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Los centros de hidrógeno ponen a prueba las nuevas normas federales de justicia ambiental

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Tuesday, November 12, 2024

Esta es la primera parte de una serie de dos entregas. Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEn un día lluvioso de septiembre, Veronica Coptis y sus dos hijos se pararon a orillas del río Monongahela, en un parque cerca a su hogar, observando cómo un par de barcazas cargadas con montones de carbón desaparecían por la ribera.Haz clic aquí para leer este reportaje en inglés. To read and watch a version of this story in English click here.“Me preocupa que no están teniendo en cuenta la cantidad de tráfico industrial que este río ya carga y cuánto más va a agregar el centro de hidrógeno”, le dijo Coptis a EHN.Coptis vive con su esposo y sus hijos en Carmichaels, en Pensilvania, un pueblo otrora dedicado al carbón cercano a la frontera con Virginia Occidental, con unos 434 habitantes. La autoridad hídrica local usa al río Monongahela como fuente de agua. Contaminantes asociados a la actividad industrial y potencialmente cancerígenos, como el bromodiclorometano, cloroformo y dibromoclorometano, se han detectado en el agua potable de la comunidad.Coptis creció rodeada de mineros del carbón, pero se convirtió en una activista contra este mineral y el fracking después de ser testigo de los daños ambientales causados por la industria de combustibles fósiles. Ahora, ve una nueva batalla en el horizonte: el Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches, una extensa red de infraestructura que usará principalmente gas natural para crear hidrógeno, que luego será usado como combustible. Se espera que parte del nuevo centro de hidrógeno sea construido en La Belle, que está a unos 30 minutos en auto hacia el norte del río Monongahela desde su casa.“Me preocupa mucho qué tan grande va a ser este complejo industrial y cómo serán sus emisiones, y si va a aumentar el tráfico en el río y las carreteras”, dijo Coptis, quien trabaja como consejera senior en la oenegé climática Taproot Earth. “También me preocupa que, debido a que esto va a ser hidrógeno azul, aumente la demanda de fracking, y yo ya vivo rodeada de pozos de fracking”.El Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches es una de las siete redes de este tipo de infraestructuras propuestas hace un año y financiadas con fondos federales. Son una iniciativa que nació de la Ley Bipartidista de Infraestructura que la administración de Biden logró pasar en 2021. El hidrógeno creado en los centros, que provendrá tanto de fuentes renovables como de combustibles fósiles, será usado por industrias que son difíciles de electrificar, como la siderurgia, la construcción y la producción de petroquímicos.Los centros apoyan el objetivo de la administración de Biden de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el país para 2050 y lograr una red eléctrica 100% “limpia” para 2035. Los siete centros de hidrógeno, que están en diversas etapas de desarrollo pero en su mayoría están en la planeación y la selección de sitios, fueron considerados como proyectos de energías limpias bajo la administración de Biden, incluyendo aquellos que usarán combustibles fósiles para la producción.En marzo y mayo, Coptis asistió a unas sesiones de escucha organizadas por los socios industriales del proyecto y por el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE, por sus siglas en inglés), que es la entidad encargada del desarrollo de los centros y de repartir los $7 mil millones en fondos federales para ellos. Esperaba que las sesiones le dieran respuestas, como por ejemplo exactamente donde se ubicaran las instalaciones y qué pasaría en ellas. Sin embargo, salió con aún más preguntas. Las aplicaciones iniciales que los socios industriales presentaron ante el DOE, que incluyeron cronogramas, costos estimados, detalles de las posibles ubicaciones y estimaciones de los impactos en el medio ambiente y la salud, fueron mantenidas en secreto por la agencia a pesar de las frecuentes peticiones de los miembros de la comunidad para que se compartieran esos detalles.“El Departamento de Energía y las compañías involucradas no han sido transparentes”, dijo Coptis. “No es posible que las comunidades demos aportes significativos sobre los proyectos cuando literalmente no sabemos nada sobre ellos”. En 2023, la administración de Biden logró aprobar una serie de políticas federales históricas que le ordenaron a 80 agencias nacionales priorizar la justicia medioambiental en todas sus decisiones. El DOE prometió ser un ejemplo a través de los centros de hidrógeno, pero, hasta ahora, esto no ha sucedido, de acuerdo con más de 30 miembros de las comunidades potencialmente afectadas y activistas con los cuales EHN habló. Afirman que los detalles siguen siendo confusos, que las consultas públicas sólo se planifican después de que los socios de la industria ya han recibido millones de dólares en fondos públicos y que las comunidades no intervienen en la toma de decisiones.“Las promesas que el DOE ha hecho no han sido cumplidas, de acuerdo con la definición de justicia ambiental de la misma entidad”, dijo a EHN Batoul Al-Sadi, un asociado senior en Natural Resources Defense Council (NRDC), un grupo ambientalista nacional que ha estado presionando para que haya una mayor transparencia en los centros de hidrógeno. Nuestra investigación también encontró que:En las sesiones iniciales de escucha sobre los centros, 95 de los 113 comentarios públicos que fueron presentados expresaron oposición a los proyectos.49 de los 113 comentarios expresaron preocupación sobre la falta de transparencia y participación significativa de las comunidades.Más de 100 grupos ambientalistas regionales y nacionales le han enviado cartas al DOE pidiéndole mayor transparencia y mejoras en sus procesos de diálogo con las comunidades.Las comunidades no tienen el derecho de rehusarse a la llegada de los centros de hidrógeno si se prueba que los daños serán mayores que los beneficios.El DOE no se está adhiriendo a sus propios planes de participación comunitaria, de acuerdo con expertos y activistas.“Hoy, las regulaciones [federales de justicia ambiental] están mejor que nunca”, dijo a EHN Stephen Schima, un experto en regulaciones ambientales y consejero legislativo senior en Earthjustice. “Las agencias tienen la oportunidad de hacer esto de forma correcta… solo es una cuestión de implementación, que ha probado ser un gran reto hasta ahora”.Ante nuestras preguntas sobre la transparencia y la participación comunitaria en estos procesos, el DOE respondió a EHN que la agencia “está enfocada en conseguir que estos proyectos sean seleccionados para negociar su adjudicación oficialmente ... Una vez adjudicados, el DOE dará a conocer más detalles sobre los mismos”.Los residentes de las siete comunidades de los centros de hidrógeno temen que, una vez se hayan distribuido millones de dólares en financiación federal para estos proyectos, sus aportes serán irrelevantes.En julio, los centros de los Apalaches y de California ya habían recibido cada uno $30 millones de dólares y el centro del Pacífico Noroeste ya había recibido $27,5 millones en fondos federales. La financiación para el resto de centros sigue en trámite. En total, se prevé que los siete centros planeados recibirán unos $7 mil millones de dólares en fondos públicos federales.Jalonne White-Newsome, la jefa de justicia ambiental del Consejo de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, dijo que es consciente de que las comunidades están frustradas por los centros de hidrógeno. “Paso mucho tiempo trabajando con nuestros colegas del Departamento de Energía [y otras agencias federales] asegurándonos de que estamos apoyando la llegada segura de estas tecnologías”, White-Newsome le dijo a EHN. “Sigo escuchando de muchas formas distintas las preocupaciones de las comunidades: que no hay transparencia, que no hay suficiente información, que hay miedo a la tecnología”.“Entiendo todas esas preocupaciones”, dijo White-Newsome, quien añadió que el Consejo Asesor de Justicia Medioambiental de la Casa Blanca creó un grupo de trabajo de líderes de justicia medioambiental de todo el país para abordar las tecnologías de captura de carbono y el hidrógeno, y está trabajando con un equipo interno, incluidos los socios de la agencia federal en el DOE, “sobre cómo abordar todas las cuestiones que ha planteado este organismo”.Los activistas temen que estas medidas sean insuficientes.“Incluso si éste fuera el mejor proyecto de energía verde, no contaminante y más renovable que llegara a los Apalaches, este proceso no se está ajustando a los principios de justicia ambiental”, señaló Coptis.Justicia ambiental y preocupaciones por la contaminación Los centros de hidrógeno fueron presentados como una bendición para las comunidades afectadas por la injusticia medioambiental que les traería empleos y desarrollo económico, una reducción en la contaminación aérea producto de un menor uso de combustibles fósiles y la promesa de convertirse en protagonistas de la transición energética en Estados Unidos.Pero más de 140 organizaciones por la justicia ambiental han firmado cartas públicas resaltando las formas en las que la energía del hidrógeno podría prolongar el uso de combustibles fósiles, crear riesgos y empeorar la contaminación del aire local, de acuerdo con un reporte publicado por la EFI Foundation.Los centros del Atlántico Medio y del Medio Oeste prevén utilizar energías renovables y energía nuclear además de combustibles fósiles, mientras que los centros de California, el Noroeste del Pacífico y Heartland prevén utilizar combinaciones de energías renovables, biomasa y energía nuclear. Los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo prevén utilizar principalmente combustibles fósiles.Los centros de hidrógeno serán una densa red de infraestructuras que se extenderán a lo largo de vastas regiones geográficas. Muchos de sus componentes están siendo planeados para aterrizar en comunidades que han sido desproporcionadamente afectadas por la contaminación (principalmente producto de la extracción de combustibles fósiles), para aprovechar la infraestructura ya existente. Por ejemplo, la región del Canal de Houston, el Inland Empire en California y el noroeste de Indiana incluyen comunidades afectadas por la injusticia ambiental y todas están esperando la llegada tentativa de infraestructuras de los centros de hidrógeno. Las tres regiones figuran entre los peores lugares del país en cuanto a contaminación atmosférica. El DOE ha dicho que los proyectos solo serán premiados si demuestran que tienen planes para minimizar los impactos negativos y para proveer beneficios para estas comunidades, pero hasta ahora las poblaciones que están esperando la llegada de los centros de hidrógeno dicen que no han visto ningún tipo de información sobre cómo los socios de los proyectos planean hacer esto (alguna información ha sido compartido en el plan de beneficios comunitarios en el de California). La gente está preocupada de que los centros añadan nuevas fuentes de contaminación industrial a las comunidades ya contaminadas, mientras que los datos sobre los impactos acumulativos de las redes existentes y ampliadas de infraestructuras energéticas siguen siendo escasos. Las preocupaciones sobre los riesgos de salud son especialmente pronunciados alrededor de los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo debido a su gran dependencia de los combustibles fósiles. EHN escuchó voces preocupadas por las nuevas emisiones procedentes del tráfico de camiones y barcazas, el posible uso del dominio eminente para confiscar propiedades privadas para construir oleoductos, el riesgo de que los oleoductos exploten o tengan fugas y el aumento de las emisiones de óxido de nitrógeno procedentes de la combustión final del combustible de hidrógeno, que contribuiría a aumentar los niveles de contaminación por partículas y ozono. La exposición a este tipo de contaminantes se ha relacionado con múltiples efectos negativos, incluyendo un aumento en el riesgo de cáncer, enfermedades respiratorias y del corazón, nacimientos prematuros y bajos pesos al nacer.También hay preocupaciones por la dependencia de estos centros de las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, las cuales son necesarias para transformar combustibles fósiles en hidrógeno, pero no serán necesarias en aquellos centros que no usen combustibles fósiles para su producción.La tecnología de captura del carbono es controversial, pues muchos expertos y activistas la consideran una forma de prolongar el uso de combustibles fósiles y han expresado que esta tecnología podría empeorar el cambio climático debido al enorme consumo energético que requiere su implementación. Adicionalmente, debido a que el CO2 capturado contiene sustancias tóxicas, como compuestos orgánicos volátiles y mercurio, la técnica puede plantear riesgos para las aguas subterráneas, el suelo y el aire a través de fugas. El mes pasado, las autoridades informaron de que la primera planta comercial de secuestro de carbono del país, en Illinois, había tenido dos fugas este año bajo el lago Decatur, una fuente de agua potable para el poblado de Decatur. La empresa propietaria de la planta, ADM, no informó a las autoridades de las fugas durante meses. “Se trata de comunidades muy arraigadas a procesos extractivos como la minería del carbón y el gas natural, por lo que la llegada de constructores que les proponen algo no es nada nuevo para ellos. Pero cuando se enteran de que los constructores no están interesados en extraer, sino en depositar, en inyectar, se les abren los ojos”, dijo a EHN Ethan Story, director de defensa y abogado del Center for Coalfield Justice, un grupo de defensa de la salud comunitaria del oeste de Pensilvania.Asociados con el sector de los combustibles fósilesCada centro de hidrógeno cuenta con una empresa, una organización sin ánimo de lucro o una asociación público-privada que supervisa el proyecto. Esta organización está a cargo de crear la propuesta, seleccionar los proyectos, facilitar la participación, recibir y distribuir los fondos federales y actuar como un puente entre el DOE y los socios industriales. Además de la inversión de $7 mil millones de dólares, la financiación para los centros de hidrógeno incluirá inversiones privadas significativas, incentivadas por la Ley de Reducción de la Inflación. Algunos de los principales contratistas existían antes de que se lanzaran los centros, como Battelle, que está a cargo del centro en los Apalaches, o como el Energy & Environmental Research Center, encargado del centro Heartland. Otros se formaron específicamente para supervisar los proyectos de hidrógeno, como la Alliance for Renewable Clean Hydrogen Energy Systems (ARCHES), que está a cargo del centro en California y HyVelocity, Inc, del centro de la Costa del Golfo.Además de estos contratistas, los centros tienen socios individuales para los proyectos que incluyen a compañías de combustibles fósiles. En el centro de la Costa del Golfo, Chevron, ExxonMobil y Shell son solo algunas de las compañías de combustibles fósiles incluidas en la lista de socios proyectados. Los socios del proyecto en los Apalaches incluyen a CNX Resources, Enbridge, Empire Diversified Energy y EQT Corporation; y el centro de California lista a Chevron como uno de sus socios. Esto está sembrando la desconfianza en algunas comunidades.Por ejemplo, en un documento del DOE publicado en agosto, la agencia informó que EQT Corporation, el segundo mayor productor de gas natural del país, organizaría sesiones de escucha comunitaria y trabajaría para establecer un comité asesor comunitario para sus proyectos en el centro de hidrógeno de los Apalaches. EQT ha acumulado infracciones medioambientales en sus pozos de fracking que culminaron en el desalojo de varias familias de Virginia Occidental. La empresa también ha promovido la desinformación sobre el papel de la industria del gas natural en el empeoramiento del cambio climático. “Elegir a EQT para hacerse cargo de esta parte del proceso muestra la falta de involucramiento real con la comunidad, la falta de confianza, la falta de transparencia que ha rodeado el proceso de beneficios colectivos [del centro de hidrógeno de los Apalaches]”, dijo a EHN Matt Mehalik, director ejecutivo del Breathe Project, una coalición de oenegés en el occidente de Pensilvania. “La elección de este administrador ilustra la falta de interés por establecer algún tipo de confianza con las comunidades afectadas”, añadió.Karen Feridun, co-fundadora del grupo activista por el clima de Pensilvania Better Path Coalition, dijo que “si EQT crea un CAC [comité asesor comunitario] será para averiguar qué color de las gorras del ARCH2 [centro de hidrógeno de los Apalaches] prefiere la gente”.EQT Corporation y Battelle no respondieron a múltiples solicitudes de entrevista, ni a las preguntas específicas que les enviamos sobre el proceso de participación y la supuesta falta de transparencia.El DOE también tercerizó la gestión de la participación ciudadana en la Costa del Golfo a una organización local – el Houston Advanced Research Center, o HARC, por sus siglas en inglés. La organización fue fundada en 1982 por George Mitchell, también conocido como “el padre del fracking”, a quien se le atribuyó el auge del petróleo proveniente de esquisto en Texas. En 2001, HARC actualizó su misión en su página web, e incluyó una referencia a la mitigación del riesgo climático y el fomento de las energías limpias. En 2023, la organización incluyó la energía del hidrógeno en su planificación estratégica y en su visión empresarial. Margaret Cook, quien dirige la oficina de equidad climática de HARC y es una representante de sus esfuerzos de participación comunitaria, le dijo a EHN que la organización había contactado a algunos grupos activistas locales para discutir su rol en el proceso de involucramiento ciudadano del centro. Cook dijo que planean incluir una junta asesora conformada por la comunidad que interactuará con las compañías involucradas, y que esta junta aconsejará en cómo deben gastarse los dólares del DOE a nivel regional y comunitario. Adicionalmente, el grupo estará a cargo de organizar los beneficios comunitarios. “Necesitamos entender sus preocupaciones para poder atenderlas”, dijo Cook. “Y necesitamos entender qué perciben ellos como beneficios que realmente les vaya a ayudar, para que así el proyecto pueda dárselo”. Shiv Srivastava, investigadora de política pública para Fenceline Watch, una organización de justicia ambiental de Houston, le dijo a EHN: “Pienso que estamos ante un problema de raíz…tienes organizaciones que son elegidas para ser básicamente el conector con la comunidad, el representante del centro ante la gente. Esto es algo que el Departamento de Energía debería hacer directamente”.Una falta de transparencia y de participación significativaAlgunos describen al East End de Houston como un tablero de ajedrez, donde los límites de sus casas, escuelas y zonas verdes están flanqueados por plantas industriales, aparcamientos, muelles de entrada, chimeneas y refinerías. La comunidad del East End está en el percentil 99 de exposición a tóxicos en el aire (es decir, que están más expuestos que el 99% de la población en Estados Unidos) y es el hogar de una de las fuentes más grandes de contaminación química del estado de Texas. Los residentes de estos barrios, como Srivastava e Yvette Arellano, directorx ejecutivx de Fenceline Watch, temen que esta enorme presencia industrial sólo aumentará con la introducción del hidrógeno. “En lo que respecta a la captura de carbono, al secuestro y la captura directa en el aire, son casi principios básicos de [la producción de] hidrógeno”, afirma Srivastava. “Vemos que el hidrógeno se postula rápidamente como la nueva materia prima para la producción petroquímica, y que desplazará a los combustibles fósiles, lo que, para nuestra comunidad, no funciona, porque igual siguen produciendo estos tóxicos contaminantes”. Arellano le dijo a EHN que Fenceline Watch educa al público sobre proyectos industriales, pero que esta labor ha sido complicada respecto al centro de hidrógeno pues “no hay un proceso de participación ciudadana formal en los siete centro de producción”. La oficina de demostraciones de energías limpias (OCED, por sus siglas en inglés) del DOE auspició nueve sesiones de escucha iniciales para los centros y resumió los comentarios recibidos durante esas reuniones en su página web. El DOE no dejó las grabaciones disponibles para el público general, pero un análisis de EHN de las transcripciones muestran que la mayoría de comentarios expresaron preocupación sobre temas como la seguridad de los empleados, la localización de los oleoductos, la eficacia de la captura de carbono, el impacto de las emisiones, quién regulará estos proyectos, los permisos, la ubicación de los complejos, barreras lingüísticas y la injusticia medioambiental.En la sesión sobre el centro de la Costa del Golfo, la comunidad pidió hacer sesiones formales en las que pudieran presentar sus preguntas por escrito y recibir respuestas escritas en el mismo lenguaje sencillo. “Lo que hemos oído es que esa no es la forma en la que se hace este proceso”, dijo Arellano. “Lo que hemos oído es un silencio sepulcral”. De los 113 comentarios que el DOE transcribió de las sesiones de escucha, 95 expresaron algún tipo de oposición a los proyectos y hubo por lo menos 49 reclamos exigiendo una mayo transparencia y mejor participación ciudadana. EHN también escuchó reclamos más allá de las sesiones de escucha, particularmente relacionadas con la justicia ambiental y la participación ciudadana respecto a todos los centros menos sobre Heartland, que se expandirá a lo largo de Dakota del Norte y del Sur, así como Minnesota (el centro perdió a sus socios clave Marathon Petroleum y TC Energy, así que no es del todo claro si se realizará).En respuesta a las quejas, el DOE publicó un resumen de los puntos clave que escuchó durante las reuniones y cómo esos comentarios estaban siendo incorporados en el proceso de planeación de los centros de producción. Un vocero de la agencia dijo que este tipo de trabajo con las comunidades es nuevo para el DOE y que los proyectos aún están en las primeras etapas, por lo que la agencia todavía está aprendiendo y trabajando para asegurarse de que las preocupaciones de la gente sean atendidas de forma adecuada. Añadieron que la oficina de demostraciones de energías limpias (OCED) ha llevado a cabo más de 70 reuniones con la gente de la comunidad y grupos organizados, funcionarios locales, personal de primeros auxilios, sindicatos y otros grupos comunitarios, y que ha ofrecido sesiones informativas a más de 4.000 personas en las regiones de los centros de hidrógeno.“Tengo preguntas y preocupaciones”, dijo el senador demócrata por el estado de Dakota del Norte, Tim Mathern. “Hasta ahora, he apoyado al proyecto, pues se presenta como una alternativa de combustible más limpia que los fósiles y mejor para nuestro planeta. Pero se ha dado muy poca información sobre los impactos ambientales y me gustaría saber más”.EHN buscó a otros políticos en los 16 estados en donde se realizarán estos proyectos y recibió cinco respuestas, cuatro de ellas provenientes de las regiones en donde se construirá el centro del Pacífico Noroeste. La mayoría de estas respuestas señalaron la necesidad de contar con más información, tal y como lo han expresado sus votantes.“Ha habido relacionamiento con funcionarios locales y algunos funcionarios estatales”, le dijo el representante repúblicano de Montana, Denley Loge, a EHN. “La mayoría [de personas] no entienden bien pero tampoco buscan información por su parte. A nivel local, cuando se han hecho reuniones, muy poquita gente va, pero los rumores desinformados se expanden fácilmente”.La representante demócrata texana Penny Morales Shaw expresó su apoyo al centro de la Costa del Golfo.“Como representante estatal, recibo mucha información de mis constituyentes todos los días sobre la mala calidad del aire y la forma cómo las condiciones ambientales impactan su salud y calidad de vida”, Morales Shaw le dijo a EHN. “Los centros de hidrógeno pueden ayudarnos a alcanzar las emisiones netas de carbono cero y todos queremos asegurarnos de que se logre de forma eficaz y colaborativa”.Las sesiones de escucha del DOE son solo una de las formas en las que las comunidades han pedido mejoras en el proceso de participación. EHN también hizo seguimiento a las solicitudes escritas en relación con la transparencia fuera de estos espacios. Encontramos que:Un grupo de líderes de distintas organizaciones activistas a nivel nacional, incluyendo al Clean Air Task Force, el Environmental Defense Fund y el Natural Resources Defense Counsel, también le pidieron formalmente al DOE mayor transparencia y participación. 54 organizaciones de los Apalaches y grupos de base firmaron una carta dirigida al DOE en la que pedían suspender el proyecto, citando una falta de transparencia y participación.32 grupos de la región del Atlántico Medio firmaron una carta para el DOE diciendo que la primera reunión sobre el proyecto fue inaccesible para muchos residentes y, una vez más, pidiendo mayor transparencia y participación.15 organizaciones de base enviaron una carta al DOE expresando sus frustraciones sobre el mismo tema en el centro del Medio Oeste.Nueve grupos activistas por la justicia y el ambiente en California hicieron un llamado similar relacionado con los mismos problemas.Una coalición de grupos de Texas, California, Washington, Pensilvania, Nuevo México e Indiana pidieron mejorar la transparencia y participación en un reporte.A falta de una participación significativa en los proyectos, una coalición de grupos activistas también ha publicado recientemente su propia “Guía de beneficios comunitarios en el suroeste de Pensilvania” con la esperanza de que el proyecto del centro de hidrógeno de los Apalaches, y otros similares, la utilicen como referencia.Un vocero del DOE dijo que la agencia ha respondido de forma directa a más de 50 cartas pero la mayoría de esas respuestas no están disponibles para el público. Los activistas que recibieron estas respuestas le dijeron a este medio que no se encuentran satisfechos. La agencia se negó a responder nuestras preguntas sobre si estaba trabajando para responder a los reclamos específicos contenidos en dichas misivas. En una presentación inicial sobre los centros, el DOE discutió las etapas de “autorizado / no autorizado” de los proyectos, que requieren que haya participación ciudadana antes de continuar. Esto le hizo creer a muchas comunidades que los proyectos podrían no hacerse si decidían que los costos eran mayores que los beneficios. Resultó ser una apreciación equivocada. “Las comunidades no tienen el derecho a negarse”, dijo el DOE en julio, en un correo electrónico respondiendo a preguntas que les enviaron organizaciones sobre el centro del Atlántico Medio. “Este no es un requisito del programa H2Hubs”.Algunas personas, incluyendo a Feridun de la Better Path Coalition en Pensilvania, se sintieron engañadas. “Nos han repetido una y otra vez lo de estas decisiones de ‘autorizado / no autorizado’ y de cómo participaremos en cada una de ellas, pero eso simplemente no es lo que está ocurriendo”.Los activistas cuestionan qué tan ético es que el gobierno federal pueda autorizar nuevas fuentes de contaminación en comunidades impactadas por la injusticia ambiental, sin que necesiten el consentimiento de las mismas. También hay una percepción generalizada de que los socios industriales de los centros están prosiguiendo con la planeación de reuniones a puerta cerrada con funcionarios de la agencia federal, sin contar con la participación de los ciudadanos.“El DOE apareció en la primera sesión de escucha como un co-anfitrión de la llamada [ junto a los socios industriales]”, dijo Chris Chyung, el director ejecutivo del grupo de activismo ambiental Indiana Conservation Voters, sobre la experiencia en las reuniones sobre el centro de hidrógeno del Medio Oeste. “Esto crea un dilema ético, pues se supone que el DOE debe ser un mediador que supervisa el uso de este dinero y defiende los intereses de los contribuyentes que lo pagan”. En la costa este, el principal contratista del centro del Atlántico Medio organizó reuniones de networking mensuales para los socios corporativos con un costo de participación de entre $25 y $50 dólares y que no están abiertas al público. También estableció un programa de membresías que cuesta entre $2,500 y $10,000 dólares y que le da a sus miembros acceso gratuito a webinars educativos, inscripciones gratuitas para la “Conferencia Anual de Hidrógeno MACH2” y acceso a eventos exclusivos para miembros y a un sitio web con información adicionales sobre los proyectos. En un correo electrónico dirigido a activistas locales que preguntaron porqué estas oportunidades no estaban disponibles para el público general, un vocero del DOE dijo que las reuniones de networking eran para “negocios, startups y otras partes interesadas en la economía de la energía limpia” y que “no están diseñadas para reemplazar los eventos con la comunidad”. “Nuestra preocupación más grande es que muchos de estos proyectos que se están configurando como fundamentales [para el desarrollo del centro del Atlántico Medio] están avanzando sin nuestro involucramiento” le dijo a este medio Tracy Carluccio, quien es la directora adjunta del Delaware Riverkeeper Network. En noviembre de 2023, la oenegé que lidera Carluccio presentó una solicitud FOIA para acceder a estas aplicaciones y a otros contenidos relacionados con el centro en esa región. Cuando recibieron las respuestas en agosto de 2024, se dieron cuenta de que varios proyectos iban mucho más adelante de lo que pensaban. Del mismo modo, cerca de los centros de California, las comunidades han oído promesas de que la producción de hidrógeno sólo provendrá de energías renovables, según Kayla Karimi, abogada de la organización sin ánimo de lucro Center on Race, Poverty and the Environment, con sede en California. Su organización no ha visto ningún contrato o documento que respalde esas promesas más allá de los anuncios iniciales realizados antes de la financiación. Karimi dijo que para obtener información sobre el centro de California más allá de la que aparece en su sitio web, le pidieron a su organización firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés). El acuerdo le pareció “muy punitivo” y dijo que quienes lo firmaran podrían enfrentarse a consecuencias legales por hablar negativamente del centro de California. La organización de Karimi no firmó el acuerdo y abogó por que los miembros de la comunidad no lo hicieran. EHN también habló con Steven Lehat, director ejecutivo de la compañía de inversiones bancarias Colton Alexander, la cual firmó NDAs para acceder a tres comités privados de planeación del centro en California. Si bien los NDA permiten acceder a más información, sería ilegal compartirla con los miembros de la comunidad. Barreras como esta plantean dudas sobre qué tan equitativo es el proceso de participación comunitaria, inclusive en aquellos casos en los que se usarán fuentes de energías renovables. “Los comentarios de la comunidad han sido muy limitados hasta ahora porque no sabemos sobre qué estamos comentando”, Karimi le dijo a EHN. “Pero aún así tampoco sabríamos si están siendo incorporados, porque no nos han dicho nada [y] no se han comunicado con nosotros”. Cuando le preguntamos sobre los NDA, una vocera para ARCHES, la organización supervisando el centro de producción de California, le dijo a EHN que los acuerdos no eran obligatorios para poder participar en los grupos de trabajo relacionados con el trabajo comunitario o los beneficios. “ARCHES mantiene su principio de participación de las partes interesadas y de la comunidad y seguirá trabajando para garantizar que todas las partes interesadas puedan formar parte de nuestras reuniones comunitarias”, dijo la portavoz en un correo electrónico. “Sin embargo, los acuerdos de confidencialidad son necesarios para convertirse en miembro de ARCHES, ya que las empresas miembro deben sentirse seguras compartiendo información sensible o de propiedad intelectual”.El centro del Pacífico Noroeste se diferenció del resto al tener información pública disponible. Keith Curl Dove, un organizador de la Washington Conservation Action, le dijo a EHN que su organización pudo acceder a la ubicación proyectada para muchos de los proyectos y al historial de trabajo con comunidades indígenas, y dijo que la Cámara de Comercio de Washington intentó responder a todas las preguntas y preocupaciones que su organización presentó.Los políticos del estado expresaron una perspectiva similar. “Tengo que decir que, desde el principio, creo que ha habido un amplio proceso de participación de las partes interesadas, que es diferente de un proceso de participación de la comunidad, para averiguar qué empresas, qué industrias, etc., iban a estar dispuestas a hacer las inversiones para complementar la inversión federal y del estado de Washington en nuestro centro de hidrógeno del noroeste [del Pacífico]”, dijo a EHN Alex Ramel, representante demócrata del estado de Washington. “Dos de las cinco refinerías del estado están en mi distrito y hay otras dos en el distrito de al lado, al norte”, dijo. “Esto quiere decir que el 90% de la capacidad de refinado del estado está justo al lado, y las refinerías van a ser uno de los principales lugares de implantación del hidrógeno en el Estado de Washington, y creo que son un primer cliente importante... porque ya utilizan hidrógeno sucio, y esta es una oportunidad para sustituirlo por hidrógeno verde”.En documentos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, el Consejo Asesor sobre Justicia Medioambiental de la Casa Blanca compartió sus preocupaciones sobre los centros de hidrógeno y otras tecnologías de manejo del carbono. “Esta inversión en la “experimentación” de una tecnología que carece de suficiente investigación sobre su seguridad y eficacia crea aún más barreras de desconfianza entre las comunidades afectadas, en particular las que han sido histórica y actualmente son privadas de sus derechos, y los respectivos organismos gubernamentales”, dice el documento.El Consejo añadió que “un planteamiento humano de la gestión del carbono consistiría en dar prioridad a una investigación sólida (no influida por los contaminadores) que incluya un análisis robusto de los posibles riesgos para la salud pública y el medio ambiente”.Estas preocupaciones reflejan las de los individuos en los territorios. “¿De verdad podemos confiar en otro contaminador?” cuestionó Arellano, de Fenceline Watch.Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEste artículo fue traducido por María Paula Rubiano A.Producción y edición de video: Jimmy EvansSobre las autoras: Kristina Marusic cubre temas de salud ambiental y justicia en Pittsburgh y el occidente de Pennsylvania para Environmental Health News. Su nuevo libro, "A New War On Cancer: The Unlikely Heroes Revolutionizing Prevention", revela la existencia de un naciente movimiento a nivel nacional que busca prevenir el cáncer reduciendo la exposición a sustancias químicas cancerígenas en nuestra vida cotidiana. Cami Ferrell es una reportera de vídeo bilingüe para Environmental Health News, radicada en Houston (Texas). Ferrell informa principalmente sobre el desarrollo de la industria petroquímica en la costa del Golfo de Texas.

Esta es la primera parte de una serie de dos entregas. Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEn un día lluvioso de septiembre, Veronica Coptis y sus dos hijos se pararon a orillas del río Monongahela, en un parque cerca a su hogar, observando cómo un par de barcazas cargadas con montones de carbón desaparecían por la ribera.Haz clic aquí para leer este reportaje en inglés. To read and watch a version of this story in English click here.“Me preocupa que no están teniendo en cuenta la cantidad de tráfico industrial que este río ya carga y cuánto más va a agregar el centro de hidrógeno”, le dijo Coptis a EHN.Coptis vive con su esposo y sus hijos en Carmichaels, en Pensilvania, un pueblo otrora dedicado al carbón cercano a la frontera con Virginia Occidental, con unos 434 habitantes. La autoridad hídrica local usa al río Monongahela como fuente de agua. Contaminantes asociados a la actividad industrial y potencialmente cancerígenos, como el bromodiclorometano, cloroformo y dibromoclorometano, se han detectado en el agua potable de la comunidad.Coptis creció rodeada de mineros del carbón, pero se convirtió en una activista contra este mineral y el fracking después de ser testigo de los daños ambientales causados por la industria de combustibles fósiles. Ahora, ve una nueva batalla en el horizonte: el Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches, una extensa red de infraestructura que usará principalmente gas natural para crear hidrógeno, que luego será usado como combustible. Se espera que parte del nuevo centro de hidrógeno sea construido en La Belle, que está a unos 30 minutos en auto hacia el norte del río Monongahela desde su casa.“Me preocupa mucho qué tan grande va a ser este complejo industrial y cómo serán sus emisiones, y si va a aumentar el tráfico en el río y las carreteras”, dijo Coptis, quien trabaja como consejera senior en la oenegé climática Taproot Earth. “También me preocupa que, debido a que esto va a ser hidrógeno azul, aumente la demanda de fracking, y yo ya vivo rodeada de pozos de fracking”.El Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches es una de las siete redes de este tipo de infraestructuras propuestas hace un año y financiadas con fondos federales. Son una iniciativa que nació de la Ley Bipartidista de Infraestructura que la administración de Biden logró pasar en 2021. El hidrógeno creado en los centros, que provendrá tanto de fuentes renovables como de combustibles fósiles, será usado por industrias que son difíciles de electrificar, como la siderurgia, la construcción y la producción de petroquímicos.Los centros apoyan el objetivo de la administración de Biden de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el país para 2050 y lograr una red eléctrica 100% “limpia” para 2035. Los siete centros de hidrógeno, que están en diversas etapas de desarrollo pero en su mayoría están en la planeación y la selección de sitios, fueron considerados como proyectos de energías limpias bajo la administración de Biden, incluyendo aquellos que usarán combustibles fósiles para la producción.En marzo y mayo, Coptis asistió a unas sesiones de escucha organizadas por los socios industriales del proyecto y por el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE, por sus siglas en inglés), que es la entidad encargada del desarrollo de los centros y de repartir los $7 mil millones en fondos federales para ellos. Esperaba que las sesiones le dieran respuestas, como por ejemplo exactamente donde se ubicaran las instalaciones y qué pasaría en ellas. Sin embargo, salió con aún más preguntas. Las aplicaciones iniciales que los socios industriales presentaron ante el DOE, que incluyeron cronogramas, costos estimados, detalles de las posibles ubicaciones y estimaciones de los impactos en el medio ambiente y la salud, fueron mantenidas en secreto por la agencia a pesar de las frecuentes peticiones de los miembros de la comunidad para que se compartieran esos detalles.“El Departamento de Energía y las compañías involucradas no han sido transparentes”, dijo Coptis. “No es posible que las comunidades demos aportes significativos sobre los proyectos cuando literalmente no sabemos nada sobre ellos”. En 2023, la administración de Biden logró aprobar una serie de políticas federales históricas que le ordenaron a 80 agencias nacionales priorizar la justicia medioambiental en todas sus decisiones. El DOE prometió ser un ejemplo a través de los centros de hidrógeno, pero, hasta ahora, esto no ha sucedido, de acuerdo con más de 30 miembros de las comunidades potencialmente afectadas y activistas con los cuales EHN habló. Afirman que los detalles siguen siendo confusos, que las consultas públicas sólo se planifican después de que los socios de la industria ya han recibido millones de dólares en fondos públicos y que las comunidades no intervienen en la toma de decisiones.“Las promesas que el DOE ha hecho no han sido cumplidas, de acuerdo con la definición de justicia ambiental de la misma entidad”, dijo a EHN Batoul Al-Sadi, un asociado senior en Natural Resources Defense Council (NRDC), un grupo ambientalista nacional que ha estado presionando para que haya una mayor transparencia en los centros de hidrógeno. Nuestra investigación también encontró que:En las sesiones iniciales de escucha sobre los centros, 95 de los 113 comentarios públicos que fueron presentados expresaron oposición a los proyectos.49 de los 113 comentarios expresaron preocupación sobre la falta de transparencia y participación significativa de las comunidades.Más de 100 grupos ambientalistas regionales y nacionales le han enviado cartas al DOE pidiéndole mayor transparencia y mejoras en sus procesos de diálogo con las comunidades.Las comunidades no tienen el derecho de rehusarse a la llegada de los centros de hidrógeno si se prueba que los daños serán mayores que los beneficios.El DOE no se está adhiriendo a sus propios planes de participación comunitaria, de acuerdo con expertos y activistas.“Hoy, las regulaciones [federales de justicia ambiental] están mejor que nunca”, dijo a EHN Stephen Schima, un experto en regulaciones ambientales y consejero legislativo senior en Earthjustice. “Las agencias tienen la oportunidad de hacer esto de forma correcta… solo es una cuestión de implementación, que ha probado ser un gran reto hasta ahora”.Ante nuestras preguntas sobre la transparencia y la participación comunitaria en estos procesos, el DOE respondió a EHN que la agencia “está enfocada en conseguir que estos proyectos sean seleccionados para negociar su adjudicación oficialmente ... Una vez adjudicados, el DOE dará a conocer más detalles sobre los mismos”.Los residentes de las siete comunidades de los centros de hidrógeno temen que, una vez se hayan distribuido millones de dólares en financiación federal para estos proyectos, sus aportes serán irrelevantes.En julio, los centros de los Apalaches y de California ya habían recibido cada uno $30 millones de dólares y el centro del Pacífico Noroeste ya había recibido $27,5 millones en fondos federales. La financiación para el resto de centros sigue en trámite. En total, se prevé que los siete centros planeados recibirán unos $7 mil millones de dólares en fondos públicos federales.Jalonne White-Newsome, la jefa de justicia ambiental del Consejo de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, dijo que es consciente de que las comunidades están frustradas por los centros de hidrógeno. “Paso mucho tiempo trabajando con nuestros colegas del Departamento de Energía [y otras agencias federales] asegurándonos de que estamos apoyando la llegada segura de estas tecnologías”, White-Newsome le dijo a EHN. “Sigo escuchando de muchas formas distintas las preocupaciones de las comunidades: que no hay transparencia, que no hay suficiente información, que hay miedo a la tecnología”.“Entiendo todas esas preocupaciones”, dijo White-Newsome, quien añadió que el Consejo Asesor de Justicia Medioambiental de la Casa Blanca creó un grupo de trabajo de líderes de justicia medioambiental de todo el país para abordar las tecnologías de captura de carbono y el hidrógeno, y está trabajando con un equipo interno, incluidos los socios de la agencia federal en el DOE, “sobre cómo abordar todas las cuestiones que ha planteado este organismo”.Los activistas temen que estas medidas sean insuficientes.“Incluso si éste fuera el mejor proyecto de energía verde, no contaminante y más renovable que llegara a los Apalaches, este proceso no se está ajustando a los principios de justicia ambiental”, señaló Coptis.Justicia ambiental y preocupaciones por la contaminación Los centros de hidrógeno fueron presentados como una bendición para las comunidades afectadas por la injusticia medioambiental que les traería empleos y desarrollo económico, una reducción en la contaminación aérea producto de un menor uso de combustibles fósiles y la promesa de convertirse en protagonistas de la transición energética en Estados Unidos.Pero más de 140 organizaciones por la justicia ambiental han firmado cartas públicas resaltando las formas en las que la energía del hidrógeno podría prolongar el uso de combustibles fósiles, crear riesgos y empeorar la contaminación del aire local, de acuerdo con un reporte publicado por la EFI Foundation.Los centros del Atlántico Medio y del Medio Oeste prevén utilizar energías renovables y energía nuclear además de combustibles fósiles, mientras que los centros de California, el Noroeste del Pacífico y Heartland prevén utilizar combinaciones de energías renovables, biomasa y energía nuclear. Los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo prevén utilizar principalmente combustibles fósiles.Los centros de hidrógeno serán una densa red de infraestructuras que se extenderán a lo largo de vastas regiones geográficas. Muchos de sus componentes están siendo planeados para aterrizar en comunidades que han sido desproporcionadamente afectadas por la contaminación (principalmente producto de la extracción de combustibles fósiles), para aprovechar la infraestructura ya existente. Por ejemplo, la región del Canal de Houston, el Inland Empire en California y el noroeste de Indiana incluyen comunidades afectadas por la injusticia ambiental y todas están esperando la llegada tentativa de infraestructuras de los centros de hidrógeno. Las tres regiones figuran entre los peores lugares del país en cuanto a contaminación atmosférica. El DOE ha dicho que los proyectos solo serán premiados si demuestran que tienen planes para minimizar los impactos negativos y para proveer beneficios para estas comunidades, pero hasta ahora las poblaciones que están esperando la llegada de los centros de hidrógeno dicen que no han visto ningún tipo de información sobre cómo los socios de los proyectos planean hacer esto (alguna información ha sido compartido en el plan de beneficios comunitarios en el de California). La gente está preocupada de que los centros añadan nuevas fuentes de contaminación industrial a las comunidades ya contaminadas, mientras que los datos sobre los impactos acumulativos de las redes existentes y ampliadas de infraestructuras energéticas siguen siendo escasos. Las preocupaciones sobre los riesgos de salud son especialmente pronunciados alrededor de los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo debido a su gran dependencia de los combustibles fósiles. EHN escuchó voces preocupadas por las nuevas emisiones procedentes del tráfico de camiones y barcazas, el posible uso del dominio eminente para confiscar propiedades privadas para construir oleoductos, el riesgo de que los oleoductos exploten o tengan fugas y el aumento de las emisiones de óxido de nitrógeno procedentes de la combustión final del combustible de hidrógeno, que contribuiría a aumentar los niveles de contaminación por partículas y ozono. La exposición a este tipo de contaminantes se ha relacionado con múltiples efectos negativos, incluyendo un aumento en el riesgo de cáncer, enfermedades respiratorias y del corazón, nacimientos prematuros y bajos pesos al nacer.También hay preocupaciones por la dependencia de estos centros de las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, las cuales son necesarias para transformar combustibles fósiles en hidrógeno, pero no serán necesarias en aquellos centros que no usen combustibles fósiles para su producción.La tecnología de captura del carbono es controversial, pues muchos expertos y activistas la consideran una forma de prolongar el uso de combustibles fósiles y han expresado que esta tecnología podría empeorar el cambio climático debido al enorme consumo energético que requiere su implementación. Adicionalmente, debido a que el CO2 capturado contiene sustancias tóxicas, como compuestos orgánicos volátiles y mercurio, la técnica puede plantear riesgos para las aguas subterráneas, el suelo y el aire a través de fugas. El mes pasado, las autoridades informaron de que la primera planta comercial de secuestro de carbono del país, en Illinois, había tenido dos fugas este año bajo el lago Decatur, una fuente de agua potable para el poblado de Decatur. La empresa propietaria de la planta, ADM, no informó a las autoridades de las fugas durante meses. “Se trata de comunidades muy arraigadas a procesos extractivos como la minería del carbón y el gas natural, por lo que la llegada de constructores que les proponen algo no es nada nuevo para ellos. Pero cuando se enteran de que los constructores no están interesados en extraer, sino en depositar, en inyectar, se les abren los ojos”, dijo a EHN Ethan Story, director de defensa y abogado del Center for Coalfield Justice, un grupo de defensa de la salud comunitaria del oeste de Pensilvania.Asociados con el sector de los combustibles fósilesCada centro de hidrógeno cuenta con una empresa, una organización sin ánimo de lucro o una asociación público-privada que supervisa el proyecto. Esta organización está a cargo de crear la propuesta, seleccionar los proyectos, facilitar la participación, recibir y distribuir los fondos federales y actuar como un puente entre el DOE y los socios industriales. Además de la inversión de $7 mil millones de dólares, la financiación para los centros de hidrógeno incluirá inversiones privadas significativas, incentivadas por la Ley de Reducción de la Inflación. Algunos de los principales contratistas existían antes de que se lanzaran los centros, como Battelle, que está a cargo del centro en los Apalaches, o como el Energy & Environmental Research Center, encargado del centro Heartland. Otros se formaron específicamente para supervisar los proyectos de hidrógeno, como la Alliance for Renewable Clean Hydrogen Energy Systems (ARCHES), que está a cargo del centro en California y HyVelocity, Inc, del centro de la Costa del Golfo.Además de estos contratistas, los centros tienen socios individuales para los proyectos que incluyen a compañías de combustibles fósiles. En el centro de la Costa del Golfo, Chevron, ExxonMobil y Shell son solo algunas de las compañías de combustibles fósiles incluidas en la lista de socios proyectados. Los socios del proyecto en los Apalaches incluyen a CNX Resources, Enbridge, Empire Diversified Energy y EQT Corporation; y el centro de California lista a Chevron como uno de sus socios. Esto está sembrando la desconfianza en algunas comunidades.Por ejemplo, en un documento del DOE publicado en agosto, la agencia informó que EQT Corporation, el segundo mayor productor de gas natural del país, organizaría sesiones de escucha comunitaria y trabajaría para establecer un comité asesor comunitario para sus proyectos en el centro de hidrógeno de los Apalaches. EQT ha acumulado infracciones medioambientales en sus pozos de fracking que culminaron en el desalojo de varias familias de Virginia Occidental. La empresa también ha promovido la desinformación sobre el papel de la industria del gas natural en el empeoramiento del cambio climático. “Elegir a EQT para hacerse cargo de esta parte del proceso muestra la falta de involucramiento real con la comunidad, la falta de confianza, la falta de transparencia que ha rodeado el proceso de beneficios colectivos [del centro de hidrógeno de los Apalaches]”, dijo a EHN Matt Mehalik, director ejecutivo del Breathe Project, una coalición de oenegés en el occidente de Pensilvania. “La elección de este administrador ilustra la falta de interés por establecer algún tipo de confianza con las comunidades afectadas”, añadió.Karen Feridun, co-fundadora del grupo activista por el clima de Pensilvania Better Path Coalition, dijo que “si EQT crea un CAC [comité asesor comunitario] será para averiguar qué color de las gorras del ARCH2 [centro de hidrógeno de los Apalaches] prefiere la gente”.EQT Corporation y Battelle no respondieron a múltiples solicitudes de entrevista, ni a las preguntas específicas que les enviamos sobre el proceso de participación y la supuesta falta de transparencia.El DOE también tercerizó la gestión de la participación ciudadana en la Costa del Golfo a una organización local – el Houston Advanced Research Center, o HARC, por sus siglas en inglés. La organización fue fundada en 1982 por George Mitchell, también conocido como “el padre del fracking”, a quien se le atribuyó el auge del petróleo proveniente de esquisto en Texas. En 2001, HARC actualizó su misión en su página web, e incluyó una referencia a la mitigación del riesgo climático y el fomento de las energías limpias. En 2023, la organización incluyó la energía del hidrógeno en su planificación estratégica y en su visión empresarial. Margaret Cook, quien dirige la oficina de equidad climática de HARC y es una representante de sus esfuerzos de participación comunitaria, le dijo a EHN que la organización había contactado a algunos grupos activistas locales para discutir su rol en el proceso de involucramiento ciudadano del centro. Cook dijo que planean incluir una junta asesora conformada por la comunidad que interactuará con las compañías involucradas, y que esta junta aconsejará en cómo deben gastarse los dólares del DOE a nivel regional y comunitario. Adicionalmente, el grupo estará a cargo de organizar los beneficios comunitarios. “Necesitamos entender sus preocupaciones para poder atenderlas”, dijo Cook. “Y necesitamos entender qué perciben ellos como beneficios que realmente les vaya a ayudar, para que así el proyecto pueda dárselo”. Shiv Srivastava, investigadora de política pública para Fenceline Watch, una organización de justicia ambiental de Houston, le dijo a EHN: “Pienso que estamos ante un problema de raíz…tienes organizaciones que son elegidas para ser básicamente el conector con la comunidad, el representante del centro ante la gente. Esto es algo que el Departamento de Energía debería hacer directamente”.Una falta de transparencia y de participación significativaAlgunos describen al East End de Houston como un tablero de ajedrez, donde los límites de sus casas, escuelas y zonas verdes están flanqueados por plantas industriales, aparcamientos, muelles de entrada, chimeneas y refinerías. La comunidad del East End está en el percentil 99 de exposición a tóxicos en el aire (es decir, que están más expuestos que el 99% de la población en Estados Unidos) y es el hogar de una de las fuentes más grandes de contaminación química del estado de Texas. Los residentes de estos barrios, como Srivastava e Yvette Arellano, directorx ejecutivx de Fenceline Watch, temen que esta enorme presencia industrial sólo aumentará con la introducción del hidrógeno. “En lo que respecta a la captura de carbono, al secuestro y la captura directa en el aire, son casi principios básicos de [la producción de] hidrógeno”, afirma Srivastava. “Vemos que el hidrógeno se postula rápidamente como la nueva materia prima para la producción petroquímica, y que desplazará a los combustibles fósiles, lo que, para nuestra comunidad, no funciona, porque igual siguen produciendo estos tóxicos contaminantes”. Arellano le dijo a EHN que Fenceline Watch educa al público sobre proyectos industriales, pero que esta labor ha sido complicada respecto al centro de hidrógeno pues “no hay un proceso de participación ciudadana formal en los siete centro de producción”. La oficina de demostraciones de energías limpias (OCED, por sus siglas en inglés) del DOE auspició nueve sesiones de escucha iniciales para los centros y resumió los comentarios recibidos durante esas reuniones en su página web. El DOE no dejó las grabaciones disponibles para el público general, pero un análisis de EHN de las transcripciones muestran que la mayoría de comentarios expresaron preocupación sobre temas como la seguridad de los empleados, la localización de los oleoductos, la eficacia de la captura de carbono, el impacto de las emisiones, quién regulará estos proyectos, los permisos, la ubicación de los complejos, barreras lingüísticas y la injusticia medioambiental.En la sesión sobre el centro de la Costa del Golfo, la comunidad pidió hacer sesiones formales en las que pudieran presentar sus preguntas por escrito y recibir respuestas escritas en el mismo lenguaje sencillo. “Lo que hemos oído es que esa no es la forma en la que se hace este proceso”, dijo Arellano. “Lo que hemos oído es un silencio sepulcral”. De los 113 comentarios que el DOE transcribió de las sesiones de escucha, 95 expresaron algún tipo de oposición a los proyectos y hubo por lo menos 49 reclamos exigiendo una mayo transparencia y mejor participación ciudadana. EHN también escuchó reclamos más allá de las sesiones de escucha, particularmente relacionadas con la justicia ambiental y la participación ciudadana respecto a todos los centros menos sobre Heartland, que se expandirá a lo largo de Dakota del Norte y del Sur, así como Minnesota (el centro perdió a sus socios clave Marathon Petroleum y TC Energy, así que no es del todo claro si se realizará).En respuesta a las quejas, el DOE publicó un resumen de los puntos clave que escuchó durante las reuniones y cómo esos comentarios estaban siendo incorporados en el proceso de planeación de los centros de producción. Un vocero de la agencia dijo que este tipo de trabajo con las comunidades es nuevo para el DOE y que los proyectos aún están en las primeras etapas, por lo que la agencia todavía está aprendiendo y trabajando para asegurarse de que las preocupaciones de la gente sean atendidas de forma adecuada. Añadieron que la oficina de demostraciones de energías limpias (OCED) ha llevado a cabo más de 70 reuniones con la gente de la comunidad y grupos organizados, funcionarios locales, personal de primeros auxilios, sindicatos y otros grupos comunitarios, y que ha ofrecido sesiones informativas a más de 4.000 personas en las regiones de los centros de hidrógeno.“Tengo preguntas y preocupaciones”, dijo el senador demócrata por el estado de Dakota del Norte, Tim Mathern. “Hasta ahora, he apoyado al proyecto, pues se presenta como una alternativa de combustible más limpia que los fósiles y mejor para nuestro planeta. Pero se ha dado muy poca información sobre los impactos ambientales y me gustaría saber más”.EHN buscó a otros políticos en los 16 estados en donde se realizarán estos proyectos y recibió cinco respuestas, cuatro de ellas provenientes de las regiones en donde se construirá el centro del Pacífico Noroeste. La mayoría de estas respuestas señalaron la necesidad de contar con más información, tal y como lo han expresado sus votantes.“Ha habido relacionamiento con funcionarios locales y algunos funcionarios estatales”, le dijo el representante repúblicano de Montana, Denley Loge, a EHN. “La mayoría [de personas] no entienden bien pero tampoco buscan información por su parte. A nivel local, cuando se han hecho reuniones, muy poquita gente va, pero los rumores desinformados se expanden fácilmente”.La representante demócrata texana Penny Morales Shaw expresó su apoyo al centro de la Costa del Golfo.“Como representante estatal, recibo mucha información de mis constituyentes todos los días sobre la mala calidad del aire y la forma cómo las condiciones ambientales impactan su salud y calidad de vida”, Morales Shaw le dijo a EHN. “Los centros de hidrógeno pueden ayudarnos a alcanzar las emisiones netas de carbono cero y todos queremos asegurarnos de que se logre de forma eficaz y colaborativa”.Las sesiones de escucha del DOE son solo una de las formas en las que las comunidades han pedido mejoras en el proceso de participación. EHN también hizo seguimiento a las solicitudes escritas en relación con la transparencia fuera de estos espacios. Encontramos que:Un grupo de líderes de distintas organizaciones activistas a nivel nacional, incluyendo al Clean Air Task Force, el Environmental Defense Fund y el Natural Resources Defense Counsel, también le pidieron formalmente al DOE mayor transparencia y participación. 54 organizaciones de los Apalaches y grupos de base firmaron una carta dirigida al DOE en la que pedían suspender el proyecto, citando una falta de transparencia y participación.32 grupos de la región del Atlántico Medio firmaron una carta para el DOE diciendo que la primera reunión sobre el proyecto fue inaccesible para muchos residentes y, una vez más, pidiendo mayor transparencia y participación.15 organizaciones de base enviaron una carta al DOE expresando sus frustraciones sobre el mismo tema en el centro del Medio Oeste.Nueve grupos activistas por la justicia y el ambiente en California hicieron un llamado similar relacionado con los mismos problemas.Una coalición de grupos de Texas, California, Washington, Pensilvania, Nuevo México e Indiana pidieron mejorar la transparencia y participación en un reporte.A falta de una participación significativa en los proyectos, una coalición de grupos activistas también ha publicado recientemente su propia “Guía de beneficios comunitarios en el suroeste de Pensilvania” con la esperanza de que el proyecto del centro de hidrógeno de los Apalaches, y otros similares, la utilicen como referencia.Un vocero del DOE dijo que la agencia ha respondido de forma directa a más de 50 cartas pero la mayoría de esas respuestas no están disponibles para el público. Los activistas que recibieron estas respuestas le dijeron a este medio que no se encuentran satisfechos. La agencia se negó a responder nuestras preguntas sobre si estaba trabajando para responder a los reclamos específicos contenidos en dichas misivas. En una presentación inicial sobre los centros, el DOE discutió las etapas de “autorizado / no autorizado” de los proyectos, que requieren que haya participación ciudadana antes de continuar. Esto le hizo creer a muchas comunidades que los proyectos podrían no hacerse si decidían que los costos eran mayores que los beneficios. Resultó ser una apreciación equivocada. “Las comunidades no tienen el derecho a negarse”, dijo el DOE en julio, en un correo electrónico respondiendo a preguntas que les enviaron organizaciones sobre el centro del Atlántico Medio. “Este no es un requisito del programa H2Hubs”.Algunas personas, incluyendo a Feridun de la Better Path Coalition en Pensilvania, se sintieron engañadas. “Nos han repetido una y otra vez lo de estas decisiones de ‘autorizado / no autorizado’ y de cómo participaremos en cada una de ellas, pero eso simplemente no es lo que está ocurriendo”.Los activistas cuestionan qué tan ético es que el gobierno federal pueda autorizar nuevas fuentes de contaminación en comunidades impactadas por la injusticia ambiental, sin que necesiten el consentimiento de las mismas. También hay una percepción generalizada de que los socios industriales de los centros están prosiguiendo con la planeación de reuniones a puerta cerrada con funcionarios de la agencia federal, sin contar con la participación de los ciudadanos.“El DOE apareció en la primera sesión de escucha como un co-anfitrión de la llamada [ junto a los socios industriales]”, dijo Chris Chyung, el director ejecutivo del grupo de activismo ambiental Indiana Conservation Voters, sobre la experiencia en las reuniones sobre el centro de hidrógeno del Medio Oeste. “Esto crea un dilema ético, pues se supone que el DOE debe ser un mediador que supervisa el uso de este dinero y defiende los intereses de los contribuyentes que lo pagan”. En la costa este, el principal contratista del centro del Atlántico Medio organizó reuniones de networking mensuales para los socios corporativos con un costo de participación de entre $25 y $50 dólares y que no están abiertas al público. También estableció un programa de membresías que cuesta entre $2,500 y $10,000 dólares y que le da a sus miembros acceso gratuito a webinars educativos, inscripciones gratuitas para la “Conferencia Anual de Hidrógeno MACH2” y acceso a eventos exclusivos para miembros y a un sitio web con información adicionales sobre los proyectos. En un correo electrónico dirigido a activistas locales que preguntaron porqué estas oportunidades no estaban disponibles para el público general, un vocero del DOE dijo que las reuniones de networking eran para “negocios, startups y otras partes interesadas en la economía de la energía limpia” y que “no están diseñadas para reemplazar los eventos con la comunidad”. “Nuestra preocupación más grande es que muchos de estos proyectos que se están configurando como fundamentales [para el desarrollo del centro del Atlántico Medio] están avanzando sin nuestro involucramiento” le dijo a este medio Tracy Carluccio, quien es la directora adjunta del Delaware Riverkeeper Network. En noviembre de 2023, la oenegé que lidera Carluccio presentó una solicitud FOIA para acceder a estas aplicaciones y a otros contenidos relacionados con el centro en esa región. Cuando recibieron las respuestas en agosto de 2024, se dieron cuenta de que varios proyectos iban mucho más adelante de lo que pensaban. Del mismo modo, cerca de los centros de California, las comunidades han oído promesas de que la producción de hidrógeno sólo provendrá de energías renovables, según Kayla Karimi, abogada de la organización sin ánimo de lucro Center on Race, Poverty and the Environment, con sede en California. Su organización no ha visto ningún contrato o documento que respalde esas promesas más allá de los anuncios iniciales realizados antes de la financiación. Karimi dijo que para obtener información sobre el centro de California más allá de la que aparece en su sitio web, le pidieron a su organización firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés). El acuerdo le pareció “muy punitivo” y dijo que quienes lo firmaran podrían enfrentarse a consecuencias legales por hablar negativamente del centro de California. La organización de Karimi no firmó el acuerdo y abogó por que los miembros de la comunidad no lo hicieran. EHN también habló con Steven Lehat, director ejecutivo de la compañía de inversiones bancarias Colton Alexander, la cual firmó NDAs para acceder a tres comités privados de planeación del centro en California. Si bien los NDA permiten acceder a más información, sería ilegal compartirla con los miembros de la comunidad. Barreras como esta plantean dudas sobre qué tan equitativo es el proceso de participación comunitaria, inclusive en aquellos casos en los que se usarán fuentes de energías renovables. “Los comentarios de la comunidad han sido muy limitados hasta ahora porque no sabemos sobre qué estamos comentando”, Karimi le dijo a EHN. “Pero aún así tampoco sabríamos si están siendo incorporados, porque no nos han dicho nada [y] no se han comunicado con nosotros”. Cuando le preguntamos sobre los NDA, una vocera para ARCHES, la organización supervisando el centro de producción de California, le dijo a EHN que los acuerdos no eran obligatorios para poder participar en los grupos de trabajo relacionados con el trabajo comunitario o los beneficios. “ARCHES mantiene su principio de participación de las partes interesadas y de la comunidad y seguirá trabajando para garantizar que todas las partes interesadas puedan formar parte de nuestras reuniones comunitarias”, dijo la portavoz en un correo electrónico. “Sin embargo, los acuerdos de confidencialidad son necesarios para convertirse en miembro de ARCHES, ya que las empresas miembro deben sentirse seguras compartiendo información sensible o de propiedad intelectual”.El centro del Pacífico Noroeste se diferenció del resto al tener información pública disponible. Keith Curl Dove, un organizador de la Washington Conservation Action, le dijo a EHN que su organización pudo acceder a la ubicación proyectada para muchos de los proyectos y al historial de trabajo con comunidades indígenas, y dijo que la Cámara de Comercio de Washington intentó responder a todas las preguntas y preocupaciones que su organización presentó.Los políticos del estado expresaron una perspectiva similar. “Tengo que decir que, desde el principio, creo que ha habido un amplio proceso de participación de las partes interesadas, que es diferente de un proceso de participación de la comunidad, para averiguar qué empresas, qué industrias, etc., iban a estar dispuestas a hacer las inversiones para complementar la inversión federal y del estado de Washington en nuestro centro de hidrógeno del noroeste [del Pacífico]”, dijo a EHN Alex Ramel, representante demócrata del estado de Washington. “Dos de las cinco refinerías del estado están en mi distrito y hay otras dos en el distrito de al lado, al norte”, dijo. “Esto quiere decir que el 90% de la capacidad de refinado del estado está justo al lado, y las refinerías van a ser uno de los principales lugares de implantación del hidrógeno en el Estado de Washington, y creo que son un primer cliente importante... porque ya utilizan hidrógeno sucio, y esta es una oportunidad para sustituirlo por hidrógeno verde”.En documentos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, el Consejo Asesor sobre Justicia Medioambiental de la Casa Blanca compartió sus preocupaciones sobre los centros de hidrógeno y otras tecnologías de manejo del carbono. “Esta inversión en la “experimentación” de una tecnología que carece de suficiente investigación sobre su seguridad y eficacia crea aún más barreras de desconfianza entre las comunidades afectadas, en particular las que han sido histórica y actualmente son privadas de sus derechos, y los respectivos organismos gubernamentales”, dice el documento.El Consejo añadió que “un planteamiento humano de la gestión del carbono consistiría en dar prioridad a una investigación sólida (no influida por los contaminadores) que incluya un análisis robusto de los posibles riesgos para la salud pública y el medio ambiente”.Estas preocupaciones reflejan las de los individuos en los territorios. “¿De verdad podemos confiar en otro contaminador?” cuestionó Arellano, de Fenceline Watch.Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federalesEste artículo fue traducido por María Paula Rubiano A.Producción y edición de video: Jimmy EvansSobre las autoras: Kristina Marusic cubre temas de salud ambiental y justicia en Pittsburgh y el occidente de Pennsylvania para Environmental Health News. Su nuevo libro, "A New War On Cancer: The Unlikely Heroes Revolutionizing Prevention", revela la existencia de un naciente movimiento a nivel nacional que busca prevenir el cáncer reduciendo la exposición a sustancias químicas cancerígenas en nuestra vida cotidiana. Cami Ferrell es una reportera de vídeo bilingüe para Environmental Health News, radicada en Houston (Texas). Ferrell informa principalmente sobre el desarrollo de la industria petroquímica en la costa del Golfo de Texas.



Esta es la primera parte de una serie de dos entregas. Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federales



En un día lluvioso de septiembre, Veronica Coptis y sus dos hijos se pararon a orillas del río

Monongahela, en un parque cerca a su hogar, observando cómo un par de barcazas cargadas con montones de carbón desaparecían por la ribera.

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“Me preocupa que no están teniendo en cuenta la cantidad de tráfico industrial que este río ya carga y cuánto más va a agregar el centro de hidrógeno”, le dijo Coptis a EHN.

Coptis vive con su esposo y sus hijos en Carmichaels, en Pensilvania, un pueblo otrora dedicado al carbón cercano a la frontera con Virginia Occidental, con unos 434 habitantes. La autoridad hídrica local usa al río Monongahela como fuente de agua. Contaminantes asociados a la actividad industrial y potencialmente cancerígenos, como el bromodiclorometano, cloroformo y dibromoclorometano, se han detectado en el agua potable de la comunidad.

Coptis creció rodeada de mineros del carbón, pero se convirtió en una activista contra este mineral y el fracking después de ser testigo de los daños ambientales causados por la industria de combustibles fósiles.

Ahora, ve una nueva batalla en el horizonte: el Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches, una extensa red de infraestructura que usará principalmente gas natural para crear hidrógeno, que luego será usado como combustible. Se espera que parte del nuevo centro de hidrógeno sea construido en La Belle, que está a unos 30 minutos en auto hacia el norte del río Monongahela desde su casa.

“Me preocupa mucho qué tan grande va a ser este complejo industrial y cómo serán sus emisiones, y si va a aumentar el tráfico en el río y las carreteras”, dijo Coptis, quien trabaja como consejera senior en la oenegé climática Taproot Earth. “También me preocupa que, debido a que esto va a ser hidrógeno azul, aumente la demanda de fracking, y yo ya vivo rodeada de pozos de fracking”.


Pennsylvania activist Veronica Coptis with her two children near a river


carmichaels, pennsylvania, hydrogen hub

El Centro Regional de Hidrógeno de los Apalaches es una de las siete redes de este tipo de infraestructuras propuestas hace un año y financiadas con fondos federales. Son una iniciativa que nació de la Ley Bipartidista de Infraestructura que la administración de Biden logró pasar en 2021. El hidrógeno creado en los centros, que provendrá tanto de fuentes renovables como de combustibles fósiles, será usado por industrias que son difíciles de electrificar, como la siderurgia, la construcción y la producción de petroquímicos.

Los centros apoyan el objetivo de la administración de Biden de alcanzar cero emisiones netas de carbono en todo el país para 2050 y lograr una red eléctrica 100% “limpia” para 2035. Los siete centros de hidrógeno, que están en diversas etapas de desarrollo pero en su mayoría están en la planeación y la selección de sitios, fueron considerados como proyectos de energías limpias bajo la administración de Biden, incluyendo aquellos que usarán combustibles fósiles para la producción.


map of proposed US hydrogen hubs

En marzo y mayo, Coptis asistió a unas sesiones de escucha organizadas por los socios industriales del proyecto y por el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE, por sus siglas en inglés), que es la entidad encargada del desarrollo de los centros y de repartir los $7 mil millones en fondos federales para ellos. Esperaba que las sesiones le dieran respuestas, como por ejemplo exactamente donde se ubicaran las instalaciones y qué pasaría en ellas. Sin embargo, salió con aún más preguntas.

Las aplicaciones iniciales que los socios industriales presentaron ante el DOE, que incluyeron cronogramas, costos estimados, detalles de las posibles ubicaciones y estimaciones de los impactos en el medio ambiente y la salud, fueron mantenidas en secreto por la agencia a pesar de las frecuentes peticiones de los miembros de la comunidad para que se compartieran esos detalles.

“El Departamento de Energía y las compañías involucradas no han sido transparentes”, dijo Coptis. “No es posible que las comunidades demos aportes significativos sobre los proyectos cuando literalmente no sabemos nada sobre ellos”.

En 2023, la administración de Biden logró aprobar una serie de políticas federales históricas que le ordenaron a 80 agencias nacionales priorizar la justicia medioambiental en todas sus decisiones. El DOE prometió ser un ejemplo a través de los centros de hidrógeno, pero, hasta ahora, esto no ha sucedido, de acuerdo con más de 30 miembros de las comunidades potencialmente afectadas y activistas con los cuales EHN habló. Afirman que los detalles siguen siendo confusos, que las consultas públicas sólo se planifican después de que los socios de la industria ya han recibido millones de dólares en fondos públicos y que las comunidades no intervienen en la toma de decisiones.

“Las promesas que el DOE ha hecho no han sido cumplidas, de acuerdo con la definición de justicia ambiental de la misma entidad”, dijo a EHN Batoul Al-Sadi, un asociado senior en Natural Resources Defense Council (NRDC), un grupo ambientalista nacional que ha estado presionando para que haya una mayor transparencia en los centros de hidrógeno.

Nuestra investigación también encontró que:

  • En las sesiones iniciales de escucha sobre los centros, 95 de los 113 comentarios públicos que fueron presentados expresaron oposición a los proyectos.
  • 49 de los 113 comentarios expresaron preocupación sobre la falta de transparencia y participación significativa de las comunidades.
  • Más de 100 grupos ambientalistas regionales y nacionales le han enviado cartas al DOE pidiéndole mayor transparencia y mejoras en sus procesos de diálogo con las comunidades.
  • Las comunidades no tienen el derecho de rehusarse a la llegada de los centros de hidrógeno si se prueba que los daños serán mayores que los beneficios.
  • El DOE no se está adhiriendo a sus propios planes de participación comunitaria, de acuerdo con expertos y activistas.

“Hoy, las regulaciones [federales de justicia ambiental] están mejor que nunca”, dijo a EHN Stephen Schima, un experto en regulaciones ambientales y consejero legislativo senior en Earthjustice. “Las agencias tienen la oportunidad de hacer esto de forma correcta… solo es una cuestión de implementación, que ha probado ser un gran reto hasta ahora”.


Ante nuestras preguntas sobre la transparencia y la participación comunitaria en estos procesos, el DOE respondió a EHN que la agencia “está enfocada en conseguir que estos proyectos sean seleccionados para negociar su adjudicación oficialmente ... Una vez adjudicados, el DOE dará a conocer más detalles sobre los mismos”.

Los residentes de las siete comunidades de los centros de hidrógeno temen que, una vez se hayan distribuido millones de dólares en financiación federal para estos proyectos, sus aportes serán irrelevantes.

En julio, los centros de los Apalaches y de California ya habían recibido cada uno $30 millones de dólares y el centro del Pacífico Noroeste ya había recibido $27,5 millones en fondos federales. La financiación para el resto de centros sigue en trámite. En total, se prevé que los siete centros planeados recibirán unos $7 mil millones de dólares en fondos públicos federales.

Jalonne White-Newsome, la jefa de justicia ambiental del Consejo de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, dijo que es consciente de que las comunidades están frustradas por los centros de hidrógeno.

“Paso mucho tiempo trabajando con nuestros colegas del Departamento de Energía [y otras agencias federales] asegurándonos de que estamos apoyando la llegada segura de estas tecnologías”, White-Newsome le dijo a EHN. “Sigo escuchando de muchas formas distintas las preocupaciones de las comunidades: que no hay transparencia, que no hay suficiente información, que hay miedo a la tecnología”.

“Entiendo todas esas preocupaciones”, dijo White-Newsome, quien añadió que el Consejo Asesor de Justicia Medioambiental de la Casa Blanca creó un grupo de trabajo de líderes de justicia medioambiental de todo el país para abordar las tecnologías de captura de carbono y el hidrógeno, y está trabajando con un equipo interno, incluidos los socios de la agencia federal en el DOE, “sobre cómo abordar todas las cuestiones que ha planteado este organismo”.

Los activistas temen que estas medidas sean insuficientes.

“Incluso si éste fuera el mejor proyecto de energía verde, no contaminante y más renovable que llegara a los Apalaches, este proceso no se está ajustando a los principios de justicia ambiental”, señaló Coptis.

Justicia ambiental y preocupaciones por la contaminación 


Two people holding signs against the Mid Atlantic hydrogen hub

Los centros de hidrógeno fueron presentados como una bendición para las comunidades afectadas por la injusticia medioambiental que les traería empleos y desarrollo económico, una reducción en la contaminación aérea producto de un menor uso de combustibles fósiles y la promesa de convertirse en protagonistas de la transición energética en Estados Unidos.

Pero más de 140 organizaciones por la justicia ambiental han firmado cartas públicas resaltando las formas en las que la energía del hidrógeno podría prolongar el uso de combustibles fósiles, crear riesgos y empeorar la contaminación del aire local, de acuerdo con un reporte publicado por la EFI Foundation.

Los centros del Atlántico Medio y del Medio Oeste prevén utilizar energías renovables y energía nuclear además de combustibles fósiles, mientras que los centros de California, el Noroeste del Pacífico y Heartland prevén utilizar combinaciones de energías renovables, biomasa y energía nuclear. Los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo prevén utilizar principalmente combustibles fósiles.

Los centros de hidrógeno serán una densa red de infraestructuras que se extenderán a lo largo de vastas regiones geográficas. Muchos de sus componentes están siendo planeados para aterrizar en comunidades que han sido desproporcionadamente afectadas por la contaminación (principalmente producto de la extracción de combustibles fósiles), para aprovechar la infraestructura ya existente.

Por ejemplo, la región del Canal de Houston, el Inland Empire en California y el noroeste de Indiana incluyen comunidades afectadas por la injusticia ambiental y todas están esperando la llegada tentativa de infraestructuras de los centros de hidrógeno. Las tres regiones figuran entre los peores lugares del país en cuanto a contaminación atmosférica.

El DOE ha dicho que los proyectos solo serán premiados si demuestran que tienen planes para minimizar los impactos negativos y para proveer beneficios para estas comunidades, pero hasta ahora las poblaciones que están esperando la llegada de los centros de hidrógeno dicen que no han visto ningún tipo de información sobre cómo los socios de los proyectos planean hacer esto (alguna información ha sido compartido en el plan de beneficios comunitarios en el de California).

La gente está preocupada de que los centros añadan nuevas fuentes de contaminación industrial a las comunidades ya contaminadas, mientras que los datos sobre los impactos acumulativos de las redes existentes y ampliadas de infraestructuras energéticas siguen siendo escasos.

Las preocupaciones sobre los riesgos de salud son especialmente pronunciados alrededor de los centros de los Apalaches y la Costa del Golfo debido a su gran dependencia de los combustibles fósiles. EHN escuchó voces preocupadas por las nuevas emisiones procedentes del tráfico de camiones y barcazas, el posible uso del dominio eminente para confiscar propiedades privadas para construir oleoductos, el riesgo de que los oleoductos exploten o tengan fugas y el aumento de las emisiones de óxido de nitrógeno procedentes de la combustión final del combustible de hidrógeno, que contribuiría a aumentar los niveles de contaminación por partículas y ozono. La exposición a este tipo de contaminantes se ha relacionado con múltiples efectos negativos, incluyendo un aumento en el riesgo de cáncer, enfermedades respiratorias y del corazón, nacimientos prematuros y bajos pesos al nacer.

También hay preocupaciones por la dependencia de estos centros de las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, las cuales son necesarias para transformar combustibles fósiles en hidrógeno, pero no serán necesarias en aquellos centros que no usen combustibles fósiles para su producción.


Two men holding signs protesting the BP CO2 pipeline


signs protesting the BP CO2 pipeline


buttons protesting the BP CO2 pipeline


La tecnología de captura del carbono es controversial, pues muchos expertos y activistas la consideran una forma de prolongar el uso de combustibles fósiles y han expresado que esta tecnología podría empeorar el cambio climático debido al enorme consumo energético que requiere su implementación. Adicionalmente, debido a que el CO2 capturado contiene sustancias tóxicas, como compuestos orgánicos volátiles y mercurio, la técnica puede plantear riesgos para las aguas subterráneas, el suelo y el aire a través de fugas.

El mes pasado, las autoridades informaron de que la primera planta comercial de secuestro de carbono del país, en Illinois, había tenido dos fugas este año bajo el lago Decatur, una fuente de agua potable para el poblado de Decatur. La empresa propietaria de la planta, ADM, no informó a las autoridades de las fugas durante meses.

“Se trata de comunidades muy arraigadas a procesos extractivos como la minería del carbón y el gas natural, por lo que la llegada de constructores que les proponen algo no es nada nuevo para ellos. Pero cuando se enteran de que los constructores no están interesados en extraer, sino en depositar, en inyectar, se les abren los ojos”, dijo a EHN Ethan Story, director de defensa y abogado del Center for Coalfield Justice, un grupo de defensa de la salud comunitaria del oeste de Pensilvania.

Asociados con el sector de los combustibles fósiles


Cada centro de hidrógeno cuenta con una empresa, una organización sin ánimo de lucro o una asociación público-privada que supervisa el proyecto. Esta organización está a cargo de crear la propuesta, seleccionar los proyectos, facilitar la participación, recibir y distribuir los fondos federales y actuar como un puente entre el DOE y los socios industriales. Además de la inversión de $7 mil millones de dólares, la financiación para los centros de hidrógeno incluirá inversiones privadas significativas, incentivadas por la Ley de Reducción de la Inflación.

Algunos de los principales contratistas existían antes de que se lanzaran los centros, como Battelle, que está a cargo del centro en los Apalaches, o como el Energy & Environmental Research Center, encargado del centro Heartland. Otros se formaron específicamente para supervisar los proyectos de hidrógeno, como la Alliance for Renewable Clean Hydrogen Energy Systems (ARCHES), que está a cargo del centro en California y HyVelocity, Inc, del centro de la Costa del Golfo.

Además de estos contratistas, los centros tienen socios individuales para los proyectos que incluyen a compañías de combustibles fósiles. En el centro de la Costa del Golfo, Chevron, ExxonMobil y Shell son solo algunas de las compañías de combustibles fósiles incluidas en la lista de socios proyectados. Los socios del proyecto en los Apalaches incluyen a CNX Resources, Enbridge, Empire Diversified Energy y EQT Corporation; y el centro de California lista a Chevron como uno de sus socios.

Esto está sembrando la desconfianza en algunas comunidades.


Community members who are engaged with the MACH 2 Exchange Coalition protesting outside of SEPTA


u200bCommunity member with a STOP MACH2 button outside of the SEPTA (public transit agency) Headquarters in Philadelphia, PA

Por ejemplo, en un documento del DOE publicado en agosto, la agencia informó que EQT Corporation, el segundo mayor productor de gas natural del país, organizaría sesiones de escucha comunitaria y trabajaría para establecer un comité asesor comunitario para sus proyectos en el centro de hidrógeno de los Apalaches. EQT ha acumulado infracciones medioambientales en sus pozos de fracking que culminaron en el desalojo de varias familias de Virginia Occidental. La empresa también ha promovido la desinformación sobre el papel de la industria del gas natural en el empeoramiento del cambio climático.

“Elegir a EQT para hacerse cargo de esta parte del proceso muestra la falta de involucramiento real con la comunidad, la falta de confianza, la falta de transparencia que ha rodeado el proceso de beneficios colectivos [del centro de hidrógeno de los Apalaches]”, dijo a EHN Matt Mehalik, director ejecutivo del Breathe Project, una coalición de oenegés en el occidente de Pensilvania. “La elección de este administrador ilustra la falta de interés por establecer algún tipo de confianza con las comunidades afectadas”, añadió.

Karen Feridun, co-fundadora del grupo activista por el clima de Pensilvania Better Path Coalition, dijo que “si EQT crea un CAC [comité asesor comunitario] será para averiguar qué color de las gorras del ARCH2 [centro de hidrógeno de los Apalaches] prefiere la gente”.

EQT Corporation y Battelle no respondieron a múltiples solicitudes de entrevista, ni a las preguntas específicas que les enviamos sobre el proceso de participación y la supuesta falta de transparencia.

El DOE también tercerizó la gestión de la participación ciudadana en la Costa del Golfo a una organización local – el Houston Advanced Research Center, o HARC, por sus siglas en inglés. La organización fue fundada en 1982 por George Mitchell, también conocido como “el padre del fracking”, a quien se le atribuyó el auge del petróleo proveniente de esquisto en Texas. En 2001, HARC actualizó su misión en su página web, e incluyó una referencia a la mitigación del riesgo climático y el fomento de las energías limpias. En 2023, la organización incluyó la energía del hidrógeno en su planificación estratégica y en su visión empresarial.

Margaret Cook, quien dirige la oficina de equidad climática de HARC y es una representante de sus esfuerzos de participación comunitaria, le dijo a EHN que la organización había contactado a algunos grupos activistas locales para discutir su rol en el proceso de involucramiento ciudadano del centro. Cook dijo que planean incluir una junta asesora conformada por la comunidad que interactuará con las compañías involucradas, y que esta junta aconsejará en cómo deben gastarse los dólares del DOE a nivel regional y comunitario. Adicionalmente, el grupo estará a cargo de organizar los beneficios comunitarios.

“Necesitamos entender sus preocupaciones para poder atenderlas”, dijo Cook. “Y necesitamos entender qué perciben ellos como beneficios que realmente les vaya a ayudar, para que así el proyecto pueda dárselo”.

Shiv Srivastava, investigadora de política pública para Fenceline Watch, una organización de justicia ambiental de Houston, le dijo a EHN: “Pienso que estamos ante un problema de raíz…tienes organizaciones que son elegidas para ser básicamente el conector con la comunidad, el representante del centro ante la gente. Esto es algo que el Departamento de Energía debería hacer directamente”.

Una falta de transparencia y de participación significativa


Algunos describen al East End de Houston como un tablero de ajedrez, donde los límites de sus casas, escuelas y zonas verdes están flanqueados por plantas industriales, aparcamientos, muelles de entrada, chimeneas y refinerías.

La comunidad del East End está en el percentil 99 de exposición a tóxicos en el aire (es decir, que están más expuestos que el 99% de la población en Estados Unidos) y es el hogar de una de las fuentes más grandes de contaminación química del estado de Texas. Los residentes de estos barrios, como Srivastava e Yvette Arellano, directorx ejecutivx de Fenceline Watch, temen que esta enorme presencia industrial sólo aumentará con la introducción del hidrógeno.

“En lo que respecta a la captura de carbono, al secuestro y la captura directa en el aire, son casi principios básicos de [la producción de] hidrógeno”, afirma Srivastava. “Vemos que el hidrógeno se postula rápidamente como la nueva materia prima para la producción petroquímica, y que desplazará a los combustibles fósiles, lo que, para nuestra comunidad, no funciona, porque igual siguen produciendo estos tóxicos contaminantes”.

Arellano le dijo a EHN que Fenceline Watch educa al público sobre proyectos industriales, pero que esta labor ha sido complicada respecto al centro de hidrógeno pues “no hay un proceso de participación ciudadana formal en los siete centro de producción”.

La oficina de demostraciones de energías limpias (OCED, por sus siglas en inglés) del DOE auspició nueve sesiones de escucha iniciales para los centros y resumió los comentarios recibidos durante esas reuniones en su página web. El DOE no dejó las grabaciones disponibles para el público general, pero un análisis de EHN de las transcripciones muestran que la mayoría de comentarios expresaron preocupación sobre temas como la seguridad de los empleados, la localización de los oleoductos, la eficacia de la captura de carbono, el impacto de las emisiones, quién regulará estos proyectos, los permisos, la ubicación de los complejos, barreras lingüísticas y la injusticia medioambiental.

En la sesión sobre el centro de la Costa del Golfo, la comunidad pidió hacer sesiones formales en las que pudieran presentar sus preguntas por escrito y recibir respuestas escritas en el mismo lenguaje sencillo. “Lo que hemos oído es que esa no es la forma en la que se hace este proceso”, dijo Arellano. “Lo que hemos oído es un silencio sepulcral”.

De los 113 comentarios que el DOE transcribió de las sesiones de escucha, 95 expresaron algún tipo de oposición a los proyectos y hubo por lo menos 49 reclamos exigiendo una mayo transparencia y mejor participación ciudadana.


Resident speaks at an event about the Midwest hydrogen hub organized by Just Transition NWI.


Woman looking at materials at an event about the Midwest hydrogen hub organized by Just Transition NWI in August 2024.


EHN también escuchó reclamos más allá de las sesiones de escucha, particularmente relacionadas con la justicia ambiental y la participación ciudadana respecto a todos los centros menos sobre Heartland, que se expandirá a lo largo de Dakota del Norte y del Sur, así como Minnesota (el centro perdió a sus socios clave Marathon Petroleum y TC Energy, así que no es del todo claro si se realizará).

En respuesta a las quejas, el DOE publicó un resumen de los puntos clave que escuchó durante las reuniones y cómo esos comentarios estaban siendo incorporados en el proceso de planeación de los centros de producción. Un vocero de la agencia dijo que este tipo de trabajo con las comunidades es nuevo para el DOE y que los proyectos aún están en las primeras etapas, por lo que la agencia todavía está aprendiendo y trabajando para asegurarse de que las preocupaciones de la gente sean atendidas de forma adecuada.

Añadieron que la oficina de demostraciones de energías limpias (OCED) ha llevado a cabo más de 70 reuniones con la gente de la comunidad y grupos organizados, funcionarios locales, personal de primeros auxilios, sindicatos y otros grupos comunitarios, y que ha ofrecido sesiones informativas a más de 4.000 personas en las regiones de los centros de hidrógeno.

“Tengo preguntas y preocupaciones”, dijo el senador demócrata por el estado de Dakota del Norte, Tim Mathern. “Hasta ahora, he apoyado al proyecto, pues se presenta como una alternativa de combustible más limpia que los fósiles y mejor para nuestro planeta. Pero se ha dado muy poca información sobre los impactos ambientales y me gustaría saber más”.

EHN buscó a otros políticos en los 16 estados en donde se realizarán estos proyectos y recibió cinco respuestas, cuatro de ellas provenientes de las regiones en donde se construirá el centro del Pacífico Noroeste. La mayoría de estas respuestas señalaron la necesidad de contar con más información, tal y como lo han expresado sus votantes.

“Ha habido relacionamiento con funcionarios locales y algunos funcionarios estatales”, le dijo el representante repúblicano de Montana, Denley Loge, a EHN. “La mayoría [de personas] no entienden bien pero tampoco buscan información por su parte. A nivel local, cuando se han hecho reuniones, muy poquita gente va, pero los rumores desinformados se expanden fácilmente”.

La representante demócrata texana Penny Morales Shaw expresó su apoyo al centro de la Costa del Golfo.

“Como representante estatal, recibo mucha información de mis constituyentes todos los días sobre la mala calidad del aire y la forma cómo las condiciones ambientales impactan su salud y calidad de vida”, Morales Shaw le dijo a EHN. “Los centros de hidrógeno pueden ayudarnos a alcanzar las emisiones netas de carbono cero y todos queremos asegurarnos de que se logre de forma eficaz y colaborativa”.

Las sesiones de escucha del DOE son solo una de las formas en las que las comunidades han pedido mejoras en el proceso de participación. EHN también hizo seguimiento a las solicitudes escritas en relación con la transparencia fuera de estos espacios. Encontramos que:

  • Un grupo de líderes de distintas organizaciones activistas a nivel nacional, incluyendo al Clean Air Task Force, el Environmental Defense Fund y el Natural Resources Defense Counsel, también le pidieron formalmente al DOE mayor transparencia y participación.
  • 54 organizaciones de los Apalaches y grupos de base firmaron una carta dirigida al DOE en la que pedían suspender el proyecto, citando una falta de transparencia y participación.
  • 32 grupos de la región del Atlántico Medio firmaron una carta para el DOE diciendo que la primera reunión sobre el proyecto fue inaccesible para muchos residentes y, una vez más, pidiendo mayor transparencia y participación.
  • 15 organizaciones de base enviaron una carta al DOE expresando sus frustraciones sobre el mismo tema en el centro del Medio Oeste.
  • Nueve grupos activistas por la justicia y el ambiente en California hicieron un llamado similar relacionado con los mismos problemas.
  • Una coalición de grupos de Texas, California, Washington, Pensilvania, Nuevo México e Indiana pidieron mejorar la transparencia y participación en un reporte.
  • A falta de una participación significativa en los proyectos, una coalición de grupos activistas también ha publicado recientemente su propia “Guía de beneficios comunitarios en el suroeste de Pensilvania” con la esperanza de que el proyecto del centro de hidrógeno de los Apalaches, y otros similares, la utilicen como referencia.

Un vocero del DOE dijo que la agencia ha respondido de forma directa a más de 50 cartas pero la mayoría de esas respuestas no están disponibles para el público. Los activistas que recibieron estas respuestas le dijeron a este medio que no se encuentran satisfechos. La agencia se negó a responder nuestras preguntas sobre si estaba trabajando para responder a los reclamos específicos contenidos en dichas misivas.

En una presentación inicial sobre los centros, el DOE discutió las etapas de “autorizado / no autorizado” de los proyectos, que requieren que haya participación ciudadana antes de continuar. Esto le hizo creer a muchas comunidades que los proyectos podrían no hacerse si decidían que los costos eran mayores que los beneficios. Resultó ser una apreciación equivocada.

“Las comunidades no tienen el derecho a negarse”, dijo el DOE en julio, en un correo electrónico respondiendo a preguntas que les enviaron organizaciones sobre el centro del Atlántico Medio. “Este no es un requisito del programa H2Hubs”.

Algunas personas, incluyendo a Feridun de la Better Path Coalition en Pensilvania, se sintieron engañadas. “Nos han repetido una y otra vez lo de estas decisiones de ‘autorizado / no autorizado’ y de cómo participaremos en cada una de ellas, pero eso simplemente no es lo que está ocurriendo”.

Los activistas cuestionan qué tan ético es que el gobierno federal pueda autorizar nuevas fuentes de contaminación en comunidades impactadas por la injusticia ambiental, sin que necesiten el consentimiento de las mismas.

También hay una percepción generalizada de que los socios industriales de los centros están prosiguiendo con la planeación de reuniones a puerta cerrada con funcionarios de la agencia federal, sin contar con la participación de los ciudadanos.

“El DOE apareció en la primera sesión de escucha como un co-anfitrión de la llamada [ junto a los socios industriales]”, dijo Chris Chyung, el director ejecutivo del grupo de activismo ambiental Indiana Conservation Voters, sobre la experiencia en las reuniones sobre el centro de hidrógeno del Medio Oeste. “Esto crea un dilema ético, pues se supone que el DOE debe ser un mediador que supervisa el uso de este dinero y defiende los intereses de los contribuyentes que lo pagan”.

En la costa este, el principal contratista del centro del Atlántico Medio organizó reuniones de networking mensuales para los socios corporativos con un costo de participación de entre $25 y $50 dólares y que no están abiertas al público. También estableció un programa de membresías que cuesta entre $2,500 y $10,000 dólares y que le da a sus miembros acceso gratuito a webinars educativos, inscripciones gratuitas para la “Conferencia Anual de Hidrógeno MACH2” y acceso a eventos exclusivos para miembros y a un sitio web con información adicionales sobre los proyectos.

En un correo electrónico dirigido a activistas locales que preguntaron porqué estas oportunidades no estaban disponibles para el público general, un vocero del DOE dijo que las reuniones de networking eran para “negocios, startups y otras partes interesadas en la economía de la energía limpia” y que “no están diseñadas para reemplazar los eventos con la comunidad”.

“Nuestra preocupación más grande es que muchos de estos proyectos que se están configurando como fundamentales [para el desarrollo del centro del Atlántico Medio] están avanzando sin nuestro involucramiento” le dijo a este medio Tracy Carluccio, quien es la directora adjunta del Delaware Riverkeeper Network. En noviembre de 2023, la oenegé que lidera Carluccio presentó una solicitud FOIA para acceder a estas aplicaciones y a otros contenidos relacionados con el centro en esa región. Cuando recibieron las respuestas en agosto de 2024, se dieron cuenta de que varios proyectos iban mucho más adelante de lo que pensaban.

Del mismo modo, cerca de los centros de California, las comunidades han oído promesas de que la producción de hidrógeno sólo provendrá de energías renovables, según Kayla Karimi, abogada de la organización sin ánimo de lucro Center on Race, Poverty and the Environment, con sede en California. Su organización no ha visto ningún contrato o documento que respalde esas promesas más allá de los anuncios iniciales realizados antes de la financiación.

Karimi dijo que para obtener información sobre el centro de California más allá de la que aparece en su sitio web, le pidieron a su organización firmar un acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés). El acuerdo le pareció “muy punitivo” y dijo que quienes lo firmaran podrían enfrentarse a consecuencias legales por hablar negativamente del centro de California. La organización de Karimi no firmó el acuerdo y abogó por que los miembros de la comunidad no lo hicieran.


People holding sign that says NO MACH2

EHN también habló con Steven Lehat, director ejecutivo de la compañía de inversiones bancarias Colton Alexander, la cual firmó NDAs para acceder a tres comités privados de planeación del centro en California. Si bien los NDA permiten acceder a más información, sería ilegal compartirla con los miembros de la comunidad. Barreras como esta plantean dudas sobre qué tan equitativo es el proceso de participación comunitaria, inclusive en aquellos casos en los que se usarán fuentes de energías renovables.

“Los comentarios de la comunidad han sido muy limitados hasta ahora porque no sabemos sobre qué estamos comentando”, Karimi le dijo a EHN. “Pero aún así tampoco sabríamos si están siendo incorporados, porque no nos han dicho nada [y] no se han comunicado con nosotros”.

Cuando le preguntamos sobre los NDA, una vocera para ARCHES, la organización supervisando el centro de producción de California, le dijo a EHN que los acuerdos no eran obligatorios para poder participar en los grupos de trabajo relacionados con el trabajo comunitario o los beneficios.

“ARCHES mantiene su principio de participación de las partes interesadas y de la comunidad y seguirá trabajando para garantizar que todas las partes interesadas puedan formar parte de nuestras reuniones comunitarias”, dijo la portavoz en un correo electrónico. “Sin embargo, los acuerdos de confidencialidad son necesarios para convertirse en miembro de ARCHES, ya que las empresas miembro deben sentirse seguras compartiendo información sensible o de propiedad intelectual”.

El centro del Pacífico Noroeste se diferenció del resto al tener información pública disponible. Keith Curl Dove, un organizador de la Washington Conservation Action, le dijo a EHN que su organización pudo acceder a la ubicación proyectada para muchos de los proyectos y al historial de trabajo con comunidades indígenas, y dijo que la Cámara de Comercio de Washington intentó responder a todas las preguntas y preocupaciones que su organización presentó.

Los políticos del estado expresaron una perspectiva similar.

“Tengo que decir que, desde el principio, creo que ha habido un amplio proceso de participación de las partes interesadas, que es diferente de un proceso de participación de la comunidad, para averiguar qué empresas, qué industrias, etc., iban a estar dispuestas a hacer las inversiones para complementar la inversión federal y del estado de Washington en nuestro centro de hidrógeno del noroeste [del Pacífico]”, dijo a EHN Alex Ramel, representante demócrata del estado de Washington.

“Dos de las cinco refinerías del estado están en mi distrito y hay otras dos en el distrito de al lado, al norte”, dijo. “Esto quiere decir que el 90% de la capacidad de refinado del estado está justo al lado, y las refinerías van a ser uno de los principales lugares de implantación del hidrógeno en el Estado de Washington, y creo que son un primer cliente importante... porque ya utilizan hidrógeno sucio, y esta es una oportunidad para sustituirlo por hidrógeno verde”.

En documentos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, el Consejo Asesor sobre Justicia Medioambiental de la Casa Blanca compartió sus preocupaciones sobre los centros de hidrógeno y otras tecnologías de manejo del carbono. “Esta inversión en la “experimentación” de una tecnología que carece de suficiente investigación sobre su seguridad y eficacia crea aún más barreras de desconfianza entre las comunidades afectadas, en particular las que han sido histórica y actualmente son privadas de sus derechos, y los respectivos organismos gubernamentales”, dice el documento.

El Consejo añadió que “un planteamiento humano de la gestión del carbono consistiría en dar prioridad a una investigación sólida (no influida por los contaminadores) que incluya un análisis robusto de los posibles riesgos para la salud pública y el medio ambiente”.

Estas preocupaciones reflejan las de los individuos en los territorios.

“¿De verdad podemos confiar en otro contaminador?” cuestionó Arellano, de Fenceline Watch.

Lea la segunda parte, Los obstáculos para garantizar la justicia ambiental en los centros de hidrógeno federales

Este artículo fue traducido por María Paula Rubiano A.

Producción y edición de video: Jimmy Evans


Sobre las autoras:

Kristina Marusic cubre temas de salud ambiental y justicia en Pittsburgh y el occidente de Pennsylvania para Environmental Health News. Su nuevo libro, "A New War On Cancer: The Unlikely Heroes Revolutionizing Prevention", revela la existencia de un naciente movimiento a nivel nacional que busca prevenir el cáncer reduciendo la exposición a sustancias químicas cancerígenas en nuestra vida cotidiana.

Cami Ferrell es una reportera de vídeo bilingüe para Environmental Health News, radicada en Houston (Texas). Ferrell informa principalmente sobre el desarrollo de la industria petroquímica en la costa del Golfo de Texas.


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Photos courtesy of

Sarah Burton obituary

My partner, Sarah Burton, who has died of cancer of the appendix aged 73, was a formidable legal and environmental activist. She held senior roles at Greenpeace UK, Greenpeace International and Amnesty International.She joined the law firm of Seifert Sedley in the late 1970s, after impressing them with her negotiating skills for the Seymour Place Co-operative, in London. During the 1980 Blair Peach inquest, Sarah secured a high court order stopping proceedings and requiring the coroner to sit with a jury. Continue reading...

My partner, Sarah Burton, who has died of cancer of the appendix aged 73, was a formidable legal and environmental activist. She held senior roles at Greenpeace UK, Greenpeace International and Amnesty International.She joined the law firm of Seifert Sedley in the late 1970s, after impressing them with her negotiating skills for the Seymour Place Co-operative, in London. During the 1980 Blair Peach inquest, Sarah secured a high court order stopping proceedings and requiring the coroner to sit with a jury.In the mid-80s, with her law partner Mike Seifert, she coordinated representation for thousands of striking miners and fought off countless injunctions. During the strike, she gave birth to her daughter, Hannah, receiving a large bouquet from Arthur Scargill.Born in New York to Henrietta (nee Berman), an accountant, and Irving Novak, a garment worker who owned his own business, Sarah went to Long Beach high school, Long Island. She moved to Britain in the early 70s, worked as a legal secretary, and took evening classes to become a solicitor; she qualified in 1980. She married Rick Burton in 1973 and they divorced amicably three years later, remaining friends.In 1990, Sarah joined Greenpeace UK as their first in-house lawyer. When British Nuclear Fuels obtained an injunction preventing Greenpeace UK from stopping BNFL dumping nuclear waste into the Irish Sea, Sarah advised that foreign activists – not bound by UK courts – could lawfully block BNFL’s wastepipe. She was right. She left in 2002 and became an independent consultant for a number of NGOs and charities; in 2006 she joined Amnesty International as campaign programme director.From 2009 to 2018 she managed senior programme staff at Greenpeace International, in Amsterdam. In 2009 she travelled to Sumatra, where illegal logging threatened a local community. When told to bring whatever she would take on a camping trip, she replied: “A hotel reservation?” Surrounded by armed soldiers, she asked the community whether they wanted to move or stay. They chose to stay, and she insisted Greenpeace stay with them. In time, the soldiers withdrew.Sarah retired in 2018 and we moved to Bridport, Dorset, in 2020, where she embraced painting and steel drumming. A founder of Lawyers for Nuclear Disarmament, she also served on the boards of Natural England, English Nature and the Public Law Project.Though known for her courage, Sarah was proudest of mentoring young women activists who went on to lead within Greenpeace and other NGOs. After 20 years together we celebrated our civil partnership in April.She is survived by me, her daughter, Hannah, and her brother, Milton.

Portland faces pressure to reduce storage capacity at fuel hub amid quake risks

Community activists want the 20% drawdown to start immediately while the city proposes to complete it by 2036.

The city’s proposal to reduce storage capacity at the fuels hub in Northwest Portland has drawn sharp criticism from community advocates and others who argue the proposed timeline is dangerously slow given seismic risks and climate threats. The clash came to a head at a Planning Commission hearing Tuesday night as city staff outlined a plan for a 20% reduction to be completed by 2036. Environmental activists, tribal representatives and neighborhood groups pressed for the drawdown to start immediately and called for raising the targets as fuel use falls statewide. The dueling proposals are part of an effort to chart a future path for the Critical Energy Infrastructure Hub, a 6-mile stretch on the Willamette River along U.S. 30 between the Fremont Bridge and the southern tip of Sauvie Island. Eleven companies own fuel terminals there that store crude oil, diesel, renewable diesel and other fuels in more than 400 aging tanks. Over 90% of Oregon’s fuel supply comes through the hub. Numerous studies, including a seismic risk assessment by Multnomah County, have shown the fuels could spill and explode if the soil under the tanks liquifies during a massive earthquake generated by the Cascadia Subduction Zone. The hub also faces numerous climate threats, including wildfires, flooding and landslides. Earlier this year, the city outlined four alternatives for the hub’s future, including a 17% drawdown of existing unused tank storage capacity. The three other alternatives did not call for reducing fuel storage – two called for the expansion or limited expansion of renewable and aviation fuels at the hub and a third prohibited all fuel expansion but without a drawdown. Ultimately, after considering community input, city staff settled on the most stringent option and their proposed draft for the hub’s future recommends a 20% drawdown on existing unused fuel storage capacity by 2036 as well as amendments to prohibit fuel expansion at existing terminals and to support risk reduction at the hub. Under the city proposal, companies at the hub would have to submit a baseline inventory of in-service tank capacity by October 2026. Whether companies abide by the drawdown requirement would be measured in 10 years – there are no interim requirements, something many advocates criticized.Aster Bloem, a spokesperson with the Portland Bureau of Planning and Sustainability, said the 2036 timeline aligns with how long companies at the hub have to complete seismic tank upgrades as required under a new Oregon law and monitored by the Oregon Department of Environmental Quality. The 10-year timeline also gives the companies time to figure out which tanks will come out of service and to reconfigure the remaining storage tank capacity, she said. Interim drawdown requirements could potentially interfere with the seismic upgrades, Bloem said.But activists with several community groups said Portland should speed up the drawdown timeline and make fuel storage reduction targets even more stringent. Multiple speakers urged the city to impose the drawdown requirement immediately, or as soon as the City Council adopts the policy code. “The city cannot wait 10 years to act, yet BPS (the Bureau of Planning and Sustainability) proposals do nothing to meaningfully reduce the risk over the next decade. We cannot afford that delay,” Heather King, the co-executive director of the nonprofit Willamette Riverkeeper, told the commission. The city reached its calculation of a 20% drawdown by 2036 based on a percentage of empty space in tanks now. Federal data shows that currently, on average, tanks are filled only to 70% of their capacity, leaving 30% empty. About a third of that empty space is reserved to prevent spills, said city planner Tom Armstrong. The drawdown target would mean companies at the hub could no longer use the empty excess space to store more fuel. City officials said Oregon’s need for fuel will decrease slightly by 2036, making it somewhat easier to restrict the use of tank space by that time without affecting fuel supply reliability in the state. If that’s the case, said opponents, then why not make the companies reduce their capacity now. A 20% drawdown is already possible and should be implemented right away, community groups said. Advocates proposed measuring drawdown needs based on actual tank daily fill levels reported to the Oregon fire marshal’s office, rather than estimated tank capacity based on federal Energy Information Administration data. The state data showed that only 40% of the tanks’ overall capacity is being used on average instead of 70% according to the federal data. “Drawdown must be based on data, not projections based on best ‘guesses,’” said Nancy Hiser, a Linnton resident and community advocate who for years has warned about the dangers of an earthquake-caused spill at the hub. Advocates also said adjustments to the drawdown restrictions should be done every three to five years to align with the decrease in Oregon’s demand for liquid fuels and as the state transitions to electrification of cars and trucks. Bloem, the bureau spokesperson, said city staff matched the federal data with a storage tank capacity inventory that they compiled from Multnomah County and DEQ data. The resulting modeling estimated how much of their available storage companies use each year.The state data, on the other hand, is less useful, Bloem said, because it includes only average daily volumes and peak daily volumes, not total volumes. Also, due to confidentiality rules, the city cannot report data for individual terminals, she said. Bloem said the city will continue to monitor the hub and may adjust the drawdown requirements, beyond the 10 years. “As the fuel needs in Oregon change, there could be future opportunities to change the city’s requirements,” she said. The public can continue to submit written testimony until Friday.The Planning Commission will discuss the proposals during two work sessions in January and February. The commission will vote Feb. 10 on its recommendation to the City Council. Another opportunity to provide testimony will be open from Jan. 13 to Jan. 23.

A Few More Environmental Books From 2025 We Couldn’t Let You Miss

Before ending the year, we wanted to highlight this eclectic assortment of reading gems we couldn’t fit into our earlier book reviews. The post A Few More Environmental Books From 2025 We Couldn’t Let You Miss appeared first on The Revelator.

This year most of our “Revelator Reads” columns presented new books covering themes like environmental activism, climate anxiety, wildlife, and public lands. But not every book fits into a neat box or arrives in time to make the cut. Here’s a year-end wrap-up of terrific books — many of which showcase success stories and solutions — that we didn’t want to close out 2025 without mentioning. We’ve adapted the books’ official descriptions below, and the link in each title goes to the publisher’s page. You should also be able to find any of these titles through your local bookseller or library. The Owl Handbook: Investigating the Lives, Habits, and Importance of These Enigmatic Birds by John Shewey Charismatic, intriguing, and misunderstood: The Owl Handbook is a beautifully photographed, thoughtfully researched, and accessible guide to these enigmatic, captivating creatures. Traditions of the owl as a harbinger of doom, spirit guide, and mysterious symbol for many cultures, mythologies, and superstitions have projected our fear of the unknown onto these nocturnal birds. But these wondrous birds are so much more than shadows in the night. Lifelong birding enthusiast John Shewey leads us through an exploration of owls’ cultural impact as seen in folklore, providing in-depth profiles of 19 owls of North America and a survey of 200 more across the globe, giving advice on how to respectfully observe and protect these magnificent birds, brought to life by hundreds of full-color photographs. Tigers Between Empires: The Improbable Return of Great Cats to the Forests of Russia and China by Jonathan C. Slaght The forests of northeast Asia are home to a marvelous range of animals — fish owls and brown bears, musk deer and moose, wolves and raccoon dogs, leopards and tigers. But by the final years of the Cold War, only a few hundred tigers stepped quietly through the snow of the Amur River basin. Soon the Soviet Union fell, bringing catastrophe; without the careful oversight of a central authority, poaching and logging took a fast, astonishing toll on an already vulnerable species. Just as these changes arrived, scientists came together to found the Siberian Tiger Project. Led by Dale Miquelle, a moose researcher, and Zhenya Smirnov, a mouse biologist, the team captured and released more than 114 tigers over three decades. They witnessed mating rituals and fights, hunting and feeding, the ceding and taking of territory, the creation of families. Within these pages, characters — both feline and human — come fully alive as we travel with them through the quiet and changing forests of Amur. Sink or Swim: How the World Needs to Adapt to a Changing Climate by Susannah Fisher How can we adapt to climate change? Let’s examine the key problems and hard choices that lie ahead for the global community in this practical approach to coping in a time of chaos. Adaptation has been incremental, with governments and institutions merely tinkering around the edges of current systems. This will not be enough, and this book explores the hard choices that lie ahead concerning how people earn a living, the way governments manage relationships between countries, and how communities accommodate the displacement of people. For example, should people be encouraged to move away from the coasts? Can global food supplies be managed when parts of the world are hit by simultaneous droughts? How can conflict be handled when there isn’t enough water for a population? Based on the latest research, interviews with experts, and practical examples from across the world, Sink or Swim discusses frankly the choices that lie ahead and how we can have a livable planet. Roam: Wild Animals and the Race to Repair Our Fractured World by Hilary Rosner All over the globe, animals are stranded — by roads, fences, drainage systems, industrial farms, and cities. They simply cannot move around to access their daily needs. Yet as climate change reshapes the planet in its own ways, many creatures will, increasingly, have to move in order to survive. This book illustrates a massive and underreported problem: how a completely human-centered view of the world has impacted the ability of other species to move around. But it’s also about solutions and hope: How we can forge new links between landscapes that have become isolated pieces. How we can stitch ecosystems back together, so that the processes still work, and the systems can evolve as they need to. How we can build a world in which humans recognize their interconnectedness with the rest of the planet and view other species with empathy and compassion. The Whispers of Rock: The Stories That Stone Tells About Our World and Our Lives by Anjana Khatwa Can you hear the stones speak? The question seems absurd. After all, rocks are lifeless, inert, and silent. Earth scientist Anjana Khatwa asks us to think again and listen to their stories. Alternating between modern science and ancient wisdom, Khatwa takes us on an exhilarating journey through time, from origins of the green pounamu that courses down New Zealand rivers to the wonder of the bluestone megaliths of Stonehenge, from the tuff-hewn churches of Lalibela, Ethiopia, to Manhattan’s bedrock of schist. In unearthing those histories, Khatwa shows how rocks have always spoken to us, delicately intertwining Indigenous stories of Earth’s creation with our scientific understanding of its development, deftly showing how our lives are intimately connected to time’s ancient storytellers. Through planetary change, ancient wisdom, and contemporary creativity, this book offers the hope of reconnection with Earth. You won’t simply hear rocks speak, you will feel the magic of deep time seep into your bones. We Are Eating the Earth: The Race to Fix Our Food System and Save Our Climate By Michael Grunwald In this rollicking, shocking narrative, Grunwald shows how the world, after decades of ignoring the climate problem at the center of our plates, has pivoted to making it worse, embracing solutions that sound sustainable but could make it even harder to grow more food with less land. But he also tells the stories of the dynamic scientists and entrepreneurs pursuing real solutions, from a jungle-tough miracle crop called pongamia to genetically edited cattle embryos, from Impossible Whoppers to a non-polluting pesticide that uses the technology behind the COVID vaccines to constipate beetles to death. It’s an often-infuriating saga of lobbyists, politicians, and even the scientific establishment making terrible choices for humanity, but it’s also a hopeful account of the people figuring out what needs to be done—and trying to do it. The Light Between Apple Trees: Rediscovering the Wild Through a Beloved American Fruit by Priyanka Kumar As a child in the foothills of the Himalayas, Priyanka Kumar was entranced by forest-like orchards of diverse and luscious fruits, especially apples. These biodiverse orchards seemed worlds away from the cardboard apples that lined supermarket shelves in the United States. Yet on a small patch of woods near her home in Santa Fe, Kumar discovered a wild apple tree — and the seeds of an odyssey were planted. Could the taste of a feral apple offer a doorway to the wild? In The Light Between Apple Trees, Kumar takes us on a dazzling and transformative journey to rediscover apples, unearthing a rich and complex history while illuminating how we can reimagine our relationship with nature. The Girl Who Draws on Whales Written and illustrated by Ariela Kristantina A graphic novel for middle-level children. Set in a fantasy world, several centuries after “The Great Flood,” Sister Wangi and younger brother Banyu live in a sea-village. Wangi has a special bond with the Great Whales that visit their sea-village, and they allow Wangi to draw on their backs. Sometimes they return with new drawings on them, maybe there are other sea-villages around and they are sending her people messages. None of the elders listen to her. One day, a new whale arrives in the village alone, wounded, and dying. This whale has a new drawing on its back that doesn’t look like the previous drawings. Inspired by this mystery, Wangi vows to investigate. Although forbidden by her parents and the village elders, Wangi along with her brother embark on a wondrous journey to investigate where the drawings are coming from only to find much more than they were expecting. A Window Into the Ocean Twilight Zone: Twenty-Four Days of Science at Sea by Michelle Cusolito For children and adults to share and care together and learn about our magnificent ocean biodiversity. Join scientists from Woods Hole Oceanographic Institution and their international partner organizations on a research voyage to study the ocean twilight zone. Science writer Michelle Cusolito takes us along for the journey of a lifetime. From boarding the ship and unpacking equipment to facing massive storms in the middle of the Atlantic, this book details the fascinating techniques used to study the deep ocean as well as the daily details of life aboard a Spanish research vessel. Meet remarkable people, discover amazing animals, and learn more at sea than you ever imagined. *** Finally, here’s a set of companion books from Charlesbridge Publishing that parents and children can read and discuss together — a great opportunity to support our future guardians of biodiversity. Turtles Heading Home! by Liza Ketchum, Jacqueline Martin, and Phyllis Root The waters around Cape Cod used to cool off gradually, signaling to sea turtles that it was time to swim south. However, with climate change, the ocean stays warm too long and cools off too quickly, making the turtles too cold to migrate. Turtles Heading Home! follows the efforts of conservationists as they rescue the turtles, nurse them back to health, and release them into warmer waters. The operation involves hundreds of people, from the volunteers patrolling the beaches to the veterinarians looking after the turtles to the pilots who fly the turtles south. All of them share the goal of helping save the Kemp’s ridley sea turtle, the most endangered sea turtle in the world. Turtle, Turtle, Watch Out! by April Pulley Sayre, illustrated by Annie Patterson Sea turtles face many dangers as they grow, eat, travel, and breed. In this basic science dramatization of one female turtle’s challenges, acclaimed nature writer April Pulley Sayre highlights the role that humans have in helping this endangered species. Previously published, this story has been re-illustrated by the artist Annie Patterson. A great read-aloud or read-along choice for environmental awareness, this child-friendly book provides information on sea turtle conservation efforts for seven species of sea turtles and how they and grown-ups alike can help save these beautiful creatures. *** Enjoy these inspiring and informative reads as we prepare ourselves for the new year. You can find hundreds of additional environmental book recommendations in the “Revelator Reads” archives. And let us know what you’re reading: Drop us a line at comments@therevelator.org. The post A Few More Environmental Books From 2025 We Couldn’t Let You Miss appeared first on The Revelator.

AIPAC Spent Millions to Keep Her Out of Congress. Now, She Sees an Opening. 

Growing dissatisfaction with the Israel lobby may pave a lane for Nida Allam, who launched her congressional campaign in North Carolina Thursday with the backing of Justice Democrats. The post AIPAC Spent Millions to Keep Her Out of Congress. Now, She Sees an Opening.  appeared first on The Intercept.

A progressive North Carolina official who lost her 2022 congressional race after the pro-Israel lobby spent almost $2.5 million against her sees a fresh opening this midterm cycle, as a public disturbed by the genocide in Gaza has turned pro-Israel spending into an increasing liability. Durham County Commissioner Nida Allam is preparing for a rematch against Rep. Valerie Foushee, D-N.C., for the 4th Congressional District seat she lost by nine points in 2022. This time, the Israel lobby’s potential influence has shifted: Feeling the pressure from activists and constituents, Foushee has said she won’t accept money from the American Israel Public Affairs Committee. Allam, who launched her campaign Thursday with the backing of the progressive group Justice Democrats, told The Intercept that wouldn’t be a shift for her. “I’ve never accepted corporate PAC or dark money, special interest group money, or pro Israel lobby group money,” said Allam, whose 2020 election to the county commission made her the first Muslim woman elected to public office in North Carolina. The country’s top pro-Israel lobbying groups and the crypto industry spent heavily to help Foushee beat Allam in 2022, when they competed in the race for the seat vacated by former Rep. David Price, D-N.C. AIPAC’s super PAC, United Democracy Project, and DMFI PAC, another pro-Israel group with ties to AIPAC, spent just under $2.5 million backing Foushee that year. The PAC funded by convicted crypto fraudster Sam Bankman-Fried also spent more than $1 million backing Foushee. Related Facing Voter Pressure, Swing-State Democrat Swears Off AIPAC Cash After nearly two years of pressure from activists in North Carolina enraged by Israel’s genocide in Gaza, Foushee announced in August that she would not accept AIPAC money in 2026, joining a growing list of candidates swearing off AIPAC money in the face of a new wave of progressive challengers. This time, if pro-Israel and crypto groups spend in the race, it’s on Foushee to respond, Allam said. “If they decide to spend in this, then it comes down to Valerie Foushee to answer, is she going to stand by the promise and commitment she made to not accept accept AIPAC and pro-Israel lobby money?” Allam said. “This district deserves someone who is going to be a champion for working families, and you can’t be that when you’re taking the money from the same corporate PAC donors that are funding Republicans who are killing Medicare for all, who are killing an increased minimum wage.” Foushee’s campaign did not immediately respond to a request for comment. Allam, who helped lead Bernie Sanders’s 2016 presidential campaign in North Carolina, is the seventh candidate Justice Democrats are backing so far this cycle. The group — which previously recruited progressive stars including Reps. Alexandria Ocasio-Cortez, D-N.Y., and Ilhan Omar, D-Minn. — is endorsing candidates challenging incumbents next year in Michigan, California, New York, Tennessee, Missouri, and Colorado. Justice Democrats is taking a more aggressive approach to primaries this cycle after only endorsing its incumbents last year and losing two major seats to pro-Israel spending. The group plans to launch at least nine more candidates by January, The Intercept reported. Related She Lost Her Job for Speaking Out About Gaza. Can It Power Her to Congress? Allam unveiled her campaign with other endorsements from independent Vermont Sen. Bernie Sanders, Sunrise Movement, the Working Families Party, and Leaders We Deserve, a PAC launched by progressive organizers David Hogg and Kevin Lata in 2023 to back congressional candidates under the age of 35. She said she sees the local impacts of the Trump administration on working families every day in her work as a Durham County commissioner. “What I’m hearing from our residents every single day is that they don’t feel that they have a champion or someone who is standing up and fighting for them at the federal level, and someone who is advocating for working families,” she said. “This is the safest blue district in North Carolina and this is an opportunity for us as a Democratic Party to have someone elected who is going to be championing the issues for working families — like Medicare for All, a Green New Deal — and has a track record of getting things done at the local level.” Allam is rejecting corporate PAC money and running on taking on billionaires and fighting Immigration and Customs Enforcement, which has been carrying out raids and arresting residents in the district. She’s also supporting a Green New Deal, Medicare for All, and ending military aid to Israel. She began considering a run for office after a man murdered her friends in the 2015 Chapel Hill shootings. Small dollar donors powered Allam’s 2022 campaign, when she raised $1.2 million with an average donation of $30. She’s aiming to replicate that strategy this cycle, she said. “Trump is testing the waters in every way possible,” Allam said. “The only way that we’re going to be able to effectively fight back against Trump is by passing the Voting Rights Act, is by taking big corporate money out of our elections, by ending Citizens United. Because they’re the same ones who are fighting against our democracy.” In its release announcing Allam’s campaign on Thursday, Justice Democrats criticized Foushee for taking money from corporate interests, including defense contractors who have profited from the genocides in Gaza and Sudan. “In the face of rising healthcare costs, creeping authoritarianism, and ICE raids, and the highest number of federal funding cuts of any district in the country, leadership that only shows up to make excuses won’t cut it anymore,” the group wrote. Foushee served in the North Carolina state legislature for more than two decades before being elected to Congress in 2022. She first campaigned for Congress on expanding the Affordable Care Act and moving toward Medicare for All, passing public campaign financing and the Voting Rights Act, and a $15 minimum wage. Since entering Congress in 2023, Foushee has sponsored bills to conduct research on gun violence prevention, to expand diversity in research for artificial intelligence, establish a rebate for environmental roof installations, and support historically Black colleges and universities. Foushee’s evolving stance on some Israel issues reflects a broader shift among Democrats under pressure from organizers and constituents. Amid rising public outrage over the influence of AIPAC in congressional elections in recent years, Foushee faced growing criticism and protests in the district over her refusal to call for a ceasefire in Gaza and her support from the lobbying group. After organizers tried to meet with her and held a demonstration blocking traffic on a freeway in the district, she signed onto a 2023 letter calling for a ceasefire but did not publicize her support for the letter or comment on it publicly, The News & Observer reported. Related Trying to Block Arms to Israel, Bernie Sanders Denounces AIPAC’s Massive Election Spending At a town hall in August, an attendee asked Foushee if she regretted taking AIPAC money. In response, she said she would no longer accept money from the group. Three days later, she co-sponsored Illinois Rep. Delia Ramirez’s Block the Bombs to Israel Act to limit the transfer of defensive weapons to Israel. “We cannot allow AIPAC and these corporate billionaires to scare us into silence,” Allam said. “It’s actually our mandate to take them on directly, especially now as they’re losing their sway in the Democratic Party.” The post AIPAC Spent Millions to Keep Her Out of Congress. Now, She Sees an Opening.  appeared first on The Intercept.

Montana youth activists who won landmark climate case push for court enforcement

In 2023, court had ruled in favor of 16 plaintiffs that officials violated their constitutional right by promoting fossil fuelsThe young Montanans who scored a landmark triumph in the lawsuit Held v Montana are calling on the state’s highest court to enforce that victory.In a groundbreaking legal decision in August 2023, a Montana judge ruled in favor of 16 youth plaintiffs who had accused state officials of violating their constitutional rights by promoting fossil fuels. The state’s supreme court affirmed the judge’s findings in late 2024. But state lawmakers have since violated her ruling, enshrining new laws this year that contradict it, argue 13 of the 16 plaintiffs in a petition filed on Wednesday. Continue reading...

The young Montanans who scored a landmark triumph in the lawsuit Held v Montana are calling on the state’s highest court to enforce that victory.In a groundbreaking legal decision in August 2023, a Montana judge ruled in favor of 16 youth plaintiffs who had accused state officials of violating their constitutional rights by promoting fossil fuels. The state’s supreme court affirmed the judge’s findings in late 2024. But state lawmakers have since violated her ruling, enshrining new laws this year that contradict it, argue 13 of the 16 plaintiffs in a petition filed on Wednesday.“These new policies mean the state is going to just continue to act in a way that will increase greenhouse gasses which during the Held case were shown to be disproportionately harming youth,” said Rikki Held, the 24-year-old lead petitioner who was also the named plaintiff in the earlier lawsuit. “It means we’ll continue down a path we already know and have proven is detrimental.”The Held decision stated that state laws limiting state agencies’ ability to consider greenhouse gas emissions and climate impacts during environmental reviews are unconstitutional. It also said that though the climate crisis is a global issue, Montana bears responsibility to address the harms that are being caused by greenhouse gas emissions within the state.“The decision confirmed that laws which put blinders on agencies during environmental reviews are unconstitutional,” said Nate Bellinger, supervising staff attorney at Our Children’s Trust, the non-profit law firm that filed the petition and Held v Montana. “But now the state is essentially re-blindering agencies.”During the 2025 Montana legislative session, the new challenge says, elected leaders passed a law prohibiting the state from adopting air quality standards more stringent than those incorporated in the federal Clean Air Act. It’s a “complete inversion” where the federal standards will serve as a cap on regulation instead of a floor, Bellinger said.The legislature also amended the state’s Environmental Policy Act, naming just six climate warming gases for the state to inventory while conducting environmental reviews of energy projects. It also dictated that upstream and downstream emissions – or those resulting from transporting fossil fuels or out-of-state combustion of the fuels produced in Montana – should not to be incorporated in the analysis, even though agencies used to consider these impacts.In an “even more egregious” provision, said Bellinger, lawmakers explicitly barred state agencies from using the resulting information about pollution to condition or deny permits for those proposals.“Those provisions are unconstitutional,” Bellinger said.The state of Montana was not immediately available for comment.Lawmakers behind the new policies made it “pretty clear” that their proposals were a response to the youth challengers’ 2023 victory, said Bellinger. Late last year, the incoming state senate president and house speaker even issued a joint statement telling the court to “buckle up” for the following session.In the new petition, challengers are asking the Montana’s supreme court to strike down these new laws. They say that is a necessary step to ensure the state is upholding duties laid out in its constitution, which guarantees the right to a “clean and healthful environment”.The challenge comes amid an assault on climate and environmental regulations from the Trump administration. Those attacks make it all the more important for states to protect their citizens, said the youth activist Held.“It’s a time when we really should be seeing more action from our government on greenhouse gas emissions,” said Held.Montana has moved in the opposite direction, said Bellinger, with the state’s governor creating a taskforce to provide recommendations to “unleash” fossil fuel output, echoing an executive order Trump signed in January. State officials are actively evaluating proposals to expand coal, oil, and gas in compliance with Trump’s pro-fossil fuel agenda, he said.“We need to get these laws off the books as quick as possible so they can have all the tools they need before them to deny those permits and not feel like they have to approve,” Bellinger said.Held says she has directly felt the impacts of the climate crisis, caused primarily by the burning of fossil fuels. On her family’s ranch where she grew up, drought has taken a toll on the health of livestock and crops, while extreme weather limited her ability to spend time outside. Between the filing of Held v Montana in 2020 and plaintiffs’ victory in the case three years later, global warming became worse, she said.“We don’t have another five years to wait for protections while the state keeps using fossil fuels,” she said. “This is really urgent.”

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