113 comentarios expresaron preocupación sobre la falta de transparencia y participación significativa de las comunidades.Más de 100 grupos ambientalistas regionales y nacionales le han enviado cartas al DOE pidiéndole mayor transparencia y mejoras en sus procesos de diálogo con las comunidades.Las comunidades no tienen el derecho de rehusarse a la llegada de los centros de hidrógeno si se prueba que los daños serán mayores que los beneficios.El DOE no se está adhiriendo a sus propios planes de participación comunitaria, de acuerdo con expertos y activistas.“Hoy, las regulaciones [federales de justicia ambiental] están mejor que nunca”, dijo a EHN Stephen Schima, un experto en regulaciones ambientales y consejero legislativo senior en Earthjustice. “Las agencias tienen la oportunidad de hacer esto de forma correcta… solo es una cuestión de implementación, que ha probado ser un gran reto hasta ahora”.Ante nuestras preguntas sobre la transparencia y la participación comunitaria en estos procesos, el DOE respondió a EHN que la agencia “está enfocada en conseguir que estos proyectos sean seleccionados para negociar su adjudicación oficialmente ... Una vez adjudicados, el DOE dará a conocer más detalles sobre los mismos”.Los residentes de las siete comunidades de los centros de hidrógeno temen que, una vez se hayan distribuido millones de dólares en financiación federal para estos proyectos, sus aportes serán irrelevantes.En julio, los centros de los Apalaches y de California ya habían recibido cada uno $30 millones de dólares y el centro del Pacífico Noroeste ya había recibido $27,5 millones en fondos federales. La financiación para el resto de centros sigue en trámite. En total, se prevé que los siete centros planeados recibirán unos $7 mil millones de dólares en fondos públicos federales.Jalonne White-Newsome, la jefa de justicia ambiental del Consejo de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, dijo que es consciente de que las comunidades están frustradas por los centros de hidrógeno. “Paso mucho tiempo trabajando con nuestros colegas del Departamento de Energía [y otras agencias federales] asegurándonos de que estamos apoyando la llegada segura de estas tecnologías”, White-Newsome le dijo a EHN. “Sigo escuchando de muchas formas distintas las preocupaciones de las comunidades: que no hay transparencia, que no hay suficiente información, que hay miedo a la tecnología”.“Entiendo todas esas preocupaciones”, dijo White-Newsome, quien añadió que el Consejo Asesor de Justicia Medioambiental de la Casa Blanca creó un grupo de trabajo de líderes de justicia medioambiental de todo el país para abordar las tecnologías de captura de carbono y el hidrógeno, y está trabajando con un equipo interno, incluidos los socios de la agencia federal en el DOE, “sobre cómo abordar todas las cuestiones que ha planteado este organismo”.Los activistas temen que estas medidas sean insuficientes.“Incluso si éste fuera el mejor proyecto de energía verde, no contaminante y más renovable que llegara a los Apalaches, este proceso no se está ajustando a los principios de justicia ambiental”, señaló Coptis.Justicia ambiental y preocupaciones por la contaminación Los centros de hidrógeno fueron presentados como una bendición para las comunidades afectadas por la injusticia medioambiental que les traería empleos y desarrollo económico, una reducción en la contaminación aérea producto de un menor uso de combustibles fósiles y la promesa de convertirse en protagonistas de la transición energética en Estados Unidos.Pero más de 140 organizaciones por la justicia ambiental han firmado cartas públicas resaltando las formas en las que la energía del hidrógeno podría prolongar el uso de combustibles fósiles, crear riesgos y empeorar la contaminación del aire local, de acuerdo con un reporte publicado por la EFI Foundation.Los centros del Atlántico Medio y del Medio Oeste prevén utilizar energías renovables y energía nuclear además de combustibles fósiles, mientras que los centros de California, el Noroeste del Pacífico y Heartland prevén utilizar combinaciones de energías renovables, biomasa y energía nuclear. Los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo prevén utilizar principalmente combustibles fósiles.Los centros de hidrógeno serán una densa red de infraestructuras que se extenderán a lo largo de vastas regiones geográficas. Muchos de sus componentes están siendo planeados para aterrizar en comunidades que han sido desproporcionadamente afectadas por la contaminación (principalmente producto de la extracción de combustibles fósiles), para aprovechar la infraestructura ya existente. Por ejemplo, la región del Canal de Houston, el Inland Empire en California y el noroeste de Indiana incluyen comunidades afectadas por la injusticia ambiental y todas están esperando la llegada tentativa de infraestructuras de los centros de hidrógeno. Las tres regiones figuran entre los peores lugares del país en cuanto a contaminación atmosférica. El DOE ha dicho que los proyectos solo serán premiados si demuestran que tienen planes para minimizar los impactos negativos y para proveer beneficios para estas comunidades, pero hasta ahora las poblaciones que están esperando la llegada de los centros de hidrógeno dicen que no han visto ningún tipo de información sobre cómo los socios de los proyectos planean hacer esto (alguna información ha sido compartido en el plan de beneficios comunitarios en el de California). La gente está preocupada de que los centros añadan nuevas fuentes de contaminación industrial a las comunidades ya contaminadas, mientras que los datos sobre los impactos acumulativos de las redes existentes y ampliadas de infraestructuras energéticas siguen siendo escasos. Las preocupaciones sobre los riesgos de salud son especialmente pronunciados alrededor de los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo debido a su gran dependencia de los combustibles fósiles. EHN escuchó voces preocupadas por las nuevas emisiones procedentes del tráfico de camiones y barcazas, el posible uso del dominio eminente para confiscar propiedades privadas para construir oleoductos, el riesgo de que los oleoductos exploten o tengan fugas y el aumento de las emisiones de óxido de nitrógeno procedentes de la combustión final del combustible de hidrógeno, que contribuiría a aumentar los niveles de contaminación por partículas y ozono. La exposición a este tipo de contaminantes se ha relacionado con múltiples efectos negativos, incluyendo un aumento en el riesgo de cáncer, enfermedades respiratorias y del corazón, nacimientos prematuros y bajos pesos al nacer.También hay preocupaciones por la dependencia de estos centros de las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, las cuales son necesarias para transformar combustibles fósiles en hidrógeno, pero no serán necesarias en aquellos centros que no usen combustibles fósiles para su producción.La tecnología de captura del carbono es controversial, pues muchos expertos y activistas la consideran una forma de prolongar el uso de combustibles fósiles y han expresado que esta tecnología podría empeorar el cambio climático debido al enorme consumo energético que requiere su implementación. Adicionalmente, debido a que el CO2 capturado contiene sustancias tóxicas, como compuestos orgánicos volátiles y mercurio, la técnica puede plantear riesgos para las aguas subterráneas, el suelo y el aire a través de fugas. El mes pasado, las autoridades informaron de que la primera planta comercial de secuestro de carbono del país, en Illinois, había tenido dos fugas este año bajo el lago Decatur, una fuente de agua potable para el poblado de Decatur. La empresa propietaria de la planta, ADM, no informó a las autoridades de las fugas durante meses. “Se trata de comunidades muy arraigadas a procesos extractivos como la minería del carbón y el gas natural, por lo que la llegada de constructores que les proponen algo no es nada nuevo para ellos. Pero cuando se enteran de que los constructores no están interesados en extraer, sino en depositar, en inyectar, se les abren los ojos”, dijo a EHN Ethan Story, director de defensa y abogado del Center for Coalfield Justice, un grupo de defensa de la salud comunitaria del oeste de Pensilvania.Asociados con el sector de los combustibles fósilesCada centro de hidrógeno cuenta con una empresa, una organización sin ánimo de lucro o una asociación público-privada que supervisa el proyecto. Esta organización está a cargo de crear la propuesta, seleccionar los proyectos, facilitar la participación, recibir y distribuir los fondos federales y actuar como un puente entre el DOE y los socios industriales. Además de la inversión de $7 mil millones de dólares, la financiación para los centros de hidrógeno incluirá inversiones privadas significativas, incentivadas por la Ley de Reducción de la Inflación. Algunos de los principales contratistas existían antes de que se lanzaran los centros, como Battelle, que está a cargo del centro en los Apalaches, o como el Energy & Environmental Research Center, encargado del centro Heartland. Otros se formaron específicamente para supervisar los proyectos de hidrógeno, como la Alliance for Renewable Clean Hydrogen Energy Systems (ARCHES), que está a cargo del centro en California y HyVelocity, Inc, del centro de la Costa del Golfo.Además de estos contratistas, los centros tienen socios individuales para los proyectos que incluyen a compañías de combustibles fósiles. En el centro de la Costa del Golfo, Chevron, ExxonMobil y Shell son solo algunas de las compañías de combustibles fósiles incluidas en la lista de socios proyectados. Los socios del proyecto en los Apalaches incluyen a CNX Resources, Enbridge, Empire Diversified Energy y EQT Corporation; y el centro de California lista a Chevron como uno de sus socios. Esto está sembrando la desconfianza en algunas comunidades.Por ejemplo, en un documento del DOE publicado en agosto, la agencia informó que EQT Corporation, el segundo mayor productor de gas natural del país, organizaría sesiones de escucha comunitaria y trabajaría para establecer un comité asesor comunitario para sus proyectos en el centro de hidrógeno de los Apalaches. EQT ha acumulado infracciones medioambientales en sus pozos de fracking que culminaron en el desalojo de varias familias de Virginia Occidental. La empresa también ha promovido la desinformación sobre el papel de la industria del gas natural en el empeoramiento del cambio climático. “Elegir a EQT para hacerse cargo de esta parte del proceso muestra la falta de involucramiento real con la comunidad, la falta de confianza, la falta de transparencia que ha rodeado el proceso de beneficios colectivos [del centro de hidrógeno de los Apalaches]”, dijo a EHN Matt Mehalik, director ejecutivo del Breathe Project, una coalición de oenegés en el occidente de Pensilvania. “La elección de este administrador ilustra la falta de interés por establecer algún tipo de confianza con las comunidades afectadas”, añadió.Karen Feridun, co-fundadora del grupo activista por el clima de Pensilvania Better Path Coalition, dijo que “si EQT crea un CAC [comité asesor comunitario] será para averiguar qué color de las gorras del ARCH2 [centro de hidrógeno de los Apalaches] prefiere la gente”.EQT Corporation y Battelle no respondieron a múltiples solicitudes de entrevista, ni a las preguntas específicas que les enviamos sobre el proceso de participación y la supuesta falta de transparencia.El DOE también tercerizó la gestión de la participación ciudadana en la Costa del Golfo a una organización local – el Houston Advanced Research Center, o HARC, por sus siglas en inglés. La organización fue fundada en 1982 por George Mitchell, también conocido como “el padre del fracking”, a quien se le atribuyó el auge del petróleo proveniente de esquisto en Texas. En 2001, HARC actualizó su misión en su página web, e incluyó una referencia a la mitigación del riesgo climático y el fomento de las energías limpias. En 2023, la organización incluyó la energía del hidrógeno en su planificación estratégica y en su visión empresarial. Margaret Cook, quien dirige la oficina de equidad climática de HARC y es una representante de sus esfuerzos de participación comunitaria, le dijo a EHN que la organización había contactado a algunos grupos activistas locales para discutir su rol en el proceso de involucramiento ciudadano del centro. Cook dijo que planean incluir una junta asesora conformada por la comunidad que interactuará con las compañías involucradas, y que esta junta aconsejará en cómo deben gastarse los dólares del DOE a nivel regional y comunitario. Adicionalmente, el grupo estará a cargo de organizar los beneficios comunitarios. “Necesitamos entender sus preocupaciones para poder atenderlas”, dijo Cook. “Y necesitamos entender qué perciben ellos como beneficios que realmente les vaya a ayudar, para que así el proyecto pueda dárselo”. Shiv Srivastava, investigadora de política pública para Fenceline Watch, una organización de justicia ambiental de Houston, le dijo a EHN: “Pienso que estamos ante un problema de raíz…tienes organizaciones que son elegidas para ser básicamente el conector con la comunidad, el representante del centro ante la gente. Esto es algo que el Departamento de Energía debería hacer directamente”.Una falta de transparencia y de participación significativaAlgunos describen al East End de Houston como un tablero de ajedrez, donde los límites de sus casas, escuelas y zonas verdes están flanqueados por plantas industriales, aparcamientos, muelles de entrada, chimeneas y refinerías. La comunidad del East End está en el percentil 99 de exposición a tóxicos en el aire (es decir, que están más expuestos que el 99% de la población en Estados Unidos) y es el hogar de una de las fuentes más grandes de contaminación química del estado de Texas. Los residentes de estos barrios, como Srivastava e Yvette Arellano, directorx ejecutivx de Fenceline Watch, temen que esta enorme presencia industrial sólo aumentará con la introducción del hidrógeno. “En lo que respecta a la captura de carbono, al secuestro y la captura directa en el aire, son casi principios básicos de [la producción de] hidrógeno”, afirma Srivastava. “Vemos que el hidrógeno se postula rápidamente como la nueva materia prima para la producción petroquímica, y que desplazará a los combustibles fósiles, lo que, para nuestra comunidad, no funciona, porque igual siguen produciendo estos tóxicos contaminantes”. Arellano le dijo a EHN que Fenceline Watch educa al público sobre proyectos industriales, pero que esta labor ha sido complicada respecto al centro de hidrógeno pues “no hay un proceso de participación ciudadana formal en los siete centro de producción”. La oficina de demostraciones de energías limpias (OCED, por sus siglas en inglés) del DOE auspició nueve sesiones de escucha iniciales para los centros y resumió los comentarios recibidos durante esas reuniones en su página web. El DOE no dejó las grabaciones disponibles para el público general, pero un análisis de EHN de las transcripciones muestran que la mayoría de comentarios expresaron preocupación sobre temas como la seguridad de los empleados, la localización de los oleoductos, la eficacia de la captura de carbono, el impacto de las emisiones, quién regulará estos proyectos, los permisos, la ubicación de los complejos, barreras lingüísticas y la injusticia medioambiental.En la sesión sobre el centro de la Costa del Golfo, la comunidad pidió hacer sesiones formales en las que pudieran presentar sus preguntas por escrito y recibir respuestas escritas en el mismo lenguaje sencillo. “Lo que hemos oído es que esa no es la forma en la que se hace este proceso”, dijo Arellano. “Lo que hemos oído es un silencio sepulcral”. De los 113 comentarios que el DOE transcribió de las sesiones de escucha, 95 expresaron algún tipo de oposición a los proyectos y hubo por lo menos 49 reclamos exigiendo una mayo transparencia y mejor participación ciudadana. EHN también escuchó reclamos más allá de las sesiones de escucha, particularmente relacionadas con la justicia ambiental y la participación ciudadana respecto a todos los centros menos sobre Heartland, que se expandirá a lo largo de Dakota del Norte y del Sur, así como Minnesota (el centro perdió a sus socios clave Marathon Petroleum y TC Energy, así que no es del todo claro si se realizará).En respuesta a las quejas, el DOE publicó un resumen de los puntos clave que escuchó durante las reuniones y cómo esos comentarios estaban siendo incorporados en el proceso de planeación de los centros de producción. Un vocero de la agencia dijo que este tipo de trabajo con las comunidades es nuevo para el DOE y que los proyectos aún están en las primeras etapas, por lo que la agencia todavía está aprendiendo y trabajando para asegurarse de que las preocupaciones de la gente sean atendidas de forma adecuada. Añadieron que la oficina de demostraciones de energías limpias (OCED) ha llevado a cabo más de 70 reuniones con la gente de la comunidad y grupos organizados, funcionarios locales, personal de primeros auxilios, sindicatos y otros grupos comunitarios, y que ha ofrecido sesiones informativas a más de 4.000 personas en las regiones de los centros de hidrógeno.“Tengo preguntas y preocupaciones”, dijo el senador demócrata por el estado de Dakota del Norte, Tim Mathern. “Hasta ahora, he apoyado al proyecto, pues se presenta como una alternativa de combustible más limpia que los fósiles y mejor para nuestro planeta. Pero se ha dado muy poca información sobre los impactos ambientales y me gustaría saber más”.EHN buscó a otros políticos en los 16 estados en donde se realizarán estos proyectos y recibió cinco respuestas, cuatro de ellas provenientes de las regiones en donde se construirá el centro del Pacífico Noroeste. La mayoría de estas respuestas señalaron la necesidad de contar con más información, tal y como lo han expresado sus votantes.“Ha habido relacionamiento con funcionarios locales y algunos funcionarios estatales”, le dijo el representante repúblicano de Montana, Denley Loge, a EHN. “La mayoría [de personas] no entienden bien pero tampoco buscan información por su parte. A nivel local, cuando se han hecho reuniones, muy poquita gente va, pero los rumores desinformados se expanden fácilmente”.La representante demócrata texana Penny Morales Shaw expresó su apoyo al centro de la Costa del Golfo.“Como representante estatal, recibo mucha información de mis constituyentes todos los días sobre la mala calidad del aire y la forma cómo las condiciones ambientales impactan su salud y calidad de vida”, Morales Shaw le dijo a EHN. “Los centros de hidrógeno pueden ayudarnos a alcanzar las emisiones netas de carbono cero y todos queremos asegurarnos de que se logre de forma eficaz y colaborativa”.Las sesiones de escucha del DOE son solo una de las formas en las que las comunidades han pedido mejoras en el proceso de participación. EHN también hizo seguimiento a las solicitudes escritas en relación con la transparencia fuera de estos espacios. Encontramos que:Un grupo de líderes de distintas organizaciones activistas a nivel nacional, incluyendo al Clean Air Task Force, el Environmental Defense Fund y el Natural Resources Defense Counsel, también le pidieron formalmente al DOE mayor transparencia y participación. 54 organizaciones de los Apalaches y grupos de base firmaron una carta dirigida al DOE en la que pedían suspender el proyecto, citando una falta de transparencia y participación.32 grupos de la región del Atlántico Medio firmaron una carta para el DOE diciendo que la primera reunión sobre el proyecto fue inaccesible para muchos residentes y, una vez más, pidiendo mayor transparencia y participación.15 organizaciones de base enviaron una carta al DOE expresando sus frustraciones sobre el mismo tema en el centro del Medio Oeste.Nueve grupos activistas por la justicia y el ambiente en California hicieron un llamado similar relacionado con los mismos problemas.Una coalición de grupos de Texas, California, Washington, Pensilvania, Nuevo México e Indiana pidieron mejorar la transparencia y participación en un reporte.A falta de una participación significativa en los proyectos, una coalición de grupos activistas también ha publicado recientemente su propia “Guía de beneficios comunitarios en el suroeste de Pensilvania” con la esperanza de que el proyecto del centro de hidrógeno de los Apalaches, y otros similares, la utilicen como referencia.Un vocero del DOE dijo que la agencia ha respondido de forma directa a más de 50 cartas pero la mayoría de esas respuestas no están disponibles para el público. Los activistas que recibieron estas respuestas le dijeron a este medio que no se encuentran satisfechos. La agencia se negó a responder nuestras preguntas sobre si estaba trabajando para responder a los reclamos específicos contenidos en dichas misivas. En una presentación inicial sobre los centros, el DOE discutió las etapas de “autorizado / no autorizado” de los proyectos, que requieren que haya participación ciudadana antes de continuar. Esto le hizo creer a muchas comunidades que los proyectos podrían no hacerse si decidían que los costos eran mayores que los beneficios. Resultó ser una apreciación equivocada. “Las comunidades no tienen el derecho a negarse”, dijo el DOE en julio, en un correo electrónico respondiendo a preguntas que les enviaron organizaciones sobre el centro del Atlántico Medio. “Este no es un requisito del programa H2Hubs”.Algunas personas, incluyendo a Feridun de la Better Path Coalition en Pensilvania, se sintieron engañadas. “Nos han repetido una y otra vez lo de estas decisiones de ‘autorizado / no autorizado’ y de cómo participaremos en cada una de ellas, pero eso simplemente no es lo que está ocurriendo”.Los activistas cuestionan qué tan ético es que el gobierno federal pueda autorizar nuevas fuentes de contaminación en comunidades impactadas por la injusticia ambiental, sin que necesiten el consentimiento de las mismas. También hay una percepción generalizada de que los socios industriales de los centros están prosiguiendo con la planeación de reuniones a puerta cerrada con funcionarios de la agencia federal, sin contar con la participación de los ciudadanos.“El DOE apareció en la primera sesión de escucha como un co-anfitrión de la llamada [ junto a los socios industriales]”, dijo Chris Chyung, el director ejecutivo del grupo de activismo ambiental Indiana Conservation Voters, sobre la experiencia en las reuniones sobre el centro de hidrógeno del Medio Oeste. “Esto crea un dilema ético, pues se supone que el DOE debe ser un mediador que supervisa el uso de este dinero y defiende los intereses de los contribuyentes que lo pagan”. En la costa este, el principal contratista del centro del Atlántico Medio organizó reuniones de networking mensuales para los socios corporativos con un costo de participación de entre $25 y $50 dólares y que no están abiertas al público. También estableció un programa de membresías que cuesta entre $2,500 y $10,000 dólares y que le da a sus miembros acceso gratuito a webinars educativos, inscripciones gratuitas para la “Conferencia Anual de Hidrógeno MACH2” y acceso a eventos exclusivos para miembros y a un sitio web con información adicionales sobre los proyectos. En un correo electrónico dirigido a activistas locales que preguntaron porqué estas oportunidades no estaban disponibles para el público general, un vocero del DOE dijo que las reuniones de networking eran para “negocios, startups y otras partes interesadas en la economía de la energía limpia” y que “no están diseñadas para reemplazar los eventos con la comunidad”. “Nuestra preocupación más grande es que muchos de estos proyectos que se están configurando como fundamentales [para el desarrollo del centro del Atlántico Medio] están avanzando sin nuestro involucramiento” le dijo a este medio Tracy Carluccio, quien es la directora adjunta del Delaware Riverkeeper Network. En noviembre de 2023, la oenegé que lidera Carluccio presentó una solicitud FOIA para acceder a estas aplicaciones y a otros contenidos relacionados con el centro en esa región. Cuando recibieron las respuestas en agosto de 2024, se dieron cuenta de que varios proyectos iban mucho más adelante de lo que pensaban. Del mismo modo, cerca de los centros de California, las comunidades han oído promesas de que la producción de hidrógeno sólo provendrá de energías renovables, según Kayla Karimi, abogada de la organización sin ánimo de lucro Center on Race, Poverty and the Environment, con sede en California. Su organización no ha visto ningún contrato o documento que respalde esas promesas más allá de los anuncios iniciales realizados antes de la financiación. Karimi dijo que para obtener información sobre el centro de California más allá de la que aparece en su sitio web, le pidieron a su organización firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés). El acuerdo le pareció “muy punitivo” y dijo que quienes lo firmaran podrían enfrentarse a consecuencias legales por hablar negativamente del centro de California. La organización de Karimi no firmó el acuerdo y abogó por que los miembros de la comunidad no lo hicieran. EHN también habló con Steven Lehat, director ejecutivo de la compañía de inversiones bancarias Colton Alexander, la cual firmó NDAs para acceder a tres comités privados de planeación del centro en California. Si bien los NDA permiten acceder a más información, sería ilegal compartirla con los miembros de la comunidad. Barreras como esta plantean dudas sobre qué tan equitativo es el proceso de participación comunitaria, inclusive en aquellos casos en los que se usarán fuentes de energías renovables. “Los comentarios de la comunidad han sido muy limitados hasta ahora porque no sabemos sobre qué estamos comentando”, Karimi le dijo a EHN. “Pero aún así tampoco sabríamos si están siendo incorporados, porque no nos han dicho nada [y] no se han comunicado con nosotros”. Cuando le preguntamos sobre los NDA, una vocera para ARCHES, la organización supervisando el centro de producción de California, le dijo a EHN que los acuerdos no eran obligatorios para poder participar en los grupos de trabajo relacionados con el trabajo comunitario o los beneficios. “ARCHES mantiene su principio de participación de las partes interesadas y de la comunidad y seguirá trabajando para garantizar que todas las partes interesadas puedan formar parte de nuestras reuniones comunitarias”, dijo la portavoz en un correo electrónico. “Sin embargo, los acuerdos de confidencialidad son necesarios para convertirse en miembro de ARCHES, ya que las empresas miembro deben sentirse seguras compartiendo información sensible o de propiedad intelectual”.El centro del Pacífico Noroeste se diferenció del resto al tener información pública disponible. Keith Curl Dove, un organizador de la Washington Conservation Action, le dijo a EHN que su organización pudo acceder a la ubicación proyectada para muchos de los proyectos y al historial de trabajo con comunidades indígenas, y dijo que la Cámara de Comercio de Washington intentó responder a todas las preguntas y preocupaciones que su organización presentó.Los políticos del estado expresaron una perspectiva similar. “Tengo que decir que, desde el principio, creo que ha habido un amplio proceso de participación de las partes interesadas, que es diferente de un proceso de participación de la comunidad, para averiguar qué empresas, qué industrias, etc., iban a estar dispuestas a hacer las inversiones para complementar la inversión federal y del estado de Washington en nuestro centro de hidrógeno del noroeste [del Pacífico]”, dijo a EHN Alex Ramel, representante demócrata del estado de Washington. “Dos de las cinco refinerías del estado están en mi distrito y hay otras dos en el distrito de al lado, al norte”, dijo. “Esto quiere decir que el 90% de la capacidad de refinado del estado está justo al lado, y las refinerías van a ser uno de los principales lugares de implantación del hidrógeno en el Estado de Washington, y creo que son un primer cliente importante... porque ya utilizan hidrógeno sucio, y esta es una oportunidad para sustituirlo por hidrógeno verde”.En documentos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, el Consejo Asesor sobre Justicia Medioambiental de la Casa Blanca compartió sus preocupaciones sobre los centros de hidrógeno y otras tecnologías de manejo del carbono. “Esta inversión en la “experimentación” de una tecnología que carece de suficiente investigación sobre su seguridad y eficacia crea aún más barreras de desconfianza entre las comunidades afectadas, en particular las que han sido histórica y actualmente son privadas de sus derechos, y los respectivos organismos gubernamentales”, dice el documento.El Consejo añadió que “un planteamiento humano de la gestión del carbono consistiría en dar prioridad a una investigación sólida (no influida por los contaminadores) que incluya un análisis robusto de los posibles riesgos para la salud pública y el medio ambiente”.Estas preocupaciones reflejan las de los individuos en los territorios. “¿De verdad podemos confiar en otro contaminador?” cuestionó Arellano, de Fenceline Watch.Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEste artículo fue traducido por María Paula Rubiano A.Producción y edición de video: Jimmy EvansSobre las autoras: Kristina Marusic cubre temas de salud ambiental y justicia en Pittsburgh y el occidente de Pennsylvania para Environmental Health News. Su nuevo libro, "A New War On Cancer: The Unlikely Heroes Revolutionizing Prevention", revela la existencia de un naciente movimiento a nivel nacional que busca prevenir el cáncer reduciendo la exposición a sustancias químicas cancerígenas en nuestra vida cotidiana. Cami Ferrell es una reportera de vídeo bilingüe para Environmental Health News, radicada en Houston (Texas). Ferrell informa principalmente sobre el desarrollo de la industria petroquímica en la costa del Golfo de Texas.



Esta es la primera parte de una serie de dos entregas. Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federales



En un día lluvioso de septiembre, Veronica Coptis y sus dos hijos se pararon a orillas del río

Monongahela, en un parque cerca a su hogar, observando cómo un par de barcazas cargadas con montones de carbón desaparecían por la ribera.

Haz clic aquí para leer este reportaje en inglés. To read and watch a version of this story in English click here.

“Me preocupa que no están teniendo en cuenta la cantidad de tráfico industrial que este río ya carga y cuánto más va a agregar el centro de hidrógeno”, le dijo Coptis a EHN.

Coptis vive con su esposo y sus hijos en Carmichaels, en Pensilvania, un pueblo otrora dedicado al carbón cercano a la frontera con Virginia Occidental, con unos 434 habitantes. La autoridad hídrica local usa al río Monongahela como fuente de agua. Contaminantes asociados a la actividad industrial y potencialmente cancerígenos, como el bromodiclorometano, cloroformo y dibromoclorometano, se han detectado en el agua potable de la comunidad.

Coptis creció rodeada de mineros del carbón, pero se convirtió en una activista contra este mineral y el fracking después de ser testigo de los daños ambientales causados por la industria de combustibles fósiles.

Ahora, ve una nueva batalla en el horizonte: el Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches, una extensa red de infraestructura que usará principalmente gas natural para crear hidrógeno, que luego será usado como combustible. Se espera que parte del nuevo centro de hidrógeno sea construido en La Belle, que está a unos 30 minutos en auto hacia el norte del río Monongahela desde su casa.

“Me preocupa mucho qué tan grande va a ser este complejo industrial y cómo serán sus emisiones, y si va a aumentar el tráfico en el río y las carreteras”, dijo Coptis, quien trabaja como consejera senior en la oenegé climática Taproot Earth. “También me preocupa que, debido a que esto va a ser hidrógeno azul, aumente la demanda de fracking, y yo ya vivo rodeada de pozos de fracking”.


Pennsylvania activist Veronica Coptis with her two children near a river


carmichaels, pennsylvania, hydrogen hub

El Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches es una de las siete redes de este tipo de infraestructuras propuestas hace un año y financiadas con fondos federales. Son una iniciativa que nació de la Ley Bipartidista de Infraestructura que la administración de Biden logró pasar en 2021. El hidrógeno creado en los centros, que provendrá tanto de fuentes renovables como de combustibles fósiles, será usado por industrias que son difíciles de electrificar, como la siderurgia, la construcción y la producción de petroquímicos.

Los centros apoyan el objetivo de la administración de Biden de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el país para 2050 y lograr una red eléctrica 100% “limpia” para 2035. Los siete centros de hidrógeno, que están en diversas etapas de desarrollo pero en su mayoría están en la planeación y la selección de sitios, fueron considerados como proyectos de energías limpias bajo la administración de Biden, incluyendo aquellos que usarán combustibles fósiles para la producción.


map of proposed US hydrogen hubs

En marzo y mayo, Coptis asistió a unas sesiones de escucha organizadas por los socios industriales del proyecto y por el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE, por sus siglas en inglés), que es la entidad encargada del desarrollo de los centros y de repartir los $7 mil millones en fondos federales para ellos. Esperaba que las sesiones le dieran respuestas, como por ejemplo exactamente donde se ubicaran las instalaciones y qué pasaría en ellas. Sin embargo, salió con aún más preguntas.

Las aplicaciones iniciales que los socios industriales presentaron ante el DOE, que incluyeron cronogramas, costos estimados, detalles de las posibles ubicaciones y estimaciones de los impactos en el medio ambiente y la salud, fueron mantenidas en secreto por la agencia a pesar de las frecuentes peticiones de los miembros de la comunidad para que se compartieran esos detalles.

“El Departamento de Energía y las compañías involucradas no han sido transparentes”, dijo Coptis. “No es posible que las comunidades demos aportes significativos sobre los proyectos cuando literalmente no sabemos nada sobre ellos”.

En 2023, la administración de Biden logró aprobar una serie de políticas federales históricas que le ordenaron a 80 agencias nacionales priorizar la justicia medioambiental en todas sus decisiones. El DOE prometió ser un ejemplo a través de los centros de hidrógeno, pero, hasta ahora, esto no ha sucedido, de acuerdo con más de 30 miembros de las comunidades potencialmente afectadas y activistas con los cuales EHN habló. Afirman que los detalles siguen siendo confusos, que las consultas públicas sólo se planifican después de que los socios de la industria ya han recibido millones de dólares en fondos públicos y que las comunidades no intervienen en la toma de decisiones.

“Las promesas que el DOE ha hecho no han sido cumplidas, de acuerdo con la definición de justicia ambiental de la misma entidad”, dijo a EHN Batoul Al-Sadi, un asociado senior en Natural Resources Defense Council (NRDC), un grupo ambientalista nacional que ha estado presionando para que haya una mayor transparencia en los centros de hidrógeno.

Nuestra investigación también encontró que:

  • En las sesiones iniciales de escucha sobre los centros, 95 de los 113 comentarios públicos que fueron presentados expresaron oposición a los proyectos.
  • 49 de los 113 comentarios expresaron preocupación sobre la falta de transparencia y participación significativa de las comunidades.
  • Más de 100 grupos ambientalistas regionales y nacionales le han enviado cartas al DOE pidiéndole mayor transparencia y mejoras en sus procesos de diálogo con las comunidades.
  • Las comunidades no tienen el derecho de rehusarse a la llegada de los centros de hidrógeno si se prueba que los daños serán mayores que los beneficios.
  • El DOE no se está adhiriendo a sus propios planes de participación comunitaria, de acuerdo con expertos y activistas.

“Hoy, las regulaciones [federales de justicia ambiental] están mejor que nunca”, dijo a EHN Stephen Schima, un experto en regulaciones ambientales y consejero legislativo senior en Earthjustice. “Las agencias tienen la oportunidad de hacer esto de forma correcta… solo es una cuestión de implementación, que ha probado ser un gran reto hasta ahora”.


Ante nuestras preguntas sobre la transparencia y la participación comunitaria en estos procesos, el DOE respondió a EHN que la agencia “está enfocada en conseguir que estos proyectos sean seleccionados para negociar su adjudicación oficialmente ... Una vez adjudicados, el DOE dará a conocer más detalles sobre los mismos”.

Los residentes de las siete comunidades de los centros de hidrógeno temen que, una vez se hayan distribuido millones de dólares en financiación federal para estos proyectos, sus aportes serán irrelevantes.

En julio, los centros de los Apalaches y de California ya habían recibido cada uno $30 millones de dólares y el centro del Pacífico Noroeste ya había recibido $27,5 millones en fondos federales. La financiación para el resto de centros sigue en trámite. En total, se prevé que los siete centros planeados recibirán unos $7 mil millones de dólares en fondos públicos federales.

Jalonne White-Newsome, la jefa de justicia ambiental del Consejo de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, dijo que es consciente de que las comunidades están frustradas por los centros de hidrógeno.

“Paso mucho tiempo trabajando con nuestros colegas del Departamento de Energía [y otras agencias federales] asegurándonos de que estamos apoyando la llegada segura de estas tecnologías”, White-Newsome le dijo a EHN. “Sigo escuchando de muchas formas distintas las preocupaciones de las comunidades: que no hay transparencia, que no hay suficiente información, que hay miedo a la tecnología”.

“Entiendo todas esas preocupaciones”, dijo White-Newsome, quien añadió que el Consejo Asesor de Justicia Medioambiental de la Casa Blanca creó un grupo de trabajo de líderes de justicia medioambiental de todo el país para abordar las tecnologías de captura de carbono y el hidrógeno, y está trabajando con un equipo interno, incluidos los socios de la agencia federal en el DOE, “sobre cómo abordar todas las cuestiones que ha planteado este organismo”.

Los activistas temen que estas medidas sean insuficientes.

“Incluso si éste fuera el mejor proyecto de energía verde, no contaminante y más renovable que llegara a los Apalaches, este proceso no se está ajustando a los principios de justicia ambiental”, señaló Coptis.

Justicia ambiental y preocupaciones por la contaminación 


Two people holding signs against the Mid Atlantic hydrogen hub

Los centros de hidrógeno fueron presentados como una bendición para las comunidades afectadas por la injusticia medioambiental que les traería empleos y desarrollo económico, una reducción en la contaminación aérea producto de un menor uso de combustibles fósiles y la promesa de convertirse en protagonistas de la transición energética en Estados Unidos.

Pero más de 140 organizaciones por la justicia ambiental han firmado cartas públicas resaltando las formas en las que la energía del hidrógeno podría prolongar el uso de combustibles fósiles, crear riesgos y empeorar la contaminación del aire local, de acuerdo con un reporte publicado por la EFI Foundation.

Los centros del Atlántico Medio y del Medio Oeste prevén utilizar energías renovables y energía nuclear además de combustibles fósiles, mientras que los centros de California, el Noroeste del Pacífico y Heartland prevén utilizar combinaciones de energías renovables, biomasa y energía nuclear. Los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo prevén utilizar principalmente combustibles fósiles.

Los centros de hidrógeno serán una densa red de infraestructuras que se extenderán a lo largo de vastas regiones geográficas. Muchos de sus componentes están siendo planeados para aterrizar en comunidades que han sido desproporcionadamente afectadas por la contaminación (principalmente producto de la extracción de combustibles fósiles), para aprovechar la infraestructura ya existente.

Por ejemplo, la región del Canal de Houston, el Inland Empire en California y el noroeste de Indiana incluyen comunidades afectadas por la injusticia ambiental y todas están esperando la llegada tentativa de infraestructuras de los centros de hidrógeno. Las tres regiones figuran entre los peores lugares del país en cuanto a contaminación atmosférica.

El DOE ha dicho que los proyectos solo serán premiados si demuestran que tienen planes para minimizar los impactos negativos y para proveer beneficios para estas comunidades, pero hasta ahora las poblaciones que están esperando la llegada de los centros de hidrógeno dicen que no han visto ningún tipo de información sobre cómo los socios de los proyectos planean hacer esto (alguna información ha sido compartido en el plan de beneficios comunitarios en el de California).

La gente está preocupada de que los centros añadan nuevas fuentes de contaminación industrial a las comunidades ya contaminadas, mientras que los datos sobre los impactos acumulativos de las redes existentes y ampliadas de infraestructuras energéticas siguen siendo escasos.

Las preocupaciones sobre los riesgos de salud son especialmente pronunciados alrededor de los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo debido a su gran dependencia de los combustibles fósiles. EHN escuchó voces preocupadas por las nuevas emisiones procedentes del tráfico de camiones y barcazas, el posible uso del dominio eminente para confiscar propiedades privadas para construir oleoductos, el riesgo de que los oleoductos exploten o tengan fugas y el aumento de las emisiones de óxido de nitrógeno procedentes de la combustión final del combustible de hidrógeno, que contribuiría a aumentar los niveles de contaminación por partículas y ozono. La exposición a este tipo de contaminantes se ha relacionado con múltiples efectos negativos, incluyendo un aumento en el riesgo de cáncer, enfermedades respiratorias y del corazón, nacimientos prematuros y bajos pesos al nacer.

También hay preocupaciones por la dependencia de estos centros de las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, las cuales son necesarias para transformar combustibles fósiles en hidrógeno, pero no serán necesarias en aquellos centros que no usen combustibles fósiles para su producción.


Two men holding signs protesting the BP CO2 pipeline


signs protesting the BP CO2 pipeline


buttons protesting the BP CO2 pipeline


La tecnología de captura del carbono es controversial, pues muchos expertos y activistas la consideran una forma de prolongar el uso de combustibles fósiles y han expresado que esta tecnología podría empeorar el cambio climático debido al enorme consumo energético que requiere su implementación. Adicionalmente, debido a que el CO2 capturado contiene sustancias tóxicas, como compuestos orgánicos volátiles y mercurio, la técnica puede plantear riesgos para las aguas subterráneas, el suelo y el aire a través de fugas.

El mes pasado, las autoridades informaron de que la primera planta comercial de secuestro de carbono del país, en Illinois, había tenido dos fugas este año bajo el lago Decatur, una fuente de agua potable para el poblado de Decatur. La empresa propietaria de la planta, ADM, no informó a las autoridades de las fugas durante meses.

“Se trata de comunidades muy arraigadas a procesos extractivos como la minería del carbón y el gas natural, por lo que la llegada de constructores que les proponen algo no es nada nuevo para ellos. Pero cuando se enteran de que los constructores no están interesados en extraer, sino en depositar, en inyectar, se les abren los ojos”, dijo a EHN Ethan Story, director de defensa y abogado del Center for Coalfield Justice, un grupo de defensa de la salud comunitaria del oeste de Pensilvania.

Asociados con el sector de los combustibles fósiles


Cada centro de hidrógeno cuenta con una empresa, una organización sin ánimo de lucro o una asociación público-privada que supervisa el proyecto. Esta organización está a cargo de crear la propuesta, seleccionar los proyectos, facilitar la participación, recibir y distribuir los fondos federales y actuar como un puente entre el DOE y los socios industriales. Además de la inversión de $7 mil millones de dólares, la financiación para los centros de hidrógeno incluirá inversiones privadas significativas, incentivadas por la Ley de Reducción de la Inflación.

Algunos de los principales contratistas existían antes de que se lanzaran los centros, como Battelle, que está a cargo del centro en los Apalaches, o como el Energy & Environmental Research Center, encargado del centro Heartland. Otros se formaron específicamente para supervisar los proyectos de hidrógeno, como la Alliance for Renewable Clean Hydrogen Energy Systems (ARCHES), que está a cargo del centro en California y HyVelocity, Inc, del centro de la Costa del Golfo.

Además de estos contratistas, los centros tienen socios individuales para los proyectos que incluyen a compañías de combustibles fósiles. En el centro de la Costa del Golfo, Chevron, ExxonMobil y Shell son solo algunas de las compañías de combustibles fósiles incluidas en la lista de socios proyectados. Los socios del proyecto en los Apalaches incluyen a CNX Resources, Enbridge, Empire Diversified Energy y EQT Corporation; y el centro de California lista a Chevron como uno de sus socios.

Esto está sembrando la desconfianza en algunas comunidades.


Community members who are engaged with the MACH 2 Exchange Coalition protesting outside of SEPTA


u200bCommunity member with a STOP MACH2 button outside of the SEPTA (public transit agency) Headquarters in Philadelphia, PA

Por ejemplo, en un documento del DOE publicado en agosto, la agencia informó que EQT Corporation, el segundo mayor productor de gas natural del país, organizaría sesiones de escucha comunitaria y trabajaría para establecer un comité asesor comunitario para sus proyectos en el centro de hidrógeno de los Apalaches. EQT ha acumulado infracciones medioambientales en sus pozos de fracking que culminaron en el desalojo de varias familias de Virginia Occidental. La empresa también ha promovido la desinformación sobre el papel de la industria del gas natural en el empeoramiento del cambio climático.

“Elegir a EQT para hacerse cargo de esta parte del proceso muestra la falta de involucramiento real con la comunidad, la falta de confianza, la falta de transparencia que ha rodeado el proceso de beneficios colectivos [del centro de hidrógeno de los Apalaches]”, dijo a EHN Matt Mehalik, director ejecutivo del Breathe Project, una coalición de oenegés en el occidente de Pensilvania. “La elección de este administrador ilustra la falta de interés por establecer algún tipo de confianza con las comunidades afectadas”, añadió.

Karen Feridun, co-fundadora del grupo activista por el clima de Pensilvania Better Path Coalition, dijo que “si EQT crea un CAC [comité asesor comunitario] será para averiguar qué color de las gorras del ARCH2 [centro de hidrógeno de los Apalaches] prefiere la gente”.

EQT Corporation y Battelle no respondieron a múltiples solicitudes de entrevista, ni a las preguntas específicas que les enviamos sobre el proceso de participación y la supuesta falta de transparencia.

El DOE también tercerizó la gestión de la participación ciudadana en la Costa del Golfo a una organización local – el Houston Advanced Research Center, o HARC, por sus siglas en inglés. La organización fue fundada en 1982 por George Mitchell, también conocido como “el padre del fracking”, a quien se le atribuyó el auge del petróleo proveniente de esquisto en Texas. En 2001, HARC actualizó su misión en su página web, e incluyó una referencia a la mitigación del riesgo climático y el fomento de las energías limpias. En 2023, la organización incluyó la energía del hidrógeno en su planificación estratégica y en su visión empresarial.

Margaret Cook, quien dirige la oficina de equidad climática de HARC y es una representante de sus esfuerzos de participación comunitaria, le dijo a EHN que la organización había contactado a algunos grupos activistas locales para discutir su rol en el proceso de involucramiento ciudadano del centro. Cook dijo que planean incluir una junta asesora conformada por la comunidad que interactuará con las compañías involucradas, y que esta junta aconsejará en cómo deben gastarse los dólares del DOE a nivel regional y comunitario. Adicionalmente, el grupo estará a cargo de organizar los beneficios comunitarios.

“Necesitamos entender sus preocupaciones para poder atenderlas”, dijo Cook. “Y necesitamos entender qué perciben ellos como beneficios que realmente les vaya a ayudar, para que así el proyecto pueda dárselo”.

Shiv Srivastava, investigadora de política pública para Fenceline Watch, una organización de justicia ambiental de Houston, le dijo a EHN: “Pienso que estamos ante un problema de raíz…tienes organizaciones que son elegidas para ser básicamente el conector con la comunidad, el representante del centro ante la gente. Esto es algo que el Departamento de Energía debería hacer directamente”.

Una falta de transparencia y de participación significativa


Algunos describen al East End de Houston como un tablero de ajedrez, donde los límites de sus casas, escuelas y zonas verdes están flanqueados por plantas industriales, aparcamientos, muelles de entrada, chimeneas y refinerías.

La comunidad del East End está en el percentil 99 de exposición a tóxicos en el aire (es decir, que están más expuestos que el 99% de la población en Estados Unidos) y es el hogar de una de las fuentes más grandes de contaminación química del estado de Texas. Los residentes de estos barrios, como Srivastava e Yvette Arellano, directorx ejecutivx de Fenceline Watch, temen que esta enorme presencia industrial sólo aumentará con la introducción del hidrógeno.

“En lo que respecta a la captura de carbono, al secuestro y la captura directa en el aire, son casi principios básicos de [la producción de] hidrógeno”, afirma Srivastava. “Vemos que el hidrógeno se postula rápidamente como la nueva materia prima para la producción petroquímica, y que desplazará a los combustibles fósiles, lo que, para nuestra comunidad, no funciona, porque igual siguen produciendo estos tóxicos contaminantes”.

Arellano le dijo a EHN que Fenceline Watch educa al público sobre proyectos industriales, pero que esta labor ha sido complicada respecto al centro de hidrógeno pues “no hay un proceso de participación ciudadana formal en los siete centro de producción”.

La oficina de demostraciones de energías limpias (OCED, por sus siglas en inglés) del DOE auspició nueve sesiones de escucha iniciales para los centros y resumió los comentarios recibidos durante esas reuniones en su página web. El DOE no dejó las grabaciones disponibles para el público general, pero un análisis de EHN de las transcripciones muestran que la mayoría de comentarios expresaron preocupación sobre temas como la seguridad de los empleados, la localización de los oleoductos, la eficacia de la captura de carbono, el impacto de las emisiones, quién regulará estos proyectos, los permisos, la ubicación de los complejos, barreras lingüísticas y la injusticia medioambiental.

En la sesión sobre el centro de la Costa del Golfo, la comunidad pidió hacer sesiones formales en las que pudieran presentar sus preguntas por escrito y recibir respuestas escritas en el mismo lenguaje sencillo. “Lo que hemos oído es que esa no es la forma en la que se hace este proceso”, dijo Arellano. “Lo que hemos oído es un silencio sepulcral”.

De los 113 comentarios que el DOE transcribió de las sesiones de escucha, 95 expresaron algún tipo de oposición a los proyectos y hubo por lo menos 49 reclamos exigiendo una mayo transparencia y mejor participación ciudadana.


Resident speaks at an event about the Midwest hydrogen hub organized by Just Transition NWI.


Woman looking at materials at an event about the Midwest hydrogen hub organized by Just Transition NWI in August 2024.


EHN también escuchó reclamos más allá de las sesiones de escucha, particularmente relacionadas con la justicia ambiental y la participación ciudadana respecto a todos los centros menos sobre Heartland, que se expandirá a lo largo de Dakota del Norte y del Sur, así como Minnesota (el centro perdió a sus socios clave Marathon Petroleum y TC Energy, así que no es del todo claro si se realizará).

En respuesta a las quejas, el DOE publicó un resumen de los puntos clave que escuchó durante las reuniones y cómo esos comentarios estaban siendo incorporados en el proceso de planeación de los centros de producción. Un vocero de la agencia dijo que este tipo de trabajo con las comunidades es nuevo para el DOE y que los proyectos aún están en las primeras etapas, por lo que la agencia todavía está aprendiendo y trabajando para asegurarse de que las preocupaciones de la gente sean atendidas de forma adecuada.

Añadieron que la oficina de demostraciones de energías limpias (OCED) ha llevado a cabo más de 70 reuniones con la gente de la comunidad y grupos organizados, funcionarios locales, personal de primeros auxilios, sindicatos y otros grupos comunitarios, y que ha ofrecido sesiones informativas a más de 4.000 personas en las regiones de los centros de hidrógeno.

“Tengo preguntas y preocupaciones”, dijo el senador demócrata por el estado de Dakota del Norte, Tim Mathern. “Hasta ahora, he apoyado al proyecto, pues se presenta como una alternativa de combustible más limpia que los fósiles y mejor para nuestro planeta. Pero se ha dado muy poca información sobre los impactos ambientales y me gustaría saber más”.

EHN buscó a otros políticos en los 16 estados en donde se realizarán estos proyectos y recibió cinco respuestas, cuatro de ellas provenientes de las regiones en donde se construirá el centro del Pacífico Noroeste. La mayoría de estas respuestas señalaron la necesidad de contar con más información, tal y como lo han expresado sus votantes.

“Ha habido relacionamiento con funcionarios locales y algunos funcionarios estatales”, le dijo el representante repúblicano de Montana, Denley Loge, a EHN. “La mayoría [de personas] no entienden bien pero tampoco buscan información por su parte. A nivel local, cuando se han hecho reuniones, muy poquita gente va, pero los rumores desinformados se expanden fácilmente”.

La representante demócrata texana Penny Morales Shaw expresó su apoyo al centro de la Costa del Golfo.

“Como representante estatal, recibo mucha información de mis constituyentes todos los días sobre la mala calidad del aire y la forma cómo las condiciones ambientales impactan su salud y calidad de vida”, Morales Shaw le dijo a EHN. “Los centros de hidrógeno pueden ayudarnos a alcanzar las emisiones netas de carbono cero y todos queremos asegurarnos de que se logre de forma eficaz y colaborativa”.

Las sesiones de escucha del DOE son solo una de las formas en las que las comunidades han pedido mejoras en el proceso de participación. EHN también hizo seguimiento a las solicitudes escritas en relación con la transparencia fuera de estos espacios. Encontramos que:

  • Un grupo de líderes de distintas organizaciones activistas a nivel nacional, incluyendo al Clean Air Task Force, el Environmental Defense Fund y el Natural Resources Defense Counsel, también le pidieron formalmente al DOE mayor transparencia y participación.
  • 54 organizaciones de los Apalaches y grupos de base firmaron una carta dirigida al DOE en la que pedían suspender el proyecto, citando una falta de transparencia y participación.
  • 32 grupos de la región del Atlántico Medio firmaron una carta para el DOE diciendo que la primera reunión sobre el proyecto fue inaccesible para muchos residentes y, una vez más, pidiendo mayor transparencia y participación.
  • 15 organizaciones de base enviaron una carta al DOE expresando sus frustraciones sobre el mismo tema en el centro del Medio Oeste.
  • Nueve grupos activistas por la justicia y el ambiente en California hicieron un llamado similar relacionado con los mismos problemas.
  • Una coalición de grupos de Texas, California, Washington, Pensilvania, Nuevo México e Indiana pidieron mejorar la transparencia y participación en un reporte.
  • A falta de una participación significativa en los proyectos, una coalición de grupos activistas también ha publicado recientemente su propia “Guía de beneficios comunitarios en el suroeste de Pensilvania” con la esperanza de que el proyecto del centro de hidrógeno de los Apalaches, y otros similares, la utilicen como referencia.

Un vocero del DOE dijo que la agencia ha respondido de forma directa a más de 50 cartas pero la mayoría de esas respuestas no están disponibles para el público. Los activistas que recibieron estas respuestas le dijeron a este medio que no se encuentran satisfechos. La agencia se negó a responder nuestras preguntas sobre si estaba trabajando para responder a los reclamos específicos contenidos en dichas misivas.

En una presentación inicial sobre los centros, el DOE discutió las etapas de “autorizado / no autorizado” de los proyectos, que requieren que haya participación ciudadana antes de continuar. Esto le hizo creer a muchas comunidades que los proyectos podrían no hacerse si decidían que los costos eran mayores que los beneficios. Resultó ser una apreciación equivocada.

“Las comunidades no tienen el derecho a negarse”, dijo el DOE en julio, en un correo electrónico respondiendo a preguntas que les enviaron organizaciones sobre el centro del Atlántico Medio. “Este no es un requisito del programa H2Hubs”.

Algunas personas, incluyendo a Feridun de la Better Path Coalition en Pensilvania, se sintieron engañadas. “Nos han repetido una y otra vez lo de estas decisiones de ‘autorizado / no autorizado’ y de cómo participaremos en cada una de ellas, pero eso simplemente no es lo que está ocurriendo”.

Los activistas cuestionan qué tan ético es que el gobierno federal pueda autorizar nuevas fuentes de contaminación en comunidades impactadas por la injusticia ambiental, sin que necesiten el consentimiento de las mismas.

También hay una percepción generalizada de que los socios industriales de los centros están prosiguiendo con la planeación de reuniones a puerta cerrada con funcionarios de la agencia federal, sin contar con la participación de los ciudadanos.

“El DOE apareció en la primera sesión de escucha como un co-anfitrión de la llamada [ junto a los socios industriales]”, dijo Chris Chyung, el director ejecutivo del grupo de activismo ambiental Indiana Conservation Voters, sobre la experiencia en las reuniones sobre el centro de hidrógeno del Medio Oeste. “Esto crea un dilema ético, pues se supone que el DOE debe ser un mediador que supervisa el uso de este dinero y defiende los intereses de los contribuyentes que lo pagan”.

En la costa este, el principal contratista del centro del Atlántico Medio organizó reuniones de networking mensuales para los socios corporativos con un costo de participación de entre $25 y $50 dólares y que no están abiertas al público. También estableció un programa de membresías que cuesta entre $2,500 y $10,000 dólares y que le da a sus miembros acceso gratuito a webinars educativos, inscripciones gratuitas para la “Conferencia Anual de Hidrógeno MACH2” y acceso a eventos exclusivos para miembros y a un sitio web con información adicionales sobre los proyectos.

En un correo electrónico dirigido a activistas locales que preguntaron porqué estas oportunidades no estaban disponibles para el público general, un vocero del DOE dijo que las reuniones de networking eran para “negocios, startups y otras partes interesadas en la economía de la energía limpia” y que “no están diseñadas para reemplazar los eventos con la comunidad”.

“Nuestra preocupación más grande es que muchos de estos proyectos que se están configurando como fundamentales [para el desarrollo del centro del Atlántico Medio] están avanzando sin nuestro involucramiento” le dijo a este medio Tracy Carluccio, quien es la directora adjunta del Delaware Riverkeeper Network. En noviembre de 2023, la oenegé que lidera Carluccio presentó una solicitud FOIA para acceder a estas aplicaciones y a otros contenidos relacionados con el centro en esa región. Cuando recibieron las respuestas en agosto de 2024, se dieron cuenta de que varios proyectos iban mucho más adelante de lo que pensaban.

Del mismo modo, cerca de los centros de California, las comunidades han oído promesas de que la producción de hidrógeno sólo provendrá de energías renovables, según Kayla Karimi, abogada de la organización sin ánimo de lucro Center on Race, Poverty and the Environment, con sede en California. Su organización no ha visto ningún contrato o documento que respalde esas promesas más allá de los anuncios iniciales realizados antes de la financiación.

Karimi dijo que para obtener información sobre el centro de California más allá de la que aparece en su sitio web, le pidieron a su organización firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés). El acuerdo le pareció “muy punitivo” y dijo que quienes lo firmaran podrían enfrentarse a consecuencias legales por hablar negativamente del centro de California. La organización de Karimi no firmó el acuerdo y abogó por que los miembros de la comunidad no lo hicieran.


People holding sign that says NO MACH2

EHN también habló con Steven Lehat, director ejecutivo de la compañía de inversiones bancarias Colton Alexander, la cual firmó NDAs para acceder a tres comités privados de planeación del centro en California. Si bien los NDA permiten acceder a más información, sería ilegal compartirla con los miembros de la comunidad. Barreras como esta plantean dudas sobre qué tan equitativo es el proceso de participación comunitaria, inclusive en aquellos casos en los que se usarán fuentes de energías renovables.

“Los comentarios de la comunidad han sido muy limitados hasta ahora porque no sabemos sobre qué estamos comentando”, Karimi le dijo a EHN. “Pero aún así tampoco sabríamos si están siendo incorporados, porque no nos han dicho nada [y] no se han comunicado con nosotros”.

Cuando le preguntamos sobre los NDA, una vocera para ARCHES, la organización supervisando el centro de producción de California, le dijo a EHN que los acuerdos no eran obligatorios para poder participar en los grupos de trabajo relacionados con el trabajo comunitario o los beneficios.

“ARCHES mantiene su principio de participación de las partes interesadas y de la comunidad y seguirá trabajando para garantizar que todas las partes interesadas puedan formar parte de nuestras reuniones comunitarias”, dijo la portavoz en un correo electrónico. “Sin embargo, los acuerdos de confidencialidad son necesarios para convertirse en miembro de ARCHES, ya que las empresas miembro deben sentirse seguras compartiendo información sensible o de propiedad intelectual”.

El centro del Pacífico Noroeste se diferenció del resto al tener información pública disponible. Keith Curl Dove, un organizador de la Washington Conservation Action, le dijo a EHN que su organización pudo acceder a la ubicación proyectada para muchos de los proyectos y al historial de trabajo con comunidades indígenas, y dijo que la Cámara de Comercio de Washington intentó responder a todas las preguntas y preocupaciones que su organización presentó.

Los políticos del estado expresaron una perspectiva similar.

“Tengo que decir que, desde el principio, creo que ha habido un amplio proceso de participación de las partes interesadas, que es diferente de un proceso de participación de la comunidad, para averiguar qué empresas, qué industrias, etc., iban a estar dispuestas a hacer las inversiones para complementar la inversión federal y del estado de Washington en nuestro centro de hidrógeno del noroeste [del Pacífico]”, dijo a EHN Alex Ramel, representante demócrata del estado de Washington.

“Dos de las cinco refinerías del estado están en mi distrito y hay otras dos en el distrito de al lado, al norte”, dijo. “Esto quiere decir que el 90% de la capacidad de refinado del estado está justo al lado, y las refinerías van a ser uno de los principales lugares de implantación del hidrógeno en el Estado de Washington, y creo que son un primer cliente importante... porque ya utilizan hidrógeno sucio, y esta es una oportunidad para sustituirlo por hidrógeno verde”.

En documentos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, el Consejo Asesor sobre Justicia Medioambiental de la Casa Blanca compartió sus preocupaciones sobre los centros de hidrógeno y otras tecnologías de manejo del carbono. “Esta inversión en la “experimentación” de una tecnología que carece de suficiente investigación sobre su seguridad y eficacia crea aún más barreras de desconfianza entre las comunidades afectadas, en particular las que han sido histórica y actualmente son privadas de sus derechos, y los respectivos organismos gubernamentales”, dice el documento.

El Consejo añadió que “un planteamiento humano de la gestión del carbono consistiría en dar prioridad a una investigación sólida (no influida por los contaminadores) que incluya un análisis robusto de los posibles riesgos para la salud pública y el medio ambiente”.

Estas preocupaciones reflejan las de los individuos en los territorios.

“¿De verdad podemos confiar en otro contaminador?” cuestionó Arellano, de Fenceline Watch.

Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federales

Este artículo fue traducido por María Paula Rubiano A.

Producción y edición de video: Jimmy Evans


Sobre las autoras:

Kristina Marusic cubre temas de salud ambiental y justicia en Pittsburgh y el occidente de Pennsylvania para Environmental Health News. Su nuevo libro, "A New War On Cancer: The Unlikely Heroes Revolutionizing Prevention", revela la existencia de un naciente movimiento a nivel nacional que busca prevenir el cáncer reduciendo la exposición a sustancias químicas cancerígenas en nuestra vida cotidiana.

Cami Ferrell es una reportera de vídeo bilingüe para Environmental Health News, radicada en Houston (Texas). Ferrell informa principalmente sobre el desarrollo de la industria petroquímica en la costa del Golfo de Texas.


Read the full story here.
Photos courtesy of

Robert Redford the Activist: Hollywood Icon Was Lifelong Champion of Environment & Independent Film

Robert Redford, the legendary Oscar-winning director, actor and activist, died at the age of 89 on Tuesday. Redford was a longtime environmental activist who served for five decades as a trustee of the Natural Resources Defense Council. He was also the creator of the Sundance Film Festival, which he helped grow into one of the largest independent film festivals in the world. Democracy Now! interviewed Redford many times over the years about his career, the importance of independent cinema and his environmental activism. “I guess you could call me an activist,” Redford said in 2015. “The deniers of climate change are probably people who are afraid of change. They don’t want to see change.”

Robert Redford, the legendary Oscar-winning director, actor and activist, died at the age of 89 on Tuesday. Redford was a longtime environmental activist who served for five decades as a trustee of the Natural Resources Defense Council. He was also the creator of the Sundance Film Festival, which he helped grow into one of the largest independent film festivals in the world. Democracy Now! interviewed Redford many times over the years about his career, the importance of independent cinema and his environmental activism. “I guess you could call me an activist,” Redford said in 2015. “The deniers of climate change are probably people who are afraid of change. They don’t want to see change.”

Robert Redford Remembered for His Deep Legacy in Environmental Activism and Native American Advocacy

Robert Redford, who died Tuesday at 89, was known for his deep commitment to activism, especially for Native American rights and the environment

NEW YORK (AP) — Lorie Lee Sekayumptewa, a former administrator with the Navajo Nation Film Office, remembers seeing Robert Redford at traditional cultural dances at the Hopi village of Hotevilla in New Mexico. It was more than 30 years ago and he was serving as executive producer of the 1991 release “The Dark Wind," a drama about Navajo life.Redford stood out for his Hollywood looks and for his un-Hollywood behavior, from his earnest desire to learn more about the tribe’s spiritual knowledge to his visits to the Navajo Nation, where Sekayumptewa’s father served as the dean of students at the tribal college and would show Redford’s movies at the student union building.“Even at home, he would bring that camera and film home to us, put up a sheet and we would invite our neighbors and the kids and we would all be there in our living room, watching these movies,” the 54-year-old Sekayumptewa, who is Navajo, Hopi and Sac and Fox Nation, said of Redford.Redford, who died Tuesday at age 89, was hardly the only liberal activist to emerge out of Hollywood, but few matched his knowledge and focus, his humility and dedication. Fellow actors and leaders of the causes he fought for spoke of his unusually deep legacy, his fight for Native Americans and the environment that began at the height of his stardom.In the mid-1970s, around the same time he was appearing in such blockbusters as “The Sting” and “The Way We Were," he immersed himself in the emerging environmental movement. He successfully opposed a power plant being built in his adopted state, Utah, and lobbied for the landmark bills the Clean Air Act and the Clean Water Act. He also joined the board of the non-profit Natural Resources Defense Council, where he remained a guiding force up to his death.“His legacy was extraordinary,” says NRDC CEO and President Manish Bapna. “One of the things that was most extraordinary about him was that he understood the power of storytelling. He could talk about climate change and the toll it was inflicting on people and communities — the fisherman coping with rising seas, a family fleeing for their lives from a raging wildfire. He would record messages, give talks or speak in front of Congress."Bapna last saw Redford a few months ago, when they dined in New York City.“He chose his words carefully, and every word he said was profound. He said we must continue to find ways to tell stories that reach people,” Bapna said.Redford had a longtime affinity for the environment. After growing up in Southern California in the 1930s and '40s, he was disheartened to see Los Angeles transform after World War II into a mecca of pollution and traffic jams. In the early 1960s, when he came upon Provo Canyon, Utah, during a cross-country motorcycle trip, he was so awed and invigorated by the landscape that he eventually settled in the area.Entertainers over time have come to identify and, be identified with, a given cause: Harry Belafonte and civil rights, Paul Newman and nuclear disarmament, Jane Fonda and the Vietnam War. Redford, as much as anyone, helped make the environment an issue for the Hollywood elite, whether for Fonda or Julia Louis-Dreyfus or Leonardo DiCaprio, a fellow NRDC board member who called Redford's death “a huge loss to our community” and cited his legacy an actor and activist.“More so than anything, he was a staunch environmental leader,” DiCaprio said Monday.In 2013, Redford joined with then-Gov. Bill Richardson to create the Foundation to Protect New Mexico Wildlife to fight efforts by a Roswell, New Mexico, company and others to slaughter horses. The following year, the foundation reached an agreement with the Navajo Nation to manage thousands of wild horses on the reservation and keep the animals from being sent to slaughter houses.For Redford, the wild horse was representative of the American West. His advocacy also was channeled through the nonprofit group Return to Freedom, Wild Horse Conservation. The group posted on social media Tuesday that they were heartbroken.“We have all lost an irreplaceable artist, activist and environmentalist,” said Neda DeMayo, founder of RTF. “Robert Redford was and is an iconic and inspiring human being forever interwoven with the beauty and majesty of the West. I feel very grateful to have known him and to have had his support.”Redford's activism extended to some of his film projects, whether the probes of the political system in “All the President's Men” and “The Candidate” or the drama “The Milagro Beanfield War,” in which a local resident fights a real estate mogul for control of his land. His final work was “Dark Winds,” an AMC show that premiered in 2022 and is based, like “The Dark Wind,” on the fiction of Tony Hillerman.John Wirth, the series showrunner, said that “Dark Winds” wouldn’t exist without Redford, who served as an executive producer and appeared in a short cameo that aired earlier this year. The show, Wirth said, gives audiences a look into the Navajo community, with actors and writers largely holding Native identities.Redford “endeavored to give people a shot at making art, you know, where they maybe hadn’t had the ability to have access to mainstream media.”Susan Montoya Bryan in Albuquerque, New Mexico; Itzel Luna in Los Angeles; and Sian Watson in London contributed to this report.Copyright 2025 The Associated Press. All rights reserved. This material may not be published, broadcast, rewritten or redistributed.Photos You Should See – Sept. 2025

Robert Redford Embodied an American Ideal, and Often Lived the Part, Too

Born during the Great Depression with sun-kissed California looks, Robert Redford never failed to epitomize something quintessential and hopeful about the American character

NEW YORK (AP) — Born during the Great Depression with sun-kissed California looks, Robert Redford never failed to epitomize something quintessential and hopeful about the American character.Redford, who died Tuesday at the age of 89, left a movie trail etched into land. He seemed to reside as much across the American landscape as he did on movie screens. He was in the Rocky Mountains of “Jeremiah Johnson,” the Wyoming grasslands of “Butch Cassidy and the Sundance Kid,” the Washington, D.C., alleyways of “All the President’s Men” and the Montana streams of “A River Runs Through It.”Redford, a movie-star paragon, was surely savvy with how he played with and used his all-American image. No one who starred in the baseball drama “The Natural” (1984) and gave Bernard Malamud’s novel a storybook ending couldn't have some sense of self-mythology. But it was one of Redford’s greatest feats that, despite his fame, he remained innately connected to some aspirational American ideal. Redford, an open-air actor of easy, rugged charm, evoked the kind of regular guy decency that stars like Jimmy Stewart did before him — only Redford did it through an era of distrust and disillusionment. “He was to me a throwback to the actors that I was nuts about when I was growing up and going to movies: real, classical, traditional, old-fashioned movie stars who were very, very redolent of some kind of American essence,” said Sydney Pollack, who directed Redford in “Jeremiah Johnson,” “The Way We Were” and “Three Days of the Condor,” in 1993. “They were very much a part of the American landscape and they were heroic in a kind of understated way.” Underscoring ‘independence’ That was most true, perhaps, in Utah. Wanting to escape paved-over Los Angeles, Redford first began buying land there early in his career. In Utah, he would fight to protect both untrampled wilderness and a spirit of moviemaking that had grown increasingly difficult in Hollywood. As a longtime trustee of the Natural Resources Defense Council, a nonprofit environmental advocacy group, Redford was an outspoken environmentalist. In the 1970s, he successfully opposed a pair of rural Utah proposals: a six-lane highway and coal-fired power plant.In the Utah mountains, Redford also launched the Sundance Institute. Beyond Sundance's annual festival for independent film, the institute has been a lifeblood young filmmakers. Its year-round laboratory — the part of Sundance that Redford was most proud of — has helped nurture some of the most vital voices in American cinema for decades.“For me, the word to be underscored is ‘independence,’” Redford once said of his legacy. “I’ve always believed in that word. That’s what led to me eventually wanting to create a category that supported independent artists who weren’t given a chance to be heard. The industry was pretty well controlled by the mainstream, which I was a part of. But I saw other stories out there that weren’t having a chance to be told.”That spirit of independence often infused his films, too. When Redford wanted to make “All the President’s Men,” the seminal 1976 film directed by Alan Pakula about Bob Woodward and Carl Bernstein’s Watergate investigation, few in the film industry thought there was much drama to be found in a story that was then several years old.“Nixon had already resigned, and the held opinion (in Hollywood) was ‘No one cares. No one wants to hear about this,’” Redford, who also co-produced the film, said in 2006. “And I said, ‘No, it’s not about Nixon. It’s about something else. It’s about investigative journalism and hard work.’”If “All the President’s Men,” one of the greatest newspaper movies, detailed the hard-earned revelations of Watergate, “Three Days of the Condor” — one of the greatest political thrillers — captured the paranoia and disillusionment that followed. If anyone was completely unfamiliar with why Redford was so good, “Three Days of the Condor” would be a good place to start.As a bookish CIA employee code-named Condor, he returns from lunch to his office to find, as he soon reports, “Everybody is dead.” Condor, untrained for such lethal spy activities, is left dangling in the wind.“Will you bring me in, please?” he pleads by phone to his superiors. “I’m not a field agent. I just read books.”Not so different from his Woodward of “All the President’s Men,” Redford is a fresh-faced novice thrown into a high-stakes scheme where few, including those in the government, can be trusted. No one has ever been better at playing the regular guy trying to think fast on his feet, and make sense of an ever-darker world. A politician only on screen Though some called for him to, Redford never entered politics, himself. He remained outspoken — he's in some way the model for the modern Hollywood activist — on a wide range of issues, including Indigenous and LGBTQ+ rights. The closest he came to running for office was Michael s 1972 satire “The Candidate,” in which Redford played an idealistic lawyer enlisted to challenge a highly favored incumbent Republican senator. Redford’s candidate ultimately wins, but not without sacrificing his principles and seeing much of what he stands for diluted.Redford’s place, instead, was outside politics. The perfect bookend to his ’70s movies is “Sneakers,” Phil Alden Robinson’s absurdly underrated 1992 caper starring Redford as a former ’60s radical now living under a false moniker and leading a band of security specialists. They stumble into possession of a computer device that brings the attention of the NSA, CIA, FBI and many others, forcing Redford to, yet again, try to figure out what’s moral in a dangerous (and now newly digital) America.The world that Redford’s films often presciently depicted seemed to push him further into the wilderness, on screen and off. He largely retreated into retirement over the last decade. When Redford died, he was at his home in the Utah mountains, outside Provo. One of his last films was 2015's “A Walk in the Woods,” playing Bill Bryson ambling along the Appalachian Trail. The most fitting and elegiac swan song, though was J.C. Chandor’s “All Is Lost,” a near-wordless 2013 drama about an old man at sea. Redford plays a solo mariner whose sailboat collides with a shipping container. Though terse, the movie reverberates with economic and ecological metaphor. A visibly older and weathered Redford — no longer the golden, freckled face of his youth — suffers through increasingly rough and stormy seas, improvising his survival. For an actor who had covered so much ground, “All Is Lost” was one last frontier. Redford's unnamed character was credited only as “Our Man.” Copyright 2025 The Associated Press. All rights reserved. This material may not be published, broadcast, rewritten or redistributed.Photos You Should See – Sept. 2025

Robert Redford, 1970s sex symbol and Oscar-winning director, dies at 89

After rising to stardom in the 1960s, Redford was one of the biggest stars of the ’70s.

Robert Redford, the Hollywood golden boy who became an Oscar-winning director, liberal activist and godfather for independent cinema under the name of one of his best-loved characters, died Tuesday at 89.Redford died “at his home at Sundance in the mountains of Utah — the place he loved, surrounded by those he loved,” publicist Cindi Berger said in a statement. No cause of death was provided.After rising to stardom in the 1960s, Redford was one of the biggest stars of the ’70s with such films as “The Candidate,” “All the President’s Men” and “The Way We Were,” capping that decade with the best director Oscar for 1980’s “Ordinary People,” which also won best picture in 1980. His wavy blond hair and boyish grin made him the most desired of leading men, but he worked hard to transcend his looks — whether through his political advocacy, his willingness to take on unglamorous roles or his dedication to providing a platform for low-budget movies.His roles ranged from Washington Post journalist Bob Woodward to a mountain man in “Jeremiah Johnson” to a double agent in the Marvel Cinematic Universe, and his co-stars included Jane Fonda, Meryl Streep and Tom Cruise. But his most famous screen partner was Paul Newman. Redford played the wily outlaw opposite Newman in 1969’s “Butch Cassidy and the Sundance Kid,” a box-office smash from which Redford’s Sundance Institute and festival got their names. He also teamed with Newman on 1973’s best-picture Oscar-winner, “The Sting,” which earned Redford his only acting Academy Award nomination.Film roles after the ’70s became more sporadic as Redford concentrated on directing and producing, and his new role as patriarch of the independent-film movement in the 1980s and ’90s through his Sundance Institute. But he starred in 1985’s best picture champion “Out of Africa” and in 2013 received some of the best reviews of his career as a shipwrecked sailor in “All is Lost,” in which he was the film’s only performer. In 2018, he was praised again in what he called his farewell movie, “The Old Man and the Gun.”“I just figure that I’ve had a long career that I’m very pleased with. It’s been so long, ever since I was 21,” he told The Associated Press shortly before the film came out. “I figure now as I’m getting into my 80s, it’s maybe time to move toward retirement and spend more time with my wife and family.”Sundance is bornRedford had watched Hollywood grow more cautious and controlling during the 1970s and wanted to recapture the creative spirit of the early part of the decade. Sundance was created to nurture new talent away from the pressures of Hollywood, the institute providing a training ground and the festival, based in Park City, Utah, where Redford had purchased land with the initial hope of opening a ski resort. Instead, Park City became a place of discovery for such previously unknown filmmakers as Quentin Tarantino, Steven Soderbergh, Paul Thomas Anderson and Darren Aronofsky.Actor-director and environmentalist Robert Redford speaks at an environmental news conference at Baltimore's Middle Branch Park Rowing Facility, Md., Oct. 7, 1988. Redford is supporting Gov. Michael Dukakis' stand on environmental issues. (AP Photo/Carlos Osorio)ASSOCIATED PRESS“For me, the word to be underscored is ‘independence,’” Redford told the AP in 2018. “I’ve always believed in that word. That’s what led to me eventually wanting to create a category that supported independent artists who weren’t given a chance to be heard.“The industry was pretty well controlled by the mainstream, which I was a part of. But I saw other stories out there that weren’t having a chance to be told and I thought, ‘Well, maybe I can commit my energies to giving those people a chance.’ As I look back on it, I feel very good about that.”Sundance was even criticized as buyers swarmed in looking for potential hits and celebrities overran the town each winter.“We have never, ever changed our policies for how we program our festival. It’s always been built on diversity,” Redford told the AP in 2004. “The fact is that the diversity has become commercial. Because independent films have achieved their own success, Hollywood, being just a business, is going to grab them. So when Hollywood grabs your films, they go, ‘Oh, it’s gone Hollywood.’”By 2025, the festival had become so prominent that organizers decided they had outgrown Park City and approved relocating to Boulder, Colorado, starting in 2027. Redford, who had attended the University of Colorado in Boulder, issued a statement saying that “change is inevitable, we must always evolve and grow, which has been at the core of our survival.”Redford was married twice, most recently to Sibylle Szaggars. He had four children, two of whom have died — Scott Anthony, who died in infancy, in 1959, and James Redford, an activist and filmmaker who died in 2020.Redford’s early lifeRobert Redford was born Charles Robert Redford Jr. on Aug. 18, 1937, in Santa Monica, a California boy whose blond good looks eased his way over an apprenticeship in television and live theater that eventually led to the big screen.Redford attended college on a baseball scholarship and would later star as a middle-aged slugger in 1984’s “The Natural,” the adaptation of Bernard Malamud’s baseball novel. He had an early interest in drawing and painting, then went on to study at the American Academy of Dramatic Arts, debuting on Broadway in the late 1950s and moving into television on such shows as “The Twilight Zone,” “Alfred Hitchcock Presents” and “The Untouchables.”Actor Robert Redford in 1988. (AP Photo)APAfter scoring a Broadway lead in “Sunday in New York,” Redford was cast by director Mike Nichols in a production of Neil Simon’s “Barefoot in the Park,” later starring with Fonda in the film version. Redford did miss out on one of Nichols’ greatest successes, “The Graduate,” released in 1967. Nichols had considered casting Redford in the part eventually played by Dustin Hoffman, but Redford seemed unable to relate to the socially awkward young man who ends up having an affair with one of his parents’ friends.“I said, ‘You can’t play it. You can never play a loser,’” Nichols said during a 2003 screening of the film in New York. “And Redford said, ‘What do you mean? Of course I can play a loser.’ And I said, ‘OK, have you ever struck out with a girl?’ and he said, ‘What do you mean?’ And he wasn’t joking.”Indie champion, mainstream starEven as Redford championed low-budget independent filmmaking, he continued to star in mainstream Hollywood productions himself, scoring the occasional hit such as 2001’s “Spy Game,” which co-starred Brad Pitt, an heir apparent to Redford’s handsome legacy whom he had directed in “A River Runs Through It.”Ironically, “The Blair Witch Project,” “Garden State,” “Napoleon Dynamite” and other scrappy films that came out of Sundance sometimes made bigger waves — and more money — than some Redford-starring box-office duds like “Havana,” “The Last Castle” and “An Unfinished Life.”Redford also appeared in several political narratives. He satirized campaigning as an idealist running for U.S. senator in 1972’s “The Candidate” and uttered one of the more memorable closing lines, “What do we do now?” after his character manages to win. He starred as Woodward to Hoffman’s Carl Bernstein in 1976’s “All the President’s Men,” the story of the Washington Post reporters whose Watergate investigation helped bring down President Richard Nixon.With 2007’s “Lions for Lambs,” Redford returned to directing in a saga of a congressman (Tom Cruise), a journalist (Meryl Streep) and an academic (Redford) whose lives intersect over the war on terrorism in Afghanistan.His biggest filmmaking triumph came with his directing debut on “Ordinary People,” which beat Martin Scorsese’s classic “Raging Bull” at the Oscars. The film starred Donald Sutherland and Mary Tyler Moore as the repressed parents of a troubled young man, played by Timothy Hutton, in his big screen debut. Redford was praised for casting Moore in an unexpectedly serious role and for his even-handed treatment of the characters, a quality that Roger Ebert believed set “the film apart from the sophisticated suburban soap opera it could easily have become.”Robert Redford died Tuesday at his home, according to his publicist. Here he is seen attending the premiere of "The Old Man and the Gun" at the Paris Theater on Thursday, Sept. 20, 2018, in New York. (Photo by Charles Sykes/Invision/AP, File)Charles Sykes/Invision/APRedford’s other directing efforts included “The Horse Whisperer,” “The Milagro Beanfield War” and 1994’s “Quiz Show,” the last of which also earned best picture and director Oscar nominations. In 2002, Redford received an honorary Oscar, with academy organizers citing him as “actor, director, producer, creator of Sundance, inspiration to independent and innovative filmmakers everywhere.”“The idea of the outlaw has always been very appealing to me. If you look at some of the films, it’s usually having to do with the outlaw sensibility, which I think has probably been my sensibility. I think I was just born with it,” Redford said in 2018. “From the time I was just a kid, I was always trying to break free of the bounds that I was stuck with, and always wanted to go outside.”-- The Associated PressIf you purchase a product or register for an account through a link on our site, we may receive compensation. By using this site, you consent to our User Agreement and agree that your clicks, interactions, and personal information may be collected, recorded, and/or stored by us and social media and other third-party partners in accordance with our Privacy Policy.

Scientists race to understand why tufted puffins are disappearing from the Pacific Northwest

Scientists think fewer than 2,000 tufted puffins remain on the West Coast.

THE STRAIT OF JUAN DE FUCA — The R/V Puffin sliced through uncharacteristically calm waters near Smith Island, a lopsided pancake of land often buffeted by wind and waves at the end of the strait.Just after a July sunrise, four researchers on the boat eyed a cracked and collapsing bluff, the home to about 25 breeding pairs of the tufted puffin, a bird in mysterious decline here.“You are looking at the largest remaining colony of tufted puffins in the Salish Sea,” said Peter Hodum, a professor with the University of Puget Sound.In Washington, the tufted puffin has seen a 90% reduction in population in recent decades with fewer than 2,000 of the birds remaining on the West Coast. The bird isn’t at risk for extinction (over a million still live in Alaska), but when Washington listed the species as endangered in 2015, the agency wrote that with the current rate of decline, the state’s population could be gone by 2055.The reasons for the tufted puffins’ decline in the Northwest isn’t fully understood. Researchers here are seeking answers before it might be too late to bring these populations back from the brink.Surprisingly, another species of Salish Sea puffin, one known for its austere and stocky appearance, might hold some clues. Around 14 miles away from this cliffside, the rhinoceros auklet breeds on a larger island — and is flourishing. Tens of thousands of burrows dot the seaside cliffs, and each summer fierce-eyed rhinoceros auklets — which are a puffin despite the name — flock to them, said Scott Pearson, a senior research scientist with the Washington Department of Fish and Wildlife.The divergent paths of the rhinoceros auklet and the tufted puffin are part of the mystery that scientists Pearson and Hodum have tried to prod in their research and talks.Combinations of factors related to the birds’ well-being are likely at play. Both are in a subgroup of the alcid or auk family of seabirds. Both birds raise a single egg each year. They dive deep into the ocean to forage for fish, but the tufted puffin has a more limited diet, locally, and is much more skittish and sensitive to human interference.For Hodum and Pearson, their comparative study of the two species could shed light on what exactly is driving the tufted puffins’ decline.They also fear that one day the rhinoceros auklet will follow the path of the tufted puffin. Warming seas and ocean acidification threaten fish and the diet of both birds. The marine environment is changing, perhaps too fast for either bird to adapt, Hodum said.“They’re telling us and showing us what’s going on. Are we really paying attention?” he said.The tufted puffinEach spring, tufted puffins journey from the vast Pacific Ocean to breed at colonies along the West Coast, Alaska, Siberia and Japan.Ahead of the journey, the otherwise drab gray seabirds transform. Their faces whiten, highlighting giant, ridged, bright orange bills. Blond plumes erupt from their heads, giving the species its clownlike appearance.Once returned to their colonies, the birds stretch and yawn at each other. Thought to bond with the same mate year after year around the same burrow, the tufted puffins’ courtship rituals include clapping bills against each other and showing each other nesting material.In Washington, 44 tufted puffin colonies were once found throughout the San Juan Islands, the outer coast of the Olympic Peninsula and the Strait of Juan de Fuca. In the late 1970s, researchers estimated around 23,000 birds lived among these sites. Today, the colonies on the San Juan Islands are empty, and just 19 breeding sites remain in the state.According to recent research, the tufted puffin population is in decline across California, the Pacific Northwest and the Gulf of Alaska, around three-quarters of the bird’s North American range. The species is also declining in Japan, though over a million birds are estimated to be holding steady or growing in the Aleutian Islands of Alaska.In 2020, the U.S. Fish and Wildlife Service declined to list the tufted puffin as threatened or endangered under the Endangered Species Act, citing that while the bird’s range is contracting, the species is still “widely distributed” and “maintains high overall abundance.”Race for answersFor the scientists surveying puffins along Smith Island, the race is on. Hodum and Pearson have theories as to what is driving the tufted puffins’ decline locally — fewer fish, more bald eagles, contaminants in the water, humans leading them to abandon their burrows. But until the scientists pin down what’s driving the decline, most conservation efforts are an experiment, Hodum said.At the top of the cliff at Smith Island, the scientists have placed a handful of tufted puffin decoys, which they hope will attract more birds into mating. It’s a conservation technique that helped recover the widely recognized Atlantic puffin on the East Coast.Recently, the scientists have been thinking about which islands in Washington might be the best place to reintroduce tufted puffins to boost their survival, Pearson said. One possibility could include the scientists placing tufted puffin chicks that were born in captivity in burrows when they are just ready to leave and venture into the world for the first time. After living on sea for three or four years, the scientists would hope they would return to breed.The cliffs are eroding at Smith Island, and over 20 years ago, the last of its lighthouse fell into the water. Today, rusted electricity cables that jut out and dangle from the cliff face and a weathered white home and two radio towers with eagle nests serve as landmarks for the scientists when identifying burrows. (Strangely, one or possibly two errant horned puffins also visit Smith each summer.)Although Smith Island is the largest tufted puffin colony in the Salish Sea, it’s not the only one. At least one active burrow remains on another nearby island, where the rhinoceros auklets live in abundance.A seabird sanctuaryKneeling in a bed of cheatgrass, Hodum snaked a black cable attached to an infrared camera several feet into a dark hole in the ground deeper than his shoulders.On Hodum’s headset screen, a barely recognizable gray blob came into view. To an untrained eye, it almost looked like a rock until it started to move, a beady black eye and beak coming into relief. Suddenly, the gray blob morphed into a fuzzy baby bird — a rhinoceros auklet chick the size of a small grapefruit.The chick is oblivious to the camera. Its parents are likely out on the open water, foraging or bobbing on the surface. Long after the late summer sun has set, the parents, alongside thousands of other rhinoceros auklets, will descend upon this island in the dark with neat rows of sand lance and other fish stacked in their beaks.Just a few miles off Sequim, and 14 miles south of the tufted puffins of Smith Island, lies Protection Island. It’s a wildlife refuge over seven times the size of Smith Island and largely untouched by people. On top of the island, deer hop through nonnative pasture grasses. Lazy seals and their pups lounge and mottled seagull chicks waddle along the shore at the primitive marina.Like Smith Island, Protection Island is closed to the public, but it almost wasn’t that way. In the 1970s the island was narrowly saved from the jaws of development when The Nature Conservancy and environmental activists, citing the island’s importance to nesting seabirds, successfully fought off the development of 800 vacation homes.Now scientists travel up the island’s steep slopes in a white Jeep on dirt roads, which were originally bulldozed when the island was first being prospected. A land frozen in time, water pipes stick up in the middle of fields, connected to nowhere, a reminder of what the island almost became.The few structures on the island include one private residence and a U.S. Fish and Wildlife caretaker’s cabin. The night before, the scientists stayed up past midnight on the island to study the diets of the rhinoceros auklets, who (unlike the tufted puffins) return to their pufflings at night.Thanks to this conservation, the island’s greatest real estate asset is perhaps its habitat, which includes nearly 55,000 burrows on steep grassy slopes. The burrowing birds (which include pigeon guillemots) have dug them with their beaks and feet — sometimes with branches — to be several feet deep. Research estimates that the island hosts around 35,000 breeding pairs of rhinoceros auklets each summer, making it the third largest colony for its species in North America.Pearson and Hodum have a few ideas on why the rhinoceros auklet, which is evolutionarily the oldest puffin species, might have fared well in recent decades. They deliver food to their chicks under the cover of night, away from bald eagles. Their chicks need less food less frequently compared with the tufted puffin, and they eat a wider range of fish.The rhinoceros auklet is also just a hardier bird. Researchers have netted rhinoceros auklets, held them in hand, clawing and biting, and stuck GPS and satellite trackers on them with little issue, Hodum said. Some research indicates tufted puffins will abandon their burrows after they are caught and tagged. Human disturbance is likely part of the reason tufted puffins fled the San Juan Islands, Pearson said.An uneasy futureOn Protection Island, just two tufted puffin burrows remain and at least one of them has been active recently, and the researchers keep their distance. It’s a far cry from the dozens of tufted puffins that were observed in the 1970s and 1980s, and it’s quite possible that this colony could be lost too in the “next few years,” Hodum said.Pearson said the privilege of visiting Protection and Smith islands up close as a researcher isn’t lost on him, and there’s a reason the islands are closed. Rhinoceros auklet burrows are fragile and prone to collapsing if stepped on. There are also black oystercatcher eggs on the beach and other species that rely on the absence of people to thrive.The scientists are careful to modify their methods for each puffin species, and to date, a burrow has never failed because of their work, Pearson said.“If there were a lot of people on this island, people bringing their dogs or whatever, we would lose the (puffins). Birds can’t handle that level of human activity,” he said.If you purchase a product or register for an account through a link on our site, we may receive compensation. By using this site, you consent to our User Agreement and agree that your clicks, interactions, and personal information may be collected, recorded, and/or stored by us and social media and other third-party partners in accordance with our Privacy Policy.

Suggested Viewing

Join us to forge
a sustainable future

Our team is always growing.
Become a partner, volunteer, sponsor, or intern today.
Let us know how you would like to get involved!

CONTACT US

sign up for our mailing list to stay informed on the latest films and environmental headlines.

Subscribers receive a free day pass for streaming Cinema Verde.
Thank you! Your submission has been received!
Oops! Something went wrong while submitting the form.